El blog de Luisa Tomás

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lunes, 30 de enero de 2012

Algo sobre Serlan


"En cada ser humano hay un lado oscuro. Todos queremos ser Obi Wan Kenobi y en gran medida lo somos, pero también hay un Darth Vader dentro de nosotros. No se trata de que tengamos que elegir entre una cosa u otra porque estamos hablando de dialéctica, del bien y del mal, que coexisten en nuestro interior. Podemos huir pero no escondernos. Seguid mi consejo, enfrentaos a la oscuridad, cara a cara, y hacendadla. Como dice nuestro amigo Nietzsche, ser un ser humano ya es bastante complicado, así que dadle un buen abrazo a la oscuridad del alma y gritad el eterno sí". Chris Stevens.

Ayer, después de terminar "Antigua Vamurta", me vino a la cabeza esta cita de Chris Stevens. Y es que, independientemente de los valores literarios del libro, amén de la imaginación del autor y la estructura, impecable (bien dispuesta, cada cosa en su sitio; cada cosa en su lugar: cada hilo vertebrado en una línea de capítulos alternos), quizá lo que más destaco en él es la construcción del héroe (que lo es, en su imperfección), Serlan de Enroc.

De hombre poderoso a fugitivo vencido y desterrado -(creo haber visto, quizá me equivoco, en ese capítulo un guiño al Cid)-; de gran señor a aventurero –cazador (pescador) de animales casi mitológicos–. De las causas nobles a las tabernas. De protector a protegido (no quiero ni acordarme de su capitulito con la mujer de los dientes afilados en la isla). Y de valiente, incluso temerario, a hombre atenazado por el miedo (tema que se manifiesta en las últimas líneas del libro). Y, por fin, desde el miedo... renace el gran capitán. Y ahí nos quedamos, para mayor ansiedad de mi mente. Y no soy más explícita contando para no joder a quienes no lo hayan leído. Ah, y algo sobresaliente: la relación entre Serlan y un murriano –su natural enemigo, es algo así como el prejuicio inicial que un merengue tiene hacia un culé y viceversa ;)– que evoluciona desde el recelo a la admiración y/o la amistad una vez que caen las máscaras y se descubren los corazones, con sus más y sus menos.

Y por qué Serlan me llevó a la cita que pongo arriba.
Pues porque mi mente trabaja –por decir algo– así.
Y porque Serlan es perfecto en su dualidad. Es decir, está tan bien construido como personaje que presenta las aristas que ofrece cualquier ser humano, los más y los menos, las dudas y los aciertos, la valentía y el temor. Porque no siempre somos luminosos ni debemos serlo. Porque si siempre parecemos perfectos estamos ocultando algo. Porque no me creo que haya gente que no se enfade, que no patalee o que nunca se deje poseer por la ira. Porque todos alguna vez caemos –sólo los verdaderos héroes se levantan de nuevo–. Porque el modelo bueno/malo sólo tiene validez en los culebrones y en las pelis españolas malas. Ah, y en los amores baratos, donde uno se ciega por la idealización y no se enamora de verdad. Para amar, hay que querer por igual las virtudes y los defectos. Lo demás es falacia.

Y porque de falsedad está el mundo lleno, y buscamos autenticidad. Me encantó hallarla en Serlan.
Enhorabuena a su autor, Igor Kutuzov. Y, como consecuencia, a los que podemos compartir esta lectura.



La foto es lo primero que sale al buscar en Google Imágenes Serlan Vamurta. Creo que es del propio blog de Igor Kutuzov. Si estoy robando, por dios, que alguien me avise antes de que el FBI venga a por mí.

martes, 24 de enero de 2012

72 minutos de silencio... Y reflexión sobre la belleza

Porque a tu lado me quedé dormida. Porque alegraste las noches en las que estaba triste, porque me diste tu tiempo y tu sonrisa, y tu llanto, y tu alegría. Porque me quitaste el sueño y llenaste las tardes de lluvia. Por las mil aventuras que vivimos juntos, porque me acompañaste y me enseñaste. Por las noches de sábado, esas en las que, después de las risas y las copas, tú y yo, solos, nos entregábamos a reconfortantes placeres. Por las mañanas de domingo que pasé contigo y tu inconfundible aroma a café y hogar.

Por eso y por mucho más, te echo de menos MEGAUPLOAD.

Por eso y por los mordiscos de vampiro, y los aullidos de los hombres lobo, y los crímenes sin resolver, los dramas carcelarios y las historias de mafiosos, y de moteros, y de músicos de Nueva Orleans. Te echo de menos y mi alma y mi imaginación, mi ocio y mi casa están de luto.

La vida sin series es peor vida. La vida de un seriéfilo es magnífica si no te falta tu dosis diaria, pero, si tenemos en cuenta que, desde el jueves a hoy, sólo me he metido en vena un miserable capítulo de "Crónicas Vampíricas" que me costó horas conseguir... mi mono empieza a convertirse en gorila. De aquí a atracar el Media Mark o la Fnac hay un paso.

Y no, lo de la piratería no me parece bien. Y ese gordo cabrón que montó MEGAUPLOAD y nos timó a todos –hasta los mismísimos de que me echara a los 72 minutos, me convertí en cliente PREMIUM– tendrá que pagar por ello, pero ni tanto ni tan calvo. No tengo la solución a este problema ni sé qué se debe hacer, pero, bien es cierto que, gracias a que vi series por Internet, compré muchísimas –y no exagero cuando digo MUCHÍSIMAS- y me gasté (y seguiré gastando) un dineral en ellas. Participo de ese comercio y participo gustosa, porque me fascina. Y me fascina tener la casa plagada de hermosas cajas de DVD con "Roma", "Mad Men", "True Blood", "Perdidos", "Los Soprano", "Prison Break"... (no, no las presto, por si acaso a alguien se le ocurre).

Supongo que las nuevas formas de consumir obligarán a los grandes imperios a remodelarse. No hay otra. Quiero decir, gastarse 150 euros en comprarse "Los Soprano" te hace dudar. Pero si la HBO los pone en su web y pagas un euro por capítulo, evitarás piratería, la verás con calidad y la consumirán millones de personas. Y los histéricos fetichistas de series, como la que esto suscribe, además, se gastarán los 150 pavos.

Supongo que lo lógico es estrenar en la TV (por dios, no hablo de Telecinco ni mierdas por el estilo, hablo de la FOX y la HBO principalmente), esperar unas semanas e ir subiendo los estrenos, que el consumidor podrá ver a un módico precio. Y además tener archivo con todo lo ya estrenado. ¿Quién no se pasearía de vez en cuando por la web de la HBO a ver "Roma", "Deadwood", "Los Soprano"...?



No sé cuán fácil o difícil es eso, pero supongo que es lo que se espera por lógica. Todo lo demás es alimentar la piratería, porque dudo mucho que millones de personas se resignen al hecho de no volver a ver series por Internet.

Y una vez desahogada, os diré que si vais al cine (sí, también gasto en cine, que nadie me acuse a mí de no consumir, joder), os ahorréis (o no, todo el mundo hablará de ella, y hay que estar informados) la pasta de "The Artist".

Esta película da para un corto, poco más. Está bien hecha, es bonita, estética, tiene detrás un pastizal... pero carece de alma. No cuenta nada. Con ella no sufres, no ríes, no lloras, no disfrutas, no te inquietas... Es decir, no sientes nada. Nada de nada.
Y eso me ha traído otra vez a esta desordenada cabeza mía la siguiente idea: la belleza sin alma no sirve, o no es.

Es lo que les ocurre a las modelos (por eso no seducen): están elegidas para no llamar la atención más que lo que llevan puesto, son cuerpos sin rostro sin risa y sin lágrimas, nulos.

Bueno, que me estoy yendo del tema. Eso lo dejo pa otro día.

Que aquí dejo mi particular réquiem a Megaupload, que tanto me dio, con la esperanza y el deseo que esto se resuelva pronto y pueda volver a meterme en vena capítulos y capítulos de mis series, que tanto me gustan y me aportan.

Y no exagero. Por ejemplo "The Shield" y "The Wire", y también "Los Soprano", me enseñaron a tener la mirada cenital, que tantas veces me ha ayudado a comprender a los otros y a no juzgarlos. Esa mirada que tantas veces me ha recordado que las cosas son como son y no como quiero que sean. Asumir para vencer.

"Perdidos" me recordó que nada es lo que parece. Y "Prison Break" que hay gente en el mundo (poca pero la hay) por la que vale la pena morir. "True Blood" desplegó ante mi curiosa mirada un mundo de placeres estéticos que escondían los grandes temas de la humanidad: el amor, la exclusión, el rechazo, la muerte. La pasión y el deseo. Lo prohibido.

"Deadwood" volvió a demostrarle al mundo que la brutalidad es una cualidad casi inherente al ser humano. "Roma" me hizo viajar a esplendores imperiales... "Los Borgia" y "Los Tudor" subrayan la idea (cada vez más asentada y demostrada) de que el poder y la corrupción van inevitablemente unidos. Y así podría seguir y seguir.

Pero concluiré (y éste ya es el fin, lo prometo) recordando la madre de todas las series, la que me enganchó. Esa serie de los noventa, posmodernista y genial. Una serie sobre lo profundo, el humor y la relatividad. Un lugar donde conviven doctores, curanderos, científicos y chamanes, locutores de radio místicos, mujeres fatales, viejos astronautas, cinéfilos lunáticos e ingenuas misses. Porque Cicely, el pueblo donde se desarrolla (mil veces plagiado) no es un lugar, es un estado de ánimo. Porque nadie como sus pobladores para recordar que el ser humano vive en constante cambio y es dueño absoluto de su alma y su libertad (uf, qué responsabilidad más chunga) y de sus miedos (es muy representativa la historia de Holling, el cazador, con el oso Jesse, su miedo, su dragón, su toro –ay, que me extiendo otra vez–). Porque "Doctor en Alaska" nos recuerda que somos capaces de renacer cada primavera. Y porque tiene frases como ésta: "Es hora de ponerse manos a la obra. Tanto si sale bien como si no. No importa. Soy libre". Joel Fleischmann.

Bueno, ellos lo cuentan todo mucho mejor que yo. Y con ellos os dejo.



viernes, 20 de enero de 2012

Y sin embargo...

"No es amor el amor que cambia cuando una alteración encuentra, o que se adapta con el distanciamiento a distanciarse. Sino que firme perdura hasta en el borde del abismo. Si esto es erróneo y se me puede probar, yo nunca nada escribí, ni nadie nunca amó". W. Shakeaspeare.

La Bruja de las Palabras cerró el libro después de leer estos versos. No necesitaba más. No quería más. La noche se mecía sosegada y fría sobre su altivo y desolado castillo; el aire helado se había aposentado en los muros de la fortaleza y de su alma desde el desesperado día en el que decidió no volver a regalar sus palabras, no pronunciar su nombre, entregar su silencio al olvido.

A lo lejos, el murmullo del agua arrastraba una voz dolorosa que le arañaba el alma y susurraba su nombre. Y así, sin quererlo, sus pálidos labios recordaron, sin voluntad, sin pensamiento que los acompasara, las palabras que un día le ragalaran y que ahora yacían en la tumba donde descansan los corazones abandonados: "AMOR es poner ROMA al revés".

Quizá él nunca las escuchara, ni su rima lo envolvieran, pero la Bruja de las Palabras volvió a mirar su espejo, compañero de ostracismo y soledades, y éste le mostró en su reflejo que era la más hermosa del reino, no por su blanca piel ni sus ojos verdes, ni por su altivez ni su talle, era la más hermosa por custodiar en su pecho el tesoro de los amores que no huyen cuando una alteración encuentran.

Presa de la belleza del verbo, que con tanto celo encerraba en su boca, se refugió bajo la luz de una vela y comenzó a escribir la carta de amor más bella jamás cantada. Concluida, la rasgó y arrojó al fuego.

Pero su eco no pasó inadvertido, y el viento, heraldo negro, la arrastró por caminos y callejas, hasta convertirla en canción de juglares. Y de éstos a los nietos, y de los nietos a los hijos de los otros, y de los hijos de los otros a los biznietos. Y así hasta hoy, donde aún se tararea, se canta, se sufre y se goza, pues sus versos son lágrimas de amor y de vida. Unos los llaman "Dime que me quieres"; otros "Y sin embargo", pero todos coinciden en que, aun sin saber dónde nacieron, sus estrofas hablan de la hermosa existencia de los amores que no mueren, esos que no cambian cuando una alteración encuentran.

domingo, 15 de enero de 2012

Una de cine del bueno


De mayor quiero ser David Cronenberg y tener de actor fetiche a Viggo Mortensen. Después de la interesantísima "Una historia de violencia" y de la extraordinaria "Promesas del Este", el tándem Cronenberg-Mortensen ha logrado otra maravilla cinematográfica, "Un método peligroso".

La película arranca a principios del siglo XX. Al primer personaje que conocemos es a la protagonista femenina,Sabina (Keira Knightley), una joven rusa internada contra su voluntad en un hospital psiquiátrico, donde se convierte en paciente de Jung (Michael Fassbender). Gracias a la aplicación del psicoanálisis, Jung consigue ayudar a Sabina. Orgulloso, comunica sus progresos al admirado Freud (IMPRESIONANTÍSIMO Viggo Mortensen).

A partir de ese momento, se establecen una serie de vínculos que los conducirán a los caminos del abismo y del gozo, de la neurosis, la perversión, la enfermedad, el amor y el sexo.

No voy a destripar la peli, sólo a deciros que, si podéis, vayáis a verla (a ser posible, solos, y mejor en una sala medio vacía. Y, por supuesto, en versión original).

Cronenberg, que es un tipo muy listo, aprovecha el trasfondo del nacimiento del psicoanálisis para hacer una maravillosa labor de inmersión hacia los rincones más oscuros del ser humano. En una inteligente jugada del guión, es el propio Freud el que se encarga de decir en la peli que hay que alejar el psicoanálisis de la tentación de la charlatanería y la superstición. Y defiende el poder del habla, de la palabra, para curar (o no curar, pero sí saberse, conocerse, reconocerse, aprenderse, en resumen, crecer). La palabra, el verbo, como medio para llegar al fin de saber más de nosotros, de nuestras pequeñas o grandes neurosis, histerias, dolores, frustraciones...

Exhibiendo como exhibe estas "debilidades humanas" -el honorable y correcto y perfecto doctor Jung puede llegar a ser un tipo bastante detestable; ansioso con la comida, sádico en la sexualidad; altanero con los que no pertenecen a su clase...-, desde luego, podría decir que "Un método peligroso" es una película incómoda, de las que no se olvidan, cruda, inquietante. En un primer momento, uno piensa que va a ver una especie de drama romántico, pero nada más lejos. La peli es compleja y muy arriesgada y muestra sin tapujos la enfermedad y la perversión humana.

Miedo, disfunción, amor, inseguridad, fracaso, represión, deseo, libertad, trauma... Todos estos temas aparecen a lo largo de la película, maravillosamente interpretada por el trío protagonista. A la que sólo le pongo dos pegas: en la parte final, hay un intercambio de correspondencia y sólo vemos a los personajes leyendo esas cartas; es un recurso excesivo: mucha voz en off, plano fijo... Y el otro gran defecto es que Viggo Mortensen debería salir más, porque está soberbio.

Por lo demás, altamente recomendable. Pero ojo, no es para todos los públicos; y no me refiero sólo a la calificación por edades -que también, no llevéis a vuestros hijos. Es más, dudo que la mayoría de los chavales de 18 años estén preparados para algo así-. Hablo de algo más. No imagino cómo se sentirá al ver esa película una persona que haya sido maltratada de niña, alguien que obtenga placer en el dolor o alguien que, sencillamente, sufra un pavor incontenible a la hora de expresar lo que siente, a verbalizar sus emociones, su deseo, su amor, sus sentimientos, pulsiones y pasiones. En resumen, a enfrentarse a la verdad, a verse a sí mismo, a mirarse en el espejo. Porque la verdad a veces es dolorosa y nos invita a huir, que es más fácil que afrontarla. Pero también menos valiente.

martes, 10 de enero de 2012

Adiós a las musas (y a tantas cosas)

Abandonada por las musas y traicionada por el reloj. Carente de imaginación y con el tiempo en los talones. Sea por lo que sea, me siento incapaz de juntar dos letras. Y eso me sienta fatal.
Con impotencia, contemplo a las ideas descojonarse de mí en la cabeza, sin que mis dedos sean capaces de ejecutarlas sobre el teclado, ni mi verbo de darles forma, ni mi imaginación de desarrollarlas y meterles mano, deformarlas, transformarlas y dibujarlas en verso o de prosa, o de relato, o de post. Nada de nada. El vacío.
Y es una sensación desagradable, una fuerza que te coge de la mano y desea llevarte tal abismo. Oscuridad y frío. ¿Habéis sentido el pálido acero del desamor? ¿El desgarro de la decepción? ¿El dolor por la falta de empatía de aquellos a los que amáis? El temor al folio en blanco es comparable a la pena del amor cuando se acaba. Es un pozo sin principio ni fondo, no sabes muy bien cuándo entraste ni cuándo podrás salir. Y nada está en tus manos. Sólo puedes dejarte arrastrar y confiar en que, antes o después, volverá la luz a tus días.
Así las cosas, hallo consuelo en la imaginación de otros –sobre todo guionistas, gracias chicos (ojo, quizá haya spóilers)–. Y me entrego a ella. Por fin, ha vuelto "The Vampire Diaries", serie un tanto "teen" que me encanta. Y terminé la segunda de "Downton Abbey". Que me encantó y aclaró que, por muy valiente que parezca ser Matthew (el tío va a la guerra y todo, y se lo curra), no deja de ser tan mierda como el que más. Mira que huir así de la hermosa y altiva Mary, a veces tan insolente, pero bella y apacible, fingidamente fría, enamorada de él hasta las manillas... Pero cómo haces eso, chico. En fin.
Y también hallo consuelo en mi interminable paciencia, pues en ella reside la esperanza de que las musas algún día volverán a mí. Ya, habrá quien piense que la paciencia no es lo mío. Pero es apariencia. La tengo. Infinita. Inmensa. Generosa como ella sola. Sí, está mal eso de piropearse una a sí misma, pero igual es que llevo demasiado tiempo deseando, sin saber por qué ni cómo, un poco de comprensión y algo menos de silencio. Una pizca de empatía. O dos palabras: "Te entiendo". La soledad no es la falta de compañía, es la falta de comprensión.
Y os lo digo yo que deambulo sola e incomprendida por esta vorágine de la que hasta las musas se han apeado, las muy putas, y me han privado del codiciado don de la palabra precisa (si algún día lo tuve).



Matthew y Mary bailando en "Downton Abbey". Él me tiene cabreada, es un cagón.