El blog de Luisa Tomás

El blog de Luisa Tomás

miércoles, 30 de junio de 2010

Se llama...



...Joe Manganiello, y está así de bueno.
Éste es el actor que da vida a Alcide Herveaux en la tercera temporada de "True Blood" (y si no has llegado al tercer capítulo de la tercera, que es donde aparece, y no quieres spóilers, no sigas leyendo. O sí. Allá tú con tu conciencia y tus spóilers).
Alcide... ¡qué personaje! En los libros tiene bastante importancia, ayuda y protege a Sookie cuando ésta anda como loca buscando a su adúltero novio. Sí, Bill es un adúltero en los libros, y también en la serie ahora que ha dado rienda suelta a esa atracción fatal que siente por Lorena, su creadora.
Aquí, en la serie, Alcide también viene a ayudar a Sookie, por petición de Eric, con quien su familia tiene una deuda. Se presenta como un tío majo, atormentado por una ex novia –en el libro es igual– y además es un hombre-lobo, que es lo más humano con lo que se relaciona Sookie, por extraño que parezca, ya que a éste le late el corazón, no como a su novio y a su –quizá– ¿próximo amante? No sé, dejémoslo ahí, pero, por la evolución de Eric, que es, sin duda, el mejor personaje de la serie, me da que Sookie no va a poder resistirse a sus encantos rubios y vikingos, sobre todo ahora que Bill anda haciendo el animal –literal– con Lorena y ha traicionado –al menos en apariencia– a la reina de Luisiana.
Al tema, este tercer capítulo de "True Blood" me ha decepcionado un poco, sobre todo porque hay dos temas que me cansan y no evolucionan:
1. La obsesión de Jason con el disparo de Eggs. Estoy harta de sus idas de olla y harta de su obsesión con la frente de la gente, a la que sólo ve con un disparo entre ceja y ceja. Sé que Alan Ball es listo y, aprovechando la renuncia del sheriff, quizá pondrá a Jason como nuevo agente de la ley para descojonarse de los agentes, la ley y sus circunstancias, ya que hay poca gente con menos cerebro que Jason.
2. Me cansa Tara. Y me cansa mucho. Creo que el vampiro con el que ahora se relaciona dará juego, pero, a día de hoy, es un personaje que me aburre.
Confío en que, a medida que se va armando la temporada, el engranaje me haga pasármelo tan bien como lo pasé con la primera y la segunda. Pero tengo un pálpito: la persona-no muerto-vampiro que nos va a hacer pasarlo bien va a ser Eric. Creo que él será el personaje de la tercera. Él y Alcide serán el tándem, pero Alcide es más planito. Un tío bueno, hombre-lobo honesto, con ética y un caballero. Pero Eric, ay Eric. Es la gran promesa.
De hecho, lo mejor de los tres capítulos de la tercera han sido frases de él –cito de memoria–.
Cap. 1: "Sookie". No es lo que dice, sino cómo lo dice, cómo entorna los ojos y el gesto que hace.
Cap. 2: "No hagas eso, me hace sentir patéticamente humano". Se lo dice a la tontorra de Sookie, que parece haber despertado en este animal el hombre que lleva dentro.
Cap. 3: Dice ella: "Iré a buscar a Bill. Él haría lo mismo por mí. Tú no lo entiendes". Él la mira, con ¿ternura?, y suelta: "Sí lo entiendo".
Y el mundo se derrite.
Alcide estará más bueno, pero como Eric no hay ninguno. En cuanto a Bill... su encanto empieza a difuminarse. Esperemos que lo recupere.
Salud y sangre fresca.

lunes, 28 de junio de 2010

El corazón (ibérico) partío



Qué panorama tan desolador. Abro el blog y me encuentro con la misma entrada desde hace no sé cuántos días. Ni que alguien –o yo misma, en sueños– fuera a refrescar esto. Estoy en fase de mínima actividad. El cuerpo no me da pa más. Y la mente... mucho menos. Así que, para salir del paso, tiro de lista de relatos y me encuentro con que no me gusta ninguno. Y no voy a castigar a mis esquilmados –pero selectísimos– lectores con cualquier chorrada sin gracia ni lustre. Hablemos de series: no puedo. Vivo pendiente del próximo capítulo de "True Blood"; veo, a duras penas, y de vez en cuando, algo de la segunda de "Prison Break" y voy al día con "Treme". Y sí, bueno, si rebusco, algo encontraré que contar. Pero es que no tengo ni ganas. Apatía y abulia. Ésas son la palabras que definen ahora mismo este estado. El solsticio me dejó en las últimas. Vivo por inercia. Y para más inri, jugamos contra Portugal. Y no quiero. Es el duelo futbolero que menos me apetece. Habría preferido Brasil. Pero Portugal... no me apetece nada.
Y tengo tres razones.
1. Creo en Iberia. Portugal y España, por historia y geografía, deberían ser lo mismo. Tengo entendido que Saramago (y el 80% de los portugueses) también creía en ello.
2. Hablando de Saramago. Ahí va mi segunda razón. Saramago es uno de los grandes –y digo es porque sólo se ha muerto, que no es poco, pero ahí queda todo lo que hizo por el mundo: adornarlo y enriquecerlo con gran literatura, qué maravilla–; y los grandes no se van nunca, porque viven en nuestra memoria. Y él es portugués. Y no quiero que su equipo caiga –pero claro, no quiero que eso suponga que cae el nuestro, ¿podría darse un empate, un abrazo entre los 22 y elegir un 11 combinado entre ambos equipos y además ganarle la final a Argentina, por ejemplo? Me temo que no–.
3. Ahí va mi tercera razón (otra salida del armario, con lo que eso supone a la hora de perder lectores, seguidores y etc. etc. etc.): mi corazón tan blanco (con permiso de Javier Marías) ansía el triunfo para Cristiano Ronaldo. Necesito verlo ganar, alimentar su ambición y su sed de triunfo, la sonrisa de crío que pone cuando juega al fútbol... Me da igual lo que cobre, los anuncios que haga y lo que guste a las mujeres de medio mundo. A mí me gusta no sólo porque juega en mi equipo (y a la vez principalmente por eso); me gusta porque desprende fútbol, y con él valores: ganas de mejorar, de jugar, de perfeccionar, de crecer y, por supuesto, de ganar (no seamos pusilánimes, a todos nos gusta ganar. Tener ambición es bueno; es malo ser maquiavélico y hacer lo que sea para lograr tu objetivo. Pero es bueno querer ser el mejor). Pero claro, también quiero el triunfo para Casillas, lo necesita. Y necesita callar bocas. Y parar penaltis, como se los paró a Italia en la Eurocopa.
Resumiendo; he entrado en conflicto. ¿Casillas o Cristiano? ¿España o Portugal? No puedo elegir. Tengo el corazón partido. No, lo tengo roto. Destrozado. Mañana, 29 de junio, cumple los años una de mis personas favoritas en el mundo, mi hermanita pequeña: la friolera de 27 –con lo mona que era a los cuatro...–. Y está en la misma situación que yo. No, lo suyo es peor: es su cumpleaños y no merece este castigo; merece un regalo. No puede ver enfrentarse a las dos selecciones a las que ha apoyado por igual desde que empezó el Mundial; no puede ver enfrentarse a Casillas y Cristiano... Y no puede, no puede. Y es literal. Y amenaza con no ver el partido, meterse a un cine o a la cama y no querer volver a saber nada del dichoso Mundial. Un drama. Eso es lo que hay ahora mismo en esta familia. UN DRAMA.
Y es que mi hermanita, a pesar de tener 27, y yo (que le saco seis y pico), tenemos el defecto, y a la vez virtud –crearé una palabra para ello: defectud– de creer en los héroes. Los necesitamos en nuestro día a día: desde José Tomás a Cristiano pasando por Aragorn, Alatriste, Íñigo Montoya y nuestro propio padre. Y, por supuesto, Casillas: que es el héroe de toda la familia y el ídolo de nuestros sobrinos.
Y mañana no queremos un duelo a muerte entre dos de los nuestros. Y menos mi chiquitina, que se pone muy sensible el día de su cumpleaños... Nena, no puedo hacer nada para aliviar tu pena, bueno, ese montajillo de cuando eras pequeña rodeada de algunos de los héroes de tu vida y abrazada al simpar "Cecilio", un perro ciego que adoptaste –estás pixeladilla y tienes 20 años menos, nadie te reconocerá por la calle, no te preocupes. Además, me lee poca gente, y ahora menos–.
No estés triste; mañana, pase lo que pase, no pienses en el que pierde; sino en el que gana. Y comparte su alegría. Los dos volverán a ver la gloria. Y ahí estaremos para celebrarlo. Hazlo por Iker y por Cristiano. Por los héroes (incluidos los del Silencio, of course, y su Iberia Sumergida). Por el fútbol, por mí, por ti y por Saramago, por tu natural mediterráneo y su mirada atlántica.

viernes, 18 de junio de 2010

Cosillas –pocas– de "Lo que el viento se llevó"


La vida se compone, en buena medida, de pequeños rituales, costumbres, hábitos, que la hacen a una muy feliz –y no nos engañemos, si lo dejáramos todo en manos de la espontaneidad o de la improvisación, no aguantaríamos la arritmia–. Las rutinas –sobre todo si son elegidas– son más que necesarias. Yo tengo alguna que otra, casi todas confesables. Por ejemplo, una tarde de verano y de chicharra –las hubo aquí en Madrid, antes de que este semitemporal nos recordase que el tiempo, como el ánimo, pasa de la luz al gris en lo que dura un ¡ay!–, con el sol pegando en el tejado de mi casa, la terraza intransitable, las plantas agónicas y el asfalto a punto de fundirse, me tiro cuatro horas de sofá, con las persianas bajadas, a oscuras, a ver "Lo que el viento se llevó". Y esto más que un ritual, ya es puro vicio. Por lo que se goza. Y se sufre. Pero sobre todo se goza. Y es que ya no se hacen películas como entonces.
Pienso en otras, y las hay que me encantan; pero creo que ésta es mi favorita. Y si me propusiera hacer un post sobre todo lo que me gusta de "Lo que el viento se llevó" –de la música a los vestidos– sería un post interminable. Digo más, necesito sólo un blog para hablar de esta película. Pero hoy me limitaré a dar cuatro o cinco pinceladas, quizá seis si me suelto.
Ay, madre, en la que me he metido... ¿Y ahora qué digo? ¿Por dónde empiezo? Por el principio, o por el final, no sé. Ambos son Escarlata. La omnipresente Escarlata, reina absoluta de las cuatro horas de película, porque en ningún momento hay acción paralela. Es decir, hay guerra (y conocemos sus desastres a través de lo que Escarlata hace en el hospital), su amado Ashley está en la guerra (pero no lo vemos, lo sabemos a través de ella)... Todo, todo lo que pasa, pasa por Escarlata. Lo bueno y lo malo.
Escarlata es una mujer arrolladora. Niña bien de una acomodada familia sureña, Escarlata no se resigna a ser lo que se supone que debe ser (la esposa perfecta), quiere ser y hacer lo que le da la gana. Y eso tiene un precio. Para empezar, se enamora del pardillo de Ashley (y yo la entiendo, pero a él lo abofetearía repetidamente), un ser totalmente constreñido en las formas impuestas. "Claro que te quiero, Escarlata, y por ti he estado a punto de olvidar a la mejor esposa que un hombre pueda soñar", y cito de memoria. Pero eso es lo que le dice. Es decir, ella le encanta, pero con lo bien que está uno con una mujer como Melita, que no haga ruido, para qué complicarse con la caprichosa e indomable señorita O'Hara. Y me duele hasta la extenuación cuando él vuelve de la guerra y se pone a hacer el ñoño mientras ella se traga el orgullo y va a buscar el dinero para salvar Tara. Rozando los límites del decoro –cayendo casi en la prostitución–, Escarlata saca sus malas artes para obtenerlo de Rhett. Fracasada, es capaz de casarse con el viejuno novio de su hermana para sacarle la pasta. Así es. Y así salva Tara. Y con ella el nombre de su familia y a su familia misma. Y a la de Ashley, de la que lleva haciéndose cargo desde que él se fue. Conclusión: este tío es un pasmao. Y un verdadero inútil. Y un cobarde. Y ella, aun así, lo adora. ¿Por qué? Porque Escarlata es caprichosa. Sí, y también valiente, y generosa –a pesar de aparentar ser lo contrario– y aguerrida, y luchadora. O sea, que tiene un par. Y sobrevive. Y pasa de tontear con toda la mocedad del sur –coquetea con todos, no le gusta ninguno, salvo Ashley, claro– a cuidar amputados de guerra y a huir con un carro con la esposa de su amado. Es capaz de todo. "Pobre del que se enamore de ti, Escarlata", le dice Rhett, a sabiendas, claro, de que él ya estaba enamorado hasta el tuétano de ella, y que eso, probablemente, lo haría desgraciado.
¿Hablo de cuando ella le dice "no es usted un caballero". "Ni usted una dama", dice él? Pues sí, ninguno de los dos se ajustan a la idea de caballero y dama de la época. En eso son iguales y precisamente, cuando intentan serlo, y él quiere complacer a la sociedad más conservadora, empieza su decadencia como pareja.
¿Hablamos de las desgracias? ¿De las muertes? ¿Del hambre? ¿Recordáis que la segunda vez que Escarlata dice "ya lo pensaré mañana" acaba de matar a un hombre? ¿Recordáis la primera? Lo dice frivolizando, cuando les dice a unos y otros que si bailará con ellos o les concederá el honor de traerle el postre...
¿Y qué importancia le da Escarlata al matrimonio? Ninguna. ¡Qué escándalo! ¡Una señorita del Sur, y de buena familia, y en el siglo XIX que no da importancia al matrimonio! Pues no, ninguna. Se casa tres veces: una por despecho –así, con toda la frialdad del mundo–, otra por dinero –contante y sonante, juró no volver a pasar hambre–, la tercera, con Rhett, ¿por diversión? No sé. Esto ya lo pensaré mañana.
De cualquier forma, si una niñita bien, tan mona, educada para ser esposa ejemplar y estar siempre correctísima en sus formas, es capaz de hacer todo lo que hace, es que dentro de Escarlata hay algo muy poderoso: el valor. Ése es su mayor tesoro.
Otra cosa. ¿Habéis reparado en el valor simbólico de las escaleras en esta película? Cuando Rhett Butler conoce a Escarlata, ella está arriba; él, un truhán, pendenciero, jugador..., abajo. Cuando Escarlata sufre un aborto, ambos están en lo alto de una ostentosa escalera roja. Ella dispara a un hombre desde una escalera medio hundida de Tara. ¿Y dónde termina Escarlata? Llorando, en la escalera.
¿Hablamos del orgullo, del honor, de la cobardía, del matrimonio, del amor, de la familia... en esta película? ¿Hablamos de si Rhett Butler y Escarlata alguna vez se quisieron de verdad? ¿De la relación de Melita y Escarlata? ¿Es Melita una pasmada o en el fondo es demasiado lista?
Son demasiadas cosas. Por hoy ya basta. Mañana será otro día.

martes, 15 de junio de 2010

La 3 de "True Blood". Por fin



Llegó el día, y por fin vi el primer capítulo de la tercera temporada de "True Blood". Y no me decepcionó, y era fácil hacerlo, pues las expectativas eran elevadísimas, pero más elevado es el concepto del espectáculo que tiene Alan Ball, y la HBO en general.
¿Recordáis cómo acabó la segunda?
¿No habéis llegado a ese punto?
Pues si no queréis sobredosis de spóilers, no sigáis leyendo. O sí, lo que queráis.
El capítulo comienza tal como acabó el último de la segunda temporada: han raptado a Bill. Y Sookie, su dulce enamorada, lo busca. Rápidamente, aparece Sam, también buscando, pero... ¿a quién? Parece que a su familia, al menos es lo que se deduce a lo largo del capítulo. Después, dos almas atormentadas por la misma razón: la muerte de Eggs. Cada uno a su manera, la desequilibrada Tara y el básico Jason van a sufrir en esta tercera temporada el desastre que supuso acabar con la Ménade y su corte de seguidores dionisiacos, encabezados por el salidísimo novio de Tara. A lo largo del capítulo, Tara sufre la ausencia de su hombre y parece encontrar falso consuelo en las charlas religiosas de su madre, aunque parece que a la niña le va más el tequila con los tranquilizantes. Y Jason, jodido y con sentimiento de culpa, sufre lo único que no podía sufrir (ya que parece que es lo único que sabe hacer): impotencia.
Más: el humor. Cada diez minutos –matemático– aparece un punto que despierta una sonrisa (no una carcajada, ayer los ánimos del cine estaban subiditos y la peña se partía, cosa que no entiendo). La primera (y la mejor, para mí) de este primer capítulo es ver a Jessica recogiendo sensible el ramo de rosas que Hoyt le ha dejado en la puerta para a continuación arrastrar a un tío con el que va a cenar -literal-. Ya veis, la pobre vampiresita jovenzuela no se controla y, en cuanto puede, se va de caza.
Todo esto está muy bien y son historias –por ahí anda Arlene y Hoyt llorando amor– que rodean a los personajes principales, pero vamos al meollo. ¿Quién se ha llevado a Bill y por qué?
El por qué no queda claro. El quién: unos drenadores. Y ahí entran en juego todas las piezas que se van a mover en la tercera temporada. Porque el rapto de Bill lleva consigo toda una trama de tráfico de "V" en la que parece estar involucrada la misma reina de Louisiana, que implica a su vez a Eric. Y éste ha de deslizarse en un difícil filo de lealtad a su reina (los vampiros están organizados en un sistema de lo más feudal) y de honor (ha de salvar a uno de sus vampiros: Bill pertenece a la zona 5, de la que él es sheriff).
Lo mejor: el final. Bill, malherido, ha conseguido librarse de sus captores y resucita –como en aquel inolvidable capítulo de la primera, en el que sale de la tierra del cementerio, desnudo–, saliendo del suelo, lleno de tierra. Debilitado, ha de nutrirse. Y, para rematar, acaba rodeado de lobos (hombres-lobo, a estas alturas –sobre todo si hemos leído los libros– no esperaremos lobos comunes) a los que advierte: "Me he alimentado". Y se supone que empieza la pelea, pero eso lo veremos la semana que viene.
Cosas que no me han gustado de este primero: sólo una alucinación-sueño que tiene Sam... ¿recordáis que tuvo que beber sangre de Bill al final de la segunda? No digo más. Ah, y que Tara tenga tanto protagonismo. Ese personaje no me seduce.
Cosas que me han gustado: todo. Me sigue encantando la banda sonora, que no haya cambiado la cabecera, los decorados –cada día más la casa de Bill, qué maravilla, con esos cuadros–, los exteriores –tan farragosos, espesos, pantanosos, cálidos–, los guiños a la actualidad (esa portada de Men's Health con Obama al frente), que Eric entre en conflicto (va a ser el personaje de la tercera, lo sé) y, entre otras muchas cosas, que se salte a la torera los libros: así los fans de "True Blood" podemos disfrutar de dos historias con la misma base pero distintas formas. Me encanta su humor negro –Pam: "Quizá vista con exceso de rosa, pero recuerda que puedo destrozarte la garganta"–. Ah, y que siga siendo tan gamberra. Por dios, tomad nota de la aparición de Eric y cómo dice ese "Sookie"... Y es que, si no fuera tan gamberra, no sería "True Blood".
Y ahora a esperar otra semana.

jueves, 10 de junio de 2010

Esto son cuatro días...


...la vida misma y lo que me falta para ver el estreno de la tercera temporada de "True Blood". Y tengo síntomas claros de dependencia al "V", como si fuera un jodido drenador de Bom Temps o en Sheverport, a la espera de atracar el "Fangtasia" (¿alguien quiere no ir a ese bar?). Y no es el caso. El caso es que no se me va de la cabeza. Hoy iba a escribir sobre "Lo que el viento se llevó", una de mis asignaturas pendientes en este blog –la veo todos los años, sola, una tarde entera llorando. Una catarsis. Y me encanta–, pero no puedo. La cabeza se me va. Y para más inri, anoche, leyendo el cuarto libro de "True Blood" (son malos pero muy divertidos), supe que el vampiro Eric había estado en el rodaje de "Lo que el viento se llevó", y me parto. Al igual que me parto cuando se queda viendo a "Buffy, cazavampiros" o cuando Sookie cuenta lo que se le pasa por la cabeza –y por todo el cuerpo– cada vez que ve al rubio. Total, que los libros son malos, pero dan felicidad, como las palmeras de chocolate –más o menos–.
Y si bien es cierto que la serie no se ciñe demasiado a los libros, coge lo fundamental y lo enriquece: convierte un mundo fantástico, que sitúa en una localidad sureña (calor, música, cerveza, sudor, bares de carretera), en el escenario perfecto para hablar sobre la exclusión, los prejuicios y, en general, las bajezas humanas. Esto, bien aderezado con gente guapa, guiones con chispa y una banda sonora que quita el hipo –y sexo, claro, mucho sexo– dan como resultado afirmaciones de este tipo:
Mi hermana: "Nunca una serie me había generado tanta ansiedad".
Yo: "¿Ni "Perdidos", ni la séptima de "The Shield", ni "Mad Men"...?
Ella: No, no, ninguna. Las habrá mejores, pero ninguna que me apetezca más.
Y pienso: mira como las palmeras de chocolate; hay cosas mejores, pero ninguna que me apetezca más. De hecho, esta noche he soñado que me comía una –de las doraditas, finas y crujientes, con ese chocolate que se deshace– y ha sido un sueño muy feliz, sólo comparable al día que soñé que salía con Paul Newman cuando él tenía 44-45, el de "El premio" y esas pelis... ¡Qué pasada!
Por cierto, Moltisanti ha recopilado en su blog los vídeos promocionales y los posters de la tercera de "True Blood" y en "facebook" los grupos probill y proeric están que echan chispas.
A lo que vamos, a falta de cuatro días y siete horas, a poquito que Allan Ball se ciña a la historia del libro, vamos a temblar, porque ahora mismo, por lo que estoy leyendo, mejor no os cuento dónde anda Bill y qué hacen Eric y Sookie, porque os machaco a spóilers. Ah, y, a día de hoy, tomo partido: soy de Eric. Quizá mañana sea de Bill. Pero hoy soy de Eric, y hasta he cambiado mi foto del facebook y me he puesto a Eric con la boca chorreando sangre, el muy vampiro.
¿Que por qué hoy soy de Eric sin dudas?
A este vídeo –spóilers de la segunda– me remito. Me sobran las palabras. Mirad cómo mira, cómo la salva, qué valiente es, cómo habla (insisto, no hay que ver esta serie doblada), cómo sonríe... En fin. Pero claro, una piensa en Bill, tan mono... Bueno, sobre Bill ya pensaré mañana. Hoy somos de Eric y mañana será otro día (menos).

lunes, 7 de junio de 2010

Tonterías vampíricas


A falta de siete días para la esperadísima tercera temporada de "True Blood" (nada mejor para combatir los calores veraniegos que la sangre fresca), me animé a ver el capítulo piloto de "Crónicas Vampíricas (The vampire diaries)". Y vaya mierda. Ni os molestéis. Ya, sabía que iba a ver un producto para adolescentes, me puse en modo "quinceañera" (es decir, vamos a ver una simpleza llena de tíos buenos con una chiquita bellísima pero doliente, una incomprendida, en plan "Crepúsculo"), pero ni por ésas.
La serie es un disparate y no hay por dónde cogerla.
Sí, hay niña mona (a mí no me gusta, es vulgarona), triste por la pérdida de los padres, lista y responsable, con hermano problemático. Y aparece el chavalito misterioso, que se prenda de ella, y que además de vampiro jamás muerde a humanos porque él es así, un tío majo, como Edward Cullen (Bill Compton lo intenta, pero le tiran las femorales femeninas que da gloria). Pero este vampirillo no tiene gancho. Es soso. No tiene interés. No da morbo. Los misterios que encierra bien poco importan (por las fotos que mira, se deduce que lleva viviendo unos 170 años y que en 1864 se enamoró de una antepasada de la prota que es clavadita a ella).
Y llega el malo (Boone, de "Perdidos"), que es un vampiro que no se corta un pelo y muerde y mata. Convencida estoy de que intentará también seducir a la muchacha y que incluso lo conseguirá.
Y poco más hay, un ambiente de instituto que podría ser el de cualquier otra serie americana, tonterías varias e, imagino, que hasta equipo de rugby y animadoras.
En fin, que no la veáis, o sí.
Y si esto fuera poco, me desayuno con la noticia de que llega a Antena 3 "No soy como tú", una serie española con el cursi Nicolás Coronado de prota vampírico y lánguido y que, desde luego, me resulta muy poco apetecible. Otro producto para adolescentes, pero para adolescentes poco exigentes, me aventuro a decir.
Menos mal que llega la brutal "True Blood", que, por cierto, a poquito que se ciña al tercer libro, nos va a hacer gozar, y sufrir. Bill, eres un pasmao. Me da –ojo, posible spóiler, sólo posible– que Eric te va a levantar a la novia.
Vivir para ver.

jueves, 3 de junio de 2010

Me gusta...

...y mucho, el chocolate.
Me gusta ver series.
Me gusta Paul Newman.
Me gusta leer.
Y el cine.
Me gusta quedar con mis amigos.
Me gusta el vino.
Y el jamón y el marisco.
Me gusta tener pseudónimo.
Me gusta ponerme vestidos.
Y llevar sandalias.
Me gusta el buen tiempo.
Y las flores.
Me gusta mi terraza.
Me gusta el pelirrojo de la Ford que me coge el coche cuando lo llevo al taller.
Me gusta acostarme tarde.
Y la hora del aperitivo.
Pero si hay algo que me gusta, que me parte el alma, que me encoge el estómago, que me empaña la mirada, que me revive y me mata y me resucita y ahora me muero y otra vez me bulle la sangre..., que me quiebra el corazón y me entrecorta el aliento... Si hay algo que me gusta y me arrebata... es ver a Morante toreando.




La foto, tan maravillosa, es de mi amigo Manon, el que mejor lo retrata.