El blog de Luisa Tomás

El blog de Luisa Tomás

martes, 30 de noviembre de 2010

Mi pobre corazón... tan blanco

"No te pega ser del Madrid". Y no son uno ni dos ni tres los que me lo dicen. Son muchos, y todos ellos amigos, casi todos del Atleti. "¿Por qué? ¿Pensáis que el Madrid es un equipo de pijos o algo así? Chicos, sabréis más que yo de fútbol, pero no tenéis ni idea de sentimientos".

Madrileña de adopción, carabanchelera por afición y adolescencia, mi infancia son recuerdos (ay Machado) de las frías calles de mi pueblo. Si hablase de series, diría que ahora os voy a pegar una paliza a spóilers, pero como voy a hablar de vida, diré que quizá cuente más de lo que jamás tenía previsto contar de mí en este blog, pero, si no, no hay manera.

Dice mi padre que recuerda cómo en los sesenta, cuando en mi pueblo no había tele, él se iba con su padre, mi abuelo, andando a Portilla a ver al Madrid. No imagino ni alcanzo a adivinar qué ilusión llevaba mi padre en su caminar agudo, incansable, ágil, hacia la dichosa Portilla (pueblo en el que, por cierto, jamás he estado). No alcanzo a adivinarlo porque si me esfuerzo me pongo a llorar.

No he elegido ser del Madrid como no he elegido mi grupo sanguíneo, probablemente las dos únicas cosas que permanecerán inalterables a lo largo de mi vida. Soy del Madrid desde que nací sin siquiera saberlo. Y este equipo me ha dado muchas alegrías y muchas penas. Mi pueblo, allá en la fría y lejana sierra de Cuenca, es una aldea de pocos y mal avenidos (siento decirlo, me consta que alguien de por allí me lee y sabe quién soy). Pero también es el lugar al que siempre vuelvo. Es lo que tienen las querencias. Y me gusta: su monte, su leña, mi familia. El invierno y la nieve.

En mi pueblo, el fútbol se ve en un bar. Y prima un movimiento que mezcla churras con merinas y que difícilmente deja ver el partido con calma, sobre todo si eres del Madrid. Ayer, a no sé cuántos grados bajo cero, mi padre tuvo que irse a casa a mitad del encuentro por algo más que por el bochornoso resultado. Veo su cara rosa, con sus ojillos verdes de listo, sus arrugas, su visera, y su andar, ya algo más cansado, doblando la esquina de la iglesia, camino a casa, y me parte el alma.

Ni se merecía el griterío del bar ni que los once tíos que llevaban la camiseta blanca salieran a jugar como si aquello fuera una pachanguita en el patio del colegio. No sé cuál fue el problema ayer (el Barça juega muy bien, pero el Madrid lleva una temporada -hasta que llegó a Barcelona- soberbia. La cosa prometía más emoción, coño), pero intuyo que el Madrid, a pesar de tener grandísimos jugadores, no contaba ayer en el césped con casi ninguno -salvo Casillas y pocos más- que fueran conscientes de lo que es jugar un Barça-Madrid. Lo decía mi hermana y tiene razón.
Un Barça-Madrid no es fútbol. Es pasión. Y tenéis que estar a la altura, aunque perdáis.

Jamás olvidaré las lágrimas de mi hermana ayer. Ni las de mi sobrino en el 2-6. Pobre mío, mi niño, con su camiseta de Casillas aguantando el chaparrón y con medio pueblo gritando en el bar eso de "eo, eo, eo, esto es un chorreo". Y él, con su cara tan guapa, secándose las lágrimas por debajo de sus gafitas... Ay, madre, qué disgusto.

No puede ser. Nos debéis gloria y orgullo, no vergüenza. El Madrid no es un equipo de pijos -aunque los haya, que los hay sin duda, como en todos lados-, ni lo soy ni lo he sido ni lo seré ni vengo de un sitio donde eso sea posible. El Madrid es un equipo de ilusión y lucha. Es un sueño. El todo es posible. El Madrid es honor, aunque se pierda. Es un equipo de bravos. Y vosotros que tanto cobráis y que lleváis esa camiseta estáis obligados a cumplir como hombres, no a lloriquear como niñatos.

Me decía Igor que si me animaba a escribir sobre Mou. Quizá otro día. Hoy, mi corazón tan blanco anda más por el lado del sentimiento, reforzando la afición y con el deseo de decirles a los que hoy son responsables del defender a mi equipo que a veces nuestra sonrisa depende de su entusiasmo y su fe. Por dios, que no la pierdan.

P.D.: La foto, un trocito del lugar donce crecí, nevado y tan blanco como mi corazón (a pesar de todo y del frío).

martes, 23 de noviembre de 2010

Confesiones lunáticas


Stefan Salvatore es un príncipe azul. Y, como todo el mundo sabe, los príncipes azules destiñen. Es guapo, bueno, listo, hábil, culto, honesto... En fin, que el único defecto que tiene es que es vampiro. Pero, si una se pone frívola, y dado que estamos hablando de una ficción, eso no es un problema, más bien una ventaja. Si Elena se decidiera y se pasara al lado oscuro, tendría todo un tipo a su lado per secula seculorum.

Damon Salvatore es un crápula y un gamberro, pero es divertido y encantador. Y, si rascas, hallas. Y qué hallas. Pues un corazón, vampírico, y a veces cruel, pero corazón al fin y al cabo. Y ya late por Elena. Y es ahora cuando la serie está tremendamente interesante y es más hermosa que nunca. Sí, me he rendido a los encantos de "The Vampire Diaries" con la misma facilidad, y la primera resistencia, con la que Elena parece sucumbir, aunque se niegue, a los encantos del hermanísimo.

¿Habéis visto la luna? Estos días está espléndida, plateada y fría como un cuchillo. Echando la vista atrás, he visto que el año pasado por estas fechas, también la luna llena me tenía subyugada, y a ella le escribí un post, uno de ésos -de tantos- que cuando los vuelves a leer te avergüenzas, pero qué coño, lo hecho, hecho está. También entonces, como ahora, "Doctor en Alaska" ocupaba parte de mis reflexiones. Esto me hace pensar otra vez en el tiempo como espiral y en Nietzche, o en el día de la marmota, por darle un nombre al asunto más cinematógrafico y dejar al alemán para post más concienzudos y menos espontáneos que el que ahora me ocupa. Bien, planteado esto, ¿tengo que pensar que me repito? Sí, desde luego, pero, quiero decir, ¿el año pasado por estas fechas me sentía más o menos como me siento ahora? Lo que escribía así lo pone de manifiesto. ¿O es que simplemente soy una lunática? Dejémoslo ahí, que no puedo hacer de mis lectores un psicoanalista gratuito.

Más. Sea como fuere, la Luna, Selene, Ixchel... tiene un poder de seducción al que pocos se resisten. De todos los mitos e historias de la luna, hay una historia -y cito de memoria, igual hay algún datillo que se me va- en el "Popol Vuh", libro sagrado de los mayas, que me encanta. El libro habla de la Creación -como todos los libros sagrados- y cuenta que los dioses crearon primero a los animales, pero que como éstos no tenían el don de la palabra -el verbo, tan importante en toda cultura y religión- no podían venerar a los dioes, por lo que fueron rebajados a ser espíritus inferiores. Luego se creó al hombre de barro, que hablaba, pero era frágil, no resitía al sol ni a la lluvia. Luego crearon el hombre de palo, pero no tenía sentimientos ni palabra. Entonces, los dioses enviaron el Diluvio Universal (¿os suena? Por cierto, aquí también hay un descenso a los infiernos) y los hombres que sobrevivieron a él fueron rebajados a la categoría de simios. Al tercer intento, Ixchel, la luna, molió maíz. Y al molerlo, la madre, como es mágica y fértil, obtuvo sangre. De esa sangre creó al hombre definitivo, al hombre que habla y honra a la deidad y a la que luego le debía sacrificios... de sangre, claro, con el escándalo que esto supuso para el conquistador extremeño de a pie o a caballo y católico para más señas.

Después de este rollo y de no saber muy bien por qué me estoy dispersando tanto, vuelvo al principio del post. Y a "Crónicas Vampíricas". Tengo la sensación de que esa serie es mejor de lo que parece, incluso, y de que deja sueltos bien pocos cabos, amén de tener interesantes referencias. A ver, ahora, nuestros protas andan envueltos en un lío de padre y muy chamán mío con un hechizo que tiene que ver con la condena de hombros lobos y la luna llena, los vampiros y el sol. Y anda por ahí suelta una piedra lunar, el sacrificio de sangre de una inocente y la maldición de un chamán. Para más inri, Elena está en peligro. Y quién la protege. Muy bien, los hermanos. Y en el capítulo 8 de la segunda temporada vivimos dos momentos alucinantes de los que os pongo vídeo. No puedo insertar, pero sí enlazar. Cuidado con los spóilers, aunque jamás os perdonaré que no los veais. Son dos minutos.



Total, que yo estaba en el salón tan ricamente viendo esto. Y desde la terraza se contemplaba una luna llena generosa como un pan recién horneado, pero fría, sugerente y desapacible. Pero a la vez envolvente y poderosa. Y me dio por llorar. Conclusión: soy una lunática. Y, en contra de la opinión general y aunque pueda parecer escandaloso, no me parece tan grave. Disfrutad de la luna llena. Está como para ponerse a aullar.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Cursiladas preinvernales varias


“Quiero amarte desprovisto de palabras y relojes. Quiero tenerte en silencio en un lugar sin tiempo ni paredes. Sin la urgencia de los besos clandestinos, sin el juicio de los que nos miran con sospecha. Quiero despertar sin prisas en una mañana sin horas. Quiero un sol que no anuncie el día ni tu huida. Quiero un amor sin lunes, un amanecer sin coches ni despertadores. Quiero atravesar contigo el otoño. Quiero a tus manos tanto como a tu alegría. Quiero para los dos el sonido de la lluvia, el humo del café y los cigarrillos, el murmullo de los ríos y las hojas amarillas de los árboles. Las tormentas y el ruido de los trenes. Quiero andar descalza por caminos que nadie haya pisado y encontrarte en ellos, en cada piedra, en cada paso, en cada herida, en cada beso. Quiero el universo que cabe en tu abrazo, no descubrir jamás el misterio que encierra tu mirada. Quiero un leve vestido nuevo para que lo mime tu tacto y unos zapatos con hebilla para que tus dedos se enreden al quitarlos. Quiero un día sin teléfonos ni ordenadores, sin trabajo y sin rutinas. El fuego y la espuma, la nieve y el bosque. Quiero un mundo sin geografía para explorarlo contigo”.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Doctor en Alaska o cómo huir de los días grises


No, no es que quiera huir del otoño ni la lluvia, ni del invierno que amenaza... pero tanta fealdad me espanta. Si una se desayuna con los comentarios soeces, racistas, machistas y nauseabundos de cierto comentarista, pocas cosas pueden ocurrir –en vista de que aún me queda un buen rato de trabajo– que arreglen el día: algún email, escuchar un poco de música... o acordarme de que hay una parte del blog que tengo "semiolvidada": la referente a "Doctor en Alaska".

Hacer lentejas y prestar esta serie son en mi vida un acto de amor del que pocos privilegiados gozan. ¿Pocos? Dos: Manon y su señora esposa, mi Mar en calma –todo un torbellino–. Y aunque está feo citarse a uno mismo, lo voy a hacer para repasar por qué esta serie es tan importante para mí y caló tan hondo. Hoy, y otros muchos días, saco mi alma lunática para sobrevivir al espanto de las oficinas grises, de las rutinas, de los progres de postín, de los viejos verdes que van de defensores de la moral, de la jodida contractura, del olvido del amor, del peso de los fracasos, de la aplastante realidad, de las facturas y la falta de aparcamiento, de las soledades y las preocupaciones, de los que se quejan de la lluvia, de los que juzgan vidas y hasta las perdonan.

Y cuando cae este chaparrón y a una la pillan sin paraguas –ya se sabe, menos luz; la melancolía del otoño o las jodidas hormonas–, va corriendo a refugiarse a una de las cabañas de Cicely: hora de comer, ni dios en la redacción y todo un mundo de satisfacción en seriesyonkis. Hoy me quedo con el capítulo 20 de la tercera temporada de "Doctor en Alaska", mi favorita, creo.

El capítulo junta dos historias. Por un lado, la de un chaval que no puede viajar y lo hace a través de una caja de cartón, enviándola a distintos puntos del mundo. En cada lugar ponen algo propio del sitio, la sellan y la envían. Por otro lado, la muerte de Jesse el Oso, al que Holling no pudo matar –Jesse es más que un oso para el aguerrido Holling, pero hay que ver la serie para entenderlo–. Jesse muere de viejo y el viejo cazador honra su tumba como si fuera la de un héroe.

Grandes momentos de la historia de la caja lista –es tonta si ves tonterías– que hacen que estos días grises no lo sean tanto, aunque persista la lluvia y hoy no veamos el sol.


lunes, 15 de noviembre de 2010

Los tudor y un poco de batiburrillo (otra vez)


He leído por ahí que en "Águila Roja", serie que no veo y no pienso ver, han calzado a Rembrandt para que pinte a una noble desnuda. Hasta ahí, todo bien. La cosa se complica porque tengo entendido que la serie se desarrolla en tiempos de Felipe II, que murió en 1598. Si tenemos en cuenta que Rembrandt nació en 1606... hay algo que no cuadra. Ah, también han metido a Luis XIV, el rey francés, que es unos añitos posterior. Pero nada de esto parece importar a los cinco millones y pico de audiencia que tiene.

Como a mí sí me importa, no la veo. Y me entrego de nuevo a los placeres que me proporcionan "Los Tudor". Bienvenida sea esa cuarta temporada. Ahora bien, desde que Tomás Moro, el humanista católico, y Thomas Cromwell, estadista y reformista, no andan por la corte, aquello es un lupanar. El rey, pura lascivia –qué bien lo hace y qué asqueroso puede llegar a resultar–. Las cortesanas, unas frescas. Los cortesanos, unos violadores y asesinos... Se salva el duque de Suffolk, el único que además parece ayudar a mantener el poco equilibrio que le queda al rey –pongo foto de él porque, además, me parece el más guapo. El rey es tan... instintivo, que me da asquete–.
Los dos capítulos que he visto de la cuarta me han atrapado. Es una serie realmente bella, y crea imágenes que parecen de cuento. Navidad, la corte, Londres nevado, amantes, terciopelos, vino y pieles. Un lujo para los hedonistas. Y el contraste de quienes no ven en la nieve más que frío. Ya sabemos de que hablamos y también que los privilegios históricamente siempre han sido para unos pocos que además siempre son los mismos. Con todo, la serie me parece muy bien hecha y estupendamente documentada y fiel. He visto el primer ataque de histeria de Lady María, quien después de casara con Felipe II y pasara a la historia como una mujer cruel, azote de protestantes (la llamaban Bloody Mary), y deduzco que este arranque dará pie y lugar a mostrar su carácter con toda crudeza.

Otro de los logros de la serie, y aunque ya no está, es el personaje de Tomás Moro. No olvidaré jamás las cosas que decía: "No puedo pedirle a nadie que haga lo que yo en conciencia no puedo hacer, ni aún para salvar mi vida". ¿Y Wolsey? "Si hubiera atendido mejor a dios, no me habría abandonado en la hora de mi muerte". Y cito de memoria. Seguro que lo decían mejor y más bonito. Y es que en "Los Tudor" se dicen cosas importantes y muy bien dichas.

Es una gran serie. Así lo pienso, y lo siento. Y hoy tengo el día más de sentir que de pensar. Quizá por eso lleve toda la mañana escuchando a Miguel Poveda. Y quizá por eso despida este post con algo que no tiene nada que ver con él, pero me apetece, aunque eso me cueste perder los 64 seguidores que tengo, pocos pero selectos. Gracias, chicos. Y lo siento. No puedo evitarlo. ¿Poveda y Morante en un vídeo? Pura pasión. Lo calzo.




miércoles, 10 de noviembre de 2010

Damon: sonrisa en pleno drama



Donde esté un buen drama que se quite la comedia. Mi vida doméstica está en crisis, pues uno de los mejores momentos del día consiste en ver un capítulo o dos de una serie compartida con mi sister. Y ahora andamos en dique seco. Yo tengo las mías que veo sola, a mi ritmo. Ella las suyas... pero ninguna en común. Bueno, sí. Estamos viendo "Cómo conocí a vuestra madre", que está bien, pero...

...pero ayer me dormí viéndola y no eran ni las once. Eso es inédito en mí. No me duermo a esa hora ni aunque me lo proponga, y menos viendo series. Pero las comedias me aburren. Está comprobado. Y ésta... tiene su gracia, es rollo Friends, pero me canso. No soy de risa floja. Soy más de sonrisa pícara y de humor negro.

"Cómo conocí a vuestra madre" tiene virtudes.
Bueno, una virtud: Barney. El resto de los personajes no tienen demasiada gracia. ¿Por qué? Porque son unos cursis que se pasan el día hablando de amor, sobre todo el prota, Ted. ¡Ese tío es un histérico obsesionado con la pareja! Y luego dicen de las chicas... ¡Madre de Dios qué pesado! Y menos mal que ya ha roto con su novia pastelera –literal– porque fueron los capítulos más empalagosos de una comedia que yo he visto jamás.

Ted, Robin, Marshall y Lily tienen gracias aisladas
. Barney las tiene todas. Insuficiente para una comedia de personajes que pretende serlo y durar mucho en el tiempo. No es "Friends", eso está claro, aunque también cuenta la vida de unos amigos pijos de Nueva York que se lo pasan de miedo, beben mucho, visten bien y etc., etc., etc. Ted, Robin, Marshall y Lily son sositos y sólo quieren amor. Barney es un promiscuo con una casa "espantachicas". No hay más. Sólo hace gracia Barney y algún que otro chiste aislado de los demás. No me basta. Y ayer la estaba viendo y no podía dejar de pensar en "The Vampire Diaries". Pensando que lo mejor de "Cómo conocí a vuestra madre" es una frase de Damon, el "vampiro malo" de "The Vampire Diaries". Ésta, hablando de su hermano, también vampiro: "Stefan quiere ahogar su instinto de vampiro, hacer una vida normal, ver todos los capítulos de "Cómo conocí a vuestra madre". Y lo dice con esa cara de mala leche... que no me queda más remedio que sonreír. Igual que he sonreído con esto que acabo de ver:

Damon: "Voy a ignorar a esa perra".

Stefan: "¿Crees que así reclamarás su atención? ¿Y qué harás cuando la tengas?".
Damon: "Una estaca, una guillotina... Algo poético".

Esa afirmación del "vampiro malo" + su cara de sarcasmo + su cara bonita + su vestimenta de rockero malote = sonrisa en un día que tampoco da para mucho más, al menos hasta que empiece el fútbol o me acueste a leer a Vargas Llosa.

Volver al curro después de un gran puente local
se hace tan cuesta arriba como el final de "Roma" o el de la tercera de "True Blood". Pero dan las dos y la cosa cambia: no, no me voy a las dos. Pero de dos a tres se pira todo el mundo a comer y la redacción es mía, de seriesyonkis, de una ensalada en la mesa... ¡y de Damon Salvatore!
Sorpresa entre las sorpresas en una serie que prometía ser una tontada, Damon se erige en mi vida como el verdadero rey de la ironía y la mala leche. Y del sentido del humor. No hay nada como la risa en medio del drama. Es decir, nada mejor que ver una serie a la hora de la comida en medio de una tediosa jornada laboral.

Elena buscando a Stefan, toda cursi: "¿¡Stefan!?"

Damon (semidesnudo): "Mejor, yo".
Oh, my god. ¡Benditos sean algunos guionistas!

Y de regalo, un vídeo con las joyitas que Damon suelta por esa boquita de piñón. Que diga, de vampiro. ¡Si es que se merienda al insulso de Stefan!

lunes, 8 de noviembre de 2010

Así estoy yo sin ti


...solo, como un poeta en el aeropuerto, así estoy sin ti... Y más triste que un torero al otro lado del telón de acero... Así estoy yo sin ti.
Ojalá pudiera escribir los versos más tristes esta noche, pero ese privilegio queda para otros, para los que saben escribir versos o sentirse los más tristes. No para mí. Y eso me pone triste, y no sé si más o menos triste que a otros esta noche, pero triste al fin y al cabo. Y triste y no depresiva ni ansiosa ni decaída, sólo triste porque la tristeza también es vida y camina de la mano de la alegría.

Y estoy contenta. Tanto, que he perdido un vuelo de mañana y me he sacado uno para hoy con el fin de estar en mi ciudad en una jornada tan intensa como ésta: carrera de ACNUR -bien por mi sister pequeña, que la ha corrido-, los MTV, el Estu, el Geta contra el Barça (pobre Geta y Míchel y su corazón tan blanco) y mi Madrid contra su Atleti.

Y mira que me caéis bien, cabrones,
desde mi hermana Ana a Willy, Luismi y el indiscriptible Alberto, sois de una casta que ya la quisiera yo ver todas las tardes de toros en Las Ventas... pero, ay, con mi Madrid habéis dao, hermosos. Hoy habéis escrito una línea más en vuestra historia: uno no gana si no cree que puede ganar, y mirad que os lo tengo dicho.
He aterrizado en Madrid a las ocho. Y a las nueve y 37 segundos estaba entrando en el Mulligans sabiendo que mi Madrid iba a ganar. Y vale, hemos ganado. Sin grandes alaracas, sin escándalos, lo normal.

Y luego, la voz de la derrota:
"un gol de fuera de juego y otro de falta y bla, bla, bla"..., decía una voz envuelta en queja, en excusa... La charla del perdedor...
Y mira que me caéis bien, cabrones. Pero no me lloréis, que me tenéis harta. ¿Me vistéis llorar en el Alcorconazo acaso? No. Se gana con honor y se pierde con vergüenza y escandalosamente, pero no se llora, que llorar es de cobardes.

Y yo hoy he llorado, y no por mi Madrid, ni mucho menos, ni por cobardía, ni mucho más, sino porque podría escribir los versos más tristes esta noche y no los escribo. Porque a veces la luna y la vida quieren ponerte en suerte una pena que no trae dicha y que no empieza ni acaba y encuentra en un Madrid-Atleti un campo de batalla sin amor ni almohadones de plumas.

Si yo pudiera escribir los versos más tristes esta noche estaría contenta,
pero, después de todo, estoy contenta de no poder escribir los versos más tristes esta noche. Lejos de alimentarme de la queja y la derrota, atléticos de mis entretelas, me vengo arriba en la ausencia de depresión, de caída. No esperes de mí un valle de lágrimas, nútrete tú del dolor y déjame con mi gozo y mi -permíteme la ausencia de modestia- gran, enorme, inconmensurable corazón... tan blanco.

Y déjame que me despida,
atlético de mis carabancheles, con otro atlético de pro, una de las glorias del Atleti que a mí, madridista confesa, más me gustan. Bueno, con dos. Con ésta y con esta otra. Ole. Y con este otro, que pa eso, como él, soy de Carabanchel y no del barrio de Salamanca. Ay, tu Atleti, mi Madrid. El nuestro, tan "invivible", pero tan insustituible.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

"The Vampire Diaries". Eliminando prejuicios (otra vez)


No debo preocuparme, aunque hay quien se empeñe en castigarme. "El capítulo 9 de Crónicas Vampíricas me ha encantado. Qué emoción. Qué miedo. A nadie en su sano juicio le gusta más Stefan que Damon". Eso he puesto en mi facebook hoy. Y rápidamente: "Pero cuántos años has cumplido, ¿14?"... "Mis vampiros de Bon Temps son mejores".... "Bla, bla, bla, bla...".

Sí, los vampiros de Bon Temps son mejores. No hay duda. Y no, no he cumplido 14. He cumplido 34. ¿Pero dónde está escrito que a partir de los 30 –¿o quizá de los 15?– una –una, y no uno, por dios– tenga que dejar de divertirse? En ningún sitio. Ergo... a divertirse se ha dicho.

No me cansaré de agradecer a Moltisanti
su consejo: "Insiste con Crónicas Vampíricas" –Gracias, Chrisi–. He insistido y me ha vencido.

Por partes –como Damon se merienda a sus víctimas–.
Mejor dicho, por puntos. Diez exactamente. Para todos aquellos que –como yo– tienen prejuicios a la hora de enfrentarse a esta estupenda serie -uf, menos mal que los vencí–. Bueno, no –qué jodido es esto de escribir del tirón–. No, no voy a dar diez razones para verla porque eso ya lo hizo mejor que nadie Moltisanti en su Carrusel –es el mejor blog de series, desde mi punto de vista–.


Así que no voy a hacer algo que ya está hecho y muy bien hecho.
Intentaré desmontar prejuicios, basándome en los míos propios.
Vamos a ello:

Prejuicio 1 de seriéfilo cultureta-gafapasta (yo no llevo gafas, pero me quedarían bien): "Seguro que es un producto de y para adolescentes".
Sí, para adolescentes y para los que no lo somos. En un primer momento, y en un alarde de honestidad, la serie parece una historia más de instituto americano. Y eso está, sí, pero también hay alcohol, sexo, fiestas un tanto "incorrectas", drogas y sangre. Es decir, aquí no sale Zac Efron cantando mariconadas. Lo del instituto es sólo el decorado ideal para coger un montón de jovencitos llenos de hormonas y ponerlos a funcionar en una historia compleja.
Prejuicio 2 de adicto a "True Blood" (éste es mío): "Seguro que es un plagio de True Blood".
No, no lo es. De hecho no se parece en nada. Sólo en que hay vampiros, y nada tienen que ver con los de Bon Temps. Tampoco la historia, ni la trama principal, ni el tipo de vampiro... Nada.
Prejuicio 3 de adicto a "Crepúsculo" (éste no es mío): "Seguro que es un plagio de Twilight".
No, no lo es. "Crepúsculo" sí es un producto adolescente y puritanillo. "Crepúsculo" es a "The Vampire Diaries" lo que una balada de Glenn Medeiros a un concierto de Metallica.
Prejuicio 4 de quien va de enteraíllo porque ha hecho un curso de guión (vale, éste es mío) y hace sus pinitos: "Seguro que son personajes planos".
No, no lo son. A ver, haberlos... haylos. Se necesitan. Pero Damon emerge con una fuerza sobrehumana, como buen vampiro que es, y se convierte en un personaje imprescindible. Cruel, sarcástico, egoísta, divertido y totalmente inhumano... hasta que deja de serlo (en momentos muy concretos, claro). Y ahí nos derretimos con él. Él es el verdadero protagonista. La razón de ser. "The Vampire Diaries" es Damon. Y es un personaje de los grandes, comparable a los grandes personajes de las grandes series.
Prejuicio 5 de quien está harto de las historias de amor pastelosas y los triángulos chica-chico bueno-chico malo (vuelvo a entonar el mea culpa): "Hasta los mismísimos estoy de historias de amor".
Sí, pero el amor es un tema universal. Siempre, en cualquier historia, aparece. Aquí el triángulo tarda un poquito en verse. De hecho, al principio, ni te lo imaginas, pero cuando ves a Damon sonreír... piensas: "Esta pava no se le resiste". Es hermoso. Ahí tenemos una buena tensión. Otro buen motivo para seguir devorando capítulos.
Prejuicio 6 de quien piensa "me va a aburrir".
No, no aburre. Ingredientes: buenos personajes, una historia bien atada y un misterio que el espectador no conoce y que poco a poco va descubriéndose. Asesinatos y personajes nuevos –y misteriosos– que van entrando y de los que no sabemos nada (normal, si no entraran personajes la serie se agotaría de tantos crímenes como hay).
Prejuicio 7 de fan intransigente del mundo vampírico (1):
"No me creo a los vampiros que beben alcohol, toman café y son repelidos por la verbena".
Bueno, sí, ¿y qué? Un vampiro es ficción pura y dura, no lo olvidemos, por dios, y cada uno se inventa su vampiro como le da la gana. Y es muy divertido verlos beber.
Prejuicio 8 de fan intransigente del mundo vampírico (2):
"Paso de los vampiros a los que les da el sol".
Ya, a Edward Cullen le da y se pone a refulgir. A éstos sólo puede darles si llevan su anillo mágico que aún hoy, en el capítulo 11 de la primera temporada, que es por donde voy, sigue siendo un misterio. A Stefan y Damon puede darles el sol por el anillo. El resto de vampiros no lo tienen. No puede darles. Así son estas historias. Hay que comulgar con ruedas de molino.
Prejuicio 9 de machote acomplejado:
"Paso ya de historias protagonizadas por adolescentes cañón que vuelven locas a las chicas".
Ya, hijo, no me agotes con tus rollos de macho ibérico venido a menos. Si fuera por eso las mujeres no pisaríamos un cine: el 98% de los papeles femeninos los ocupan tías con unos físicos de escándalo. Así que, libérate. Un tío bueno-tía buena llena las salas sólo por su cara bonita. Además, ¿quién quiere ver al feo de los hermanos Calatrava?
Prejuicio 10 de adulto coñazo: "No me interesan las historias de vampiros". Ok, no insistiré entonces, pero igual sí te gustan las historias inteligentes, con una base de amor, una pizca de ironía, tres cucharadas soperas de malote irresistible, cuarto y mitad de humor negro, dos gotas de seductoras miradas, un vaso de misterio sin resolver con traje de época incluido y 200 ml de amor-odio fraternal y eterno.
Así que, como diría Loquillo, dale, "muñeca, una oportunidad"... a los chicos de Mystic Falls.

lunes, 1 de noviembre de 2010

"Los seductores". Eliminando prejuicios


"Si es francesa, comedia, romántica (o ambas a la vez, comedia romántica, aún peor) y encima sale Vanessa Paradis... paso totalmente de verla. Vamos, ni harta de vino". Ésta era yo y ésas eran mis palabras media hora antes de comprar las entradas para "Los seductores". Y menos mal que no me hice caso a mí misma (es lo que tiene pasar del blanco al negro sin transición para según qué cosas) y fui a verla. Porque es una peli bien divertida.

Por partes: el argumento parece que te lo han contado mil veces (normal, todo está inventado), pero, lo reconozco, te hace reír. No pasa nada si os cuento que la historia va de un tío que tiene una "empresa" con su hermana y su cuñado. El tío es una especie de gigoló y la empresa se encarga de deshacer parejas que son aparentemente felices pero que, si rascas... pues eso, te encuentras con que no lo son.

Claro, todo se complica
con una parejita en la que ella es como es y es Vanessa Paradis y el gigoló (Romain Duris) se vuelve loquito. Ella, pija, estirada y distante. Él, paletillo, básico y divertido. Y lo que, en manos de un guionista mediocre, podría ser un pastelón romántico sin pizca de gracia se convierte en una historia chispeante, divertida, rápida y llena de guiños –genial la coña que se traen con "Dirty Dancing", bailecito incluido–.

La historia sólo da un bajonazo
en un momento concreto: cuando aparece el novio. Ahí la cosa flojea y hay unos minutillos algo más débiles, pero, claro, es el detonante para que se dispare la cosa. Y no os cuento más.

Sólo que el prota no es demasiado expresivo, pero está muy bien acompañado por Julie Ferrier, su inteligente hermana, y François Damiens, su cuñado, un gañán simpaticón y muy gracioso. Que ella, Vanessa, no está mal... Tampoco el papel tiene muchas exigencias, la verdad sea dicha. Eso sí, está mona, lleva una ropa ideal y un bolso de Hermés que es una barbaridad... No cuela que ella en la peli tenga 30 años, pues aparenta alguno más aunque muy bien llevados. Si está casada con el bueno de Johnny Depp... desde luego, algo tendrá (vale, algo tiene).

Sin pretensiones, con mucha gracia y sin demasiada mala leche,
la peli te hace salir del cine con la sonrisa puesta y concluye que no hay campiña sin grillos... ni pareja que no tenga unas grietas por las que filtrar las gotas del hastío, la inseguridad y, como consecuencia, el desamor. Ah, también que por muy ideal, rico, altruista, correcto, elegante y generoso que sea tu novio... pocas chicas buenas se resisten a la sonrisa del chico malo, que da peor vida pero más emociones. Ése es el truco. Y ahí está el trato.