El blog de Luisa Tomás

El blog de Luisa Tomás

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Todos contentos

Cuatro meses es tiempo más que suficiente para declarar a este blog víctima del olvido; que no se queje, no es el único que sufre tal desaire. Y suerte tiene, que hoy voy a dignarme a escribirle cuatro letras, bien merecidas dada su callada resignación.

Vivo sin vivir en mí por el sentimiento de aversión que me ha producido históricamente el 31 de diciembre: ese sainete envuelto en lentejuelas con lazo dorado; ese disparate emocional de bragas rojas; tanta alegría impostada; esa indigestión de año y de vida, que cansa, como diría Machado. Y más aún si obliga: si obliga a olvidar bailando una conga con desconocidos, cubriendo la tristeza de la mirada con un antifaz de cartón y purpurina, burlando las penas mientras soplas la gaita de un matasuegras que ni responde a su nombre ni maldita sea la gracia.

No, que no piense el desocupado lector que la que esto suscribe se ha cubierto del desapacible sabor de la amargura; que no es mi afán añadir más peso a la pena con la que camino. Aun con el corazón atravesado por las siete dagas de la muerte del que me dio la vida para que la viviera con alegría, es su propio recuerdo y ejemplo el que sigue invitándome a escalar esta pesada cuesta con júbilo.

No dejo de sentir irónica admiración, aderezada de repulsa, hacia esos millones de indolentes que, subidos en el pedestal de frivolidad de la nueva era, acusan a los creyentes de supersticiosos por confiar en la clemencia de Dios y, sin embargo, participan de ridículos fetichismos como las uvas de la suerte, ponerse en Nochevieja ropa interior de actriz porno comprada en comercios cutres, echar un anillo de oro en la copa... A mí, que me gustan las copas sin atrezzo, estas cosas se me atragantan y hasta me causan asfixia, aunque, si muero, ¿qué es la vida?, por perdida ya la di. Y a nada temo desde que tengo enchufe en el cielo.


Pues eso, todos contentos (quizá aparentemente, cumpliendo el guión) y yo con indigestión.