Y no; es que él quiera ser borde, es que ni por un momento imaginó que esto le iba a pasar a él, Joel Fleischmann. Y no es que no quiera adaptarse, es que no puede (aunque luego las cosas vayan cambiando y adecuándose y empiece, incluso, a sonreír). Es que a todo un médico de Nueva York, con una vida acomodada y burguesa, urbanita y convencional, se le hace un mundo despertarse y que la ducha esté estropeada. O lo que es peor: que se la tenga que arreglar su casera, la despiadada (a ojos de él y sólo al principio) Maggie.
¿Y qué tal despertarse con una rata al lado de tu carísimo palo de golf? O abrir los ojos y sentirse atrapado por una inmensidad natural de la que uno no se siente parte.
¿Qué hacer entonces? ¿Correr, huir...? ¿O dejarse seducir por el dulce caramelo de lo inesperado, de la sorpresa?
Me parto con este vídeo. Su cara es un poema.
El blog de Luisa Tomás
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