El blog de Luisa Tomás

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miércoles, 6 de marzo de 2013

De la libertad y otras movidas



Me espanta el miedo a la libertad del ser humano. Los tiranos lo saben y lo conocen mejor que nadie, y de él se aprovechan. Me descojono al ver a la gente llorar a Chávez, al gran líder coreano... Hubo quien lloró cuando murió Franco, y eso que murió de viejo en una cama y habiendo nombrado un sucesor (abro paréntesis: ¿Se puede saber qué coño celebraban las musas y los musos de la Transición? Esto es tema aparte. Necesito otro post).

Me da pánico que, cada vez más, necesitemos la figura del tirano (a veces convertida en el propio Estado) porque no sabemos qué hacer con nuestros caminos. Tiranos dictadores. Tiranos maridos. Tiranas esposas. Tiranos jefes. Tiranos amantes. Y hasta tiranos amigos. Y tirana familia. Sí, la filiación, como la patria, a veces es una tiranía que aplasta la libertad del individuo. Y el individuo sale de una tiranía y se mete en otra. Y busca alguien que, al fin y al cabo, lo guíe. Y es que la libertad es una cosa muy chunga que a veces implica soledad y tristeza y desconcierto.

Nadie como el Quijote reivindicó al individuo, y para hacerlo tuvo que adoptar la pátina de la locura. Siglos después, el individuo sigue queriendo dejar de serlo, fundirse en la grey, aclamar al tirano, llorar al gran líder fallecido –ese falso guerrillero de espuela y machete, el redentor de la revolución bolivariana. Esa pobre mente obsoleta, fundamentada en términos muertos hace tiempo–.

Hay gente que pone la tele para ver a Falete tirarse a la piscina. Y hay gente que directamente pone la FOX o la HBO. Toda la gente es igual de válida, claro. Todas las opiniones sirven, claro. Para eso somos demócratas y democratistas... Bueno, pues eso, que la FOX tiene una serie estupenda que se llama "The walking dead", donde, además de tripas, violencia, sangraza y zombis, aparece la figura del tirano mejor retratada que yo vi en la ficción –televisiva, se entiende. García Márquez y otros ilustres lo hicieron muy bien en la literatura–.

En un panorama apocalíptico, plagado de zombis, emerge una pequeña ciudad llamada Woodbury, un pequeño paraíso dentro del desastre, con jardines, vallas que los zombis no traspasan, fiestas populares e incluso algo de alcohol. Y hasta sexo. Allí puedes ser feliz, claro, siempre y cuando dejes de ser tú y aclames a Philip, un tipo que, aparentemente, es irreprochable. Y se le puede aclamar. Carismático, bien parecido, bondadoso, compasivo, fuerte...
Está tan bien hecho que al verlo comprendí con más facilidad muchísimos capítulos de la historia. Sobre todos los referentes al ejercicio, tan humano y tan repetido, de amor y odio al tirano.

Os recomiendo ver la serie. Si queréis. Si no, libres sois ;)