El blog de Luisa Tomás

El blog de Luisa Tomás

jueves, 27 de mayo de 2010

De Roma a Bon Temps


De todas las series posibles, las hay malas, regulares, buenas, muy buenas, superlativas y adictivas.
De las malas paso. De las regulares, también. De las buenas, tipo "CSI", "House"... bueno, veo algún capítulo, pero como ando tan jodida de tiempo y tengo más cosas que hacer, me voy directamente a las muy buenas, superlativas y adictivas.
No hace falta nombrarlas todas: "The Wire", "Mad Men", "Los Soprano", "Perdidos", "Roma"... Pero sí tengo que decir que a veces que hay entre todas ellas dos o tres que me quitan el sueño, y es literal. No sólo porque me acueste más tarde de lo debido porque no puedo dejar de verlas, también porque me paso medio día pensando en ellas.
De todas, todas, todas, y eso incluye series que me encantan, como "Mad Men" y "Los Soprano", hay dos, que, quizá sin tener esa inconmesurable calidad, me han generado verdaderos problemas de ansiedad: "Roma" y "True Blood".
Con "Prison Break" a veces me pasa –estoy viendo la primera–, pero creo que no es comparable.
Con "Roma" creí que iba a fallecer. A mi ya afición por los romanos, los latines y todo lo que sugiera Antigua Roma se une el desparrame de calidad de la HBO. Y, aunque tengo algunos reproches que hacerle a esta serie, sobre todo por el modo en que trató la figura de Marco Antonio, es, probablemente, la serie que más me ha gustado jamás (dios, perdóname por decir esto. Tú también, Tony Soprano. Y perdonadme, McNulty, Don Drapper, Chris Stevens, Seth Bullock, Bill Compton...). Además, es una de las que saben a poco –sólo dos temporadas–: series largas, como "Mujeres desesperadas", acaban abandonadas por repetitivas y por carecer, a mitad de la sexta temporada, de interés (en esa temporada las tramas ya son que mi niño no me come y el mío no me aprueba, y yo paso).
Claro, lo que acabo de decir de "Roma" se me viene un poco abajo cuando pienso que llevo un mes contando –y es verdad– los días para que se estrene la tercera de "True Blood", y eso de tachar los días en el calendario sólo me ha pasado con otra: "Lost".
¿Que por qué esta serie de Alan Ball me gusta tanto, aun cuando está siendo acusada por muchos de ser un producto menor? Pues no sabría decir, o sí: es ingeniosa, rápida, canalla, amoral, divertida, irreverente, impactante, atípica, poco convencional, sangrienta, sensorial, pecaminosa, original... y tiene un humor negro que me encanta.
Por ejemplo, la escena en la que Bill va a comprar ropita para la adolescente que le ha tocado en suerte transformar en vampiresa (odio que en los subtítulos y los propios libros de "True Blood" digan vampira y no vampiresa, soy una clásica, chicos) y la dependienta intenta seducirlo. Y ahí aparece Eric, Bill le piropea el "look" y la dependienta piensa que son gays. Pero eso no es lo mejor, lo mejor es que Eric lleva ese corte de pelo porque su preciosa melena rubia se estropeó mientras se comía a un tío que tenía como esclavo en el sótano del "Fangtasia"... ¿Es o no es salvaje?
De esta escena hay tres o cuatro cosas (pinchad aquí para verla, no se puede insertar), además, que me encantan: el modo en que Bill dice "Jessica", la voz que pone cuando dice "I'm a vampire" (jamás la veáis, doblada, por favor) y la sonrisa de Eric cuando la dependienta se va espantada (le encanta tomarles el pelo a los humanos).
Ah, y la cara de pringado que se le queda a Bill al final. Donde se demuestra la supremacía del vampiro vikingo sobre el vampiro sureño. Ay, cómo mola. Venga, sólo quedan 17 días. Exactos. Y, además, de regalo, una promo de la tercera.

lunes, 24 de mayo de 2010

Quince días y la nueva de "True Blood"


Hoy es el día de hablar del final de Lost, pero no seré yo, porque, me confieso, no lo he visto. Lo veré luego. Espero.
Así que no me queda más remedio que hablar de estas fotos-capturas de pantalla que acabo de ver. Y aún estoy que no me lo creo, o sí. No sé bien.
Cierto es que dejé la segunda temporada de "True Blood" –¡ojo!, spóilers si no habéis llegado al final de la segunda– con Sookie y Bill más felices que regalices, enamorados, y con petición de casamiento de por medio –sí, ya, y con Bill secuestrado ¿?–. Pero el tercero en discordia, mi querido Eric, no parece dispuesto a dejar que la parejita feliz desarrolle con soltura su cursilería. Después de haber conseguido que la tontaina de Sookie (que no se merece lo que tiene) bebiera su sangre, la rubita anda confundida con la atracción que despierta en ella el vampiro-vikingo... Qué cosas, si tiene a Bill, tan mono, tan bueno, tan guapo... y aún sigue dándole vueltas a la idea de acostarse con el vampiro Eric. Bueno, a lo que vamos, por ahí circula el tráiler de la tercera temporada y, como los de la HBO son tan listos, no dice casi nada, pero me temo que Eric ganará peso, más aún que en la segunda, que ya tenía bastante.
Tanto, que supongo que habrá algo más que palabras con la novia de Bill (que seguirá desaparecido, si no, no se entiende, la verdad). Imagino que Sookie estará hundida por la ausencia de su novio vampiro y recurrirá al vampiro poderoso –Eric–, quien no desaprovechará la oportunidad de tenerla desvalida, tristona, depre, necesitada de un hombro en el que llorar... y sin novio. Si a esto le sumamos el vicio que ha pillado la Sookie y el cuerpazo del vikingo, aquí hay tema. Y el pobre Bill, además de cornudo, apaleado y vampiro. No se puede pedir más.
Aunque claro, nunca se sabe, igual esto sólo es una ensoñación calenturienta de la jovencita paletilla sureña. Sinceramente, espero que no. Cuanto más tensión haya en esta serie, mucho mejor. Somos muchos los que estamos esperando la tercera temporada como lluvia de mayo o sangre de junio. Espero que los guionistas no se anden con chorradas y sigan agresivos, gamberros y un poquito cafres. Queremos ver True Blood, no Buffy cazavampiros.
¿Estamos, querido Allan Ball?

martes, 18 de mayo de 2010

"Treme". Tras la tempestad... llega la imaginación


Si es de la HBO, a priori, me interesa. Si es de los creadores de "The Wire", a priori, me la quedo. Y así fue. "Treme" lleva emitidos cinco capítulos en los States. Aquí, como casi todas, se puede ver on line. Y creo que un buen seriéfilo no debe perdérsela. La historia empieza tres meses después del Katrina, con Nueva Orleans devastada. La serie gira en torno a un grupo de músicos y hosterlos que se han quedado a dos velas (como toda la ciudad, claro). Con una ciudad destruida, en la que buena parte de la población vive por, para y de la música, ellos tienen que "resetearse", reinventarse y ponerse en marcha, pero no en sólo sus trabajos, en sus bares... También sus sus vidas, su casa y su imponente cultura musical. A esto hay que sumar, por un lado, la crítica que se realiza a la política (o al sistema en general) por los fallos que provocaron que los sistemas de control no funcionaran, anegando así al 80% de la ciudad y desplazando de sus hogares a miles de personas –ahí tenemos a un genial John Goodman haciendo las veces de un Michael Moore (recuerda muchísimo a él)–; por otro lado, está el drama humano (familiares desaparecidos, el éxodo a otros lugares) y para poner el lazo a todo esto, aliviando la pátina de dramatismo, la música, que suena por todos los lados. Música como vida, alivio y consuelo.
El reparto está encabezado por Antoine Batiste (Wendell Pierce, The Wire), un trombonista mujeriego que vive al día y derrocha talento; su ex mujer, LaDonna Batiste-Williams (Khandi Alexander, C.S.I. Miami), que tiene un bar patas arriba y una familia aún más patas arriba, si cabe, con un hermano desaparecido durante la tormenta. Tenemos un disc-jockey rebelde; una abogada de las causas perdidas; una chef arruinada, Janette Desautel (Kim Dickens, Deadwood); el jefe de la tribu "los Guardianes de la Llama", Albert Lambreaux (Clarke Peters, The Wire); músicos callejeros...
Pero sobre todo lo que se muestra es música, música y música. Imaginación y creatividad para compensar el drama.
Tengo tantas ganas de ver el cuarto capítulo como de que editen su genial banda sonora.
Un aperitivo:



martes, 11 de mayo de 2010

Hay algo aquí que va mal...


Eso cantaban los Kortatu, ¿no? ¿O era La Polla Récord? No lo recuerdo con claridad. Sea el que sea, ninguno de esos dos grupos me acompañan ya –aunque fueron banda sonora de buena parte de mi primera juventud, la de los 18, ahora estoy en la segunda y, creedme, las contracturas no me dan pa esas cosas–. Aunque bien es cierto que de vez en cuando vienen a mi cabeza, tanto, que el otro día se me antojó escuchar el "Ellos dicen mierda" y me lo puse a toda leche mientras conducía hacia Las Ventas... Cosas que pasan, me gustan los contrastes.
Pero no voy a hablar ni de Las Ventas, ni de La Polla Récord ni de nada que se le parezca, sino de Michael Scofield, ese santo varón. Que por qué empiezo el post diciendo que "hay algo aquí que va mal". Pues muy sencillo. Ayer me quité horas de sueño por ver "Prison Break" pero luego, apurando lo poco que he dormido, al bueno de Michael no le ha dado por poblar mis imágenes oníricas. Y hay que ver que le pusimos empeño. Las tantas y mi sister and me diciendo: "Venga, otro capitulito más. Qué fuerte, tía. Es que, como está Michael...". Ya. Muy bien. Pues no he soñado con Michael, no me salvaba de nada ni me enseñaba los tatuajes ni na de na. He soñado con Pepe Sancho haciendo de "El Estudiante" y cabalgando con su trabuco por Sierra Morena, junto al simpar "Algarrobo", y, con todos mis respetos a este actorazo, no es eso lo que una espera después de tirarse horas viendo a los hermanicos de "Prison Break".
De ahí que haya algo aquí, en mi inconsciente, que va mal. Y mi psicoanalista, a pesar de los años y la dedicación, aún no ha dado con ello.
Y sé que algo va mal porque Michael es un personaje para volverse loca y, por supuesto, para soñar: guapo, valiente, decidido, honesto, amantísimo hermano y, sobre todo, tremendamente inteligente.
Es tan perfecto que puede pecar de plano, porque, en las situaciones límite, cuando el corazón está a punto de estallar, lo único que te alivia es saber que él va a hacer lo correcto y lo va a hacer bien. La serie es un verdadero torrente emocional y hay mil situaciones jodidas por segundo, pero entre todo este desaguisado –el hijo huyendo, el padre encarcelado, el hermano salvador, el chungo de la cárcel, el mafioso, el guarda, que si los pillan, que si no– hay algo que alivia: Michael. Si algo se pone feo, él puede resolverlo. Y no es un McGyver de la vida, es un tipo inteligente y sensible. Y claro, eso nos encanta. Sobre todo porque no es un blando. Y esa mezcla es espectacular. Y con ella se dispone una a dormir la mona "prisonbreakeana" y mira tú por dónde te aparece en sueños un bandolero.
Que no es que le quite yo mérito al Estudiante, pero prefiero a Michael, independientemente de los méritos de cada cual –a su manera, ambos son dos justicieros–, que me resulta más actual y luce un "look" un poquito más fresco.

viernes, 7 de mayo de 2010

Alicia, maravillosa


No sé si es que iba dispuesta a ver una mala película -las críticas iban a darme la razón-, pero me ha encantado. Y me lo he pasado genial. Y me ha parecido tan rica, tan llena de referencias, tan cargada de símbolos, que incluso ha habido un momento en el que pensaba que yo también me estaba volviendo loca.
Por un lado, el aspecto formal: creo que es irrepochable. Las imágenes son preciosas, un cuento en movimiento, todo muy onírico, colorido... lo que corresponde a una historia de esas características (me ha parecido ver un gazapo, pero tendría que volver a verla para comprobar si Alicia llevaba o no la venda cuando va al castillo de la Reina Roja a lomos del perro -creo recordar que no, ¿podéis ayudarme?-). No me ha gustado demasiado la banda sonora, pero nada es perfecto y tampoco tiene tanto peso en la peli, por lo que voy a pasarlo por alto. Los actores están francamente bien. Para mi gusto, la peor es Anne Hathaway. Pero tanto la chica que hace de Alicia (de cuyo nombre no puedo acordarme) como Helena Bonham Carter y Johnny Depp me han encantado (éstos últimos están desmesurados, histriónicos... lo que corresponde a ese tipo de personajes, es un cuento, no un "thriller" psicológico, no hay que buscar dobleces).
Y lo más importante de esta peli para mí: que dentro de este continente hay un contenido enriquecedor. Alicia, constreñida por el corsé (poco sutil metáfora nada más empezar, recuerda a aquel que tanto le apretaban a mi adorada Escarlata en "Lo que el viento se llevó" para meterla en la estrecha cintura de las normas sociales, tan antipáticas) que impone una sociedad retrógrada y conservadora, opta por enfrentarse para hacerse dueña de su voluntad, aun a riesgo de perder la aceptación de los demás -ya estamos con el temido superyó, si Freud levantara la cabeza...-. Para ello, navega en un cuento de fantasía -qué hermosa imagen la del conejito con el reloj, como diciendo: "tempus fugit", amiga, haz lo que tengas que hacer, no lo que se espera que hagas- que es pura realidad: las cosas pasan sólo si crees que pueden pasar y para lograrlo primero tienes que armarte -encontrar tu espada (cuántas referencias, desde las leyendas artúricas a "El señor de los anillos")- y vencer al Galimatazo, como San Jorge vence al dragón, como Eowyn vence al rey Brujo... Pero antes de luchar... ¿a quién hay que vencer? Al propio miedo, del que somos prisioneros voluntarios (¿sabéis quiénes se lo tragan como nadie? Algunos nombres vienen a mi cabeza).
En resumen, que me podría tirar horas y horas hablando de esto, porque en la peli hay mucho más, más mensajes, "más recaos" que diría un querido amigo con el que tanto he hablado del miedo carcelero... Pero que es tarde y tengo más cosas que hacer y otras tantas por escribir, si la inspiración llega. Y, sobre todo, tengo que cortar porque este post es muy largo ya.
Que no os perdáis la peli. Que vale la pena. Si no es por todo este rollo que acabo de soltar, que sea para pasar un rato divertido, que también es importante. "Tempus fugit", amigos.

jueves, 6 de mayo de 2010

De buenos y malos


Eso me parece que es "Prison Break", una serie de buenos y malos. Y me encanta.
Y a partir de ahora, voy a hablar de ella sin preocuparme de los spóilers, porque sólo he visto hasta el capítulo 4 de la primera temporada, por lo que no puedo colar muchos, y porque vosotros, seriéfilos empedernidos, seguro que la habéis visto entera.
Me encanta que –de momento, claro, luego igual se jode el invento– la serie responda a una regla tan simple como efectiva a la hora de desplegar pasiones y odios: buenos y malos. Es decir, los hermanitos molan mazo y el guarda es un hijo de puta y los que han metido a Lincoln en chirona ni te cuento lo hijos de puta que son.
Como ya sabéis, Lincoln está condenado a muerte por un crimen que, supuestamente, no cometió. Su hermano Michael consigue ser encarcelado en la misma prisión –para ello, atraca un banco– y prepara la fuga de ambos para salvar a su querido hermano. Además de lo escalofriante y emotivo es que un hermano se meta al infierno de la cárcel para salvar al otro, los afectos se le disparan a una en cuanto se cruza el hijo adolescente del injustamente condenado a muerte, la ex novia que no lo olvida –y que a su vez es su abogada– y los dramas de otros presos.
A esto se suma que los capítulos son trepidantes, de un impacto que te clava al sillón y que no están exentos de la violencia que corresponde al tema –imaginad, el pobre Michael, con esa carita, de novato en una cárcel con tipos muy jodidos, muy, muy, muy, jodidos–.
Estos ingredientes y otros que se irán descubriendo –espero– hacen que estés los 40 minutos con el alma en vilo, deseando que Michael Scofield lleve a buen puerto su plan y, de paso, que nos enseñe los tatuajes (el tío lleva los planos de la cárcel tatuados en su cuerpo, en una maraña de símbolos y laberintos con claves que sólo él conoce). Porque, entre otras virtudes, esta serie tiene una que te impide quitar la vista de la pantalla (la foto que adjunto habla por sí sola).
Menudo descubrimiento. Y pensar que me daba pereza ponerme a verla...

lunes, 3 de mayo de 2010

Sangre, sudor y lágrimas



Y que Churchill me perdone.
Porque no voy a hablar de otra cosa que no sean series –ay, que os tengo abandonadas, bonitas mías–.
Jartita terminé de devorar "Mujeres desesperadas" y, a mitad de la sexta, abandoné. Ya había visto todo lo que me interesaba de esa serie –pricipalmente su estructura narrativa–. Y, una vez agotadas novedades, gracias y penas, las tramas me aburren. Es decir, no estoy dispuesta a pasar 50 minutos de mi vida viendo cómo la histérica Susan y la neurótica Gabrielle Solís pelean por los deberes de sus hijos. Me interesa cero. Además, las tramas de niños casi siempre me dan grima.
También me agotó "Californication". La historia del escritor maldito y putero agota por repetición. Abandoné a mitad de la tercera. Dejó de interesarme. Bueno, como ésta dura poco, sólo 26 minutos, quizá acabe de verla. Aunque, dicho sea de paso, la serie tiene su punto: entretiene, es ágil y, a veces, divertida. Aunque una acaba cansada de tanto sexo, droga y rock and roll en la pantalla. Sobre todo porque ya hemos visto mucho y es siempre lo mismo.
He vuelto al buen camino y me he cogido una serie de las que sé que me van a gustar y que antes no había visto por... ¿por qué? Porque no me la había comprado y no quería verla online, supongo: "Prison Break". ¿Y? Pues que me gusta. Los capítulos se pasan volando, es tensa e impactante. Y dolorosa, pero esperanzadora. Me va a gustar.
Por ahí las novedades: ya me extenderé con los hermanitos.

Pero la nostalgia me invade y voy a confesarme: me encanta "True Blood", ya sabéis. Pero he caído en la tentación de leerme los libros. Qué mal escritos están, pero cómo entretienen, dios mío. El pelotazo: tener la idea revolucionaria y no enredarse con explicaciones. Es decir, los vampiros salen de los ataúdes porque los japoneses inventan la sangre sintética para ellos. ¿Que por qué les da por ahí a los japoneses? ¿Y qué más da? El caso es que ahí está la cosa. Así que ayer, que terminé el primer libro, me permití ver otra vez unos capitulitos de "True Blood". Y dios qué buena es. Ahora ya, viendo las cosas con más objetividad, sin el apasionamiento de la primera vez, si me voy más a las formas y menos a los contenidos, creo que la serie no puede estar mejor hecha: qué luz, qué imágenes, qué bonita... Y me encanta cómo empieza "in media res", con cierta violencia –la que luego va destilando–, para luego colocar la historia de amor como punto de partida y los asesinatos como punto de giro. Pero no seamos ingenuos, la historia de amor es sólo la excusa para hablar de un tema mayor: la exclusión.
Sangre –nunca había resultado tan sugerente–, sudor –no apta para menores de 18, me temo– y lágrimas (lo siento, cada vez que matan a la pobre abuela se me saltan unos lagrimones como el puño) para indagar en uno de los grandes problemas de la humanidad.
Ah, y diversión, mucha diversión. ¿Nos vamos una noche al Fangtasia? Si Eric está esperando, sí. Y si Bill pasa a tomar algo, ni te cuento.