El blog de Luisa Tomás

El blog de Luisa Tomás

lunes, 30 de agosto de 2010

Patinazo de Woody Allen


Como se trata de Woody Allen, los medios dicen que es una película menor. Precisamente porque se trata de Woody Allen, yo diría que "Conocerás al hombre de tus sueños" es una película muy mala. Si la peli la hubiese hecho un aprendiz, o fuera un capítulo de media hora de una comedia televisiva mediocre, diría "bueno, no está mal", pero la peli de un tío con esa experiencia no puede ser tan aburrida y repetitiva.
El esquema es el mismo otra vez: narrador que presenta personajes y los va uniendo por las relaciones que tienen entre sí. Los personajes son los de siempre: gente acomodada que bebe y vive con mil histerias y neurosis. El tema: ¿la ilusión? No se sabe, quizá sea ése por una frase que dice Naomi Watts: "Las ilusiones curan más que la medicina". Frase absurda, además, que en absoluto comparto, ya que creo que las ilusiones (las ilusiones vanas, imposibles, las que te hacen no tener los pies en el suelo) son perjudiciales para la salud y la felicidad en general, pero bueno, ése es sólo mi punto de vista. El argumento: película coral que retrata los disparates de una mujer abandonada por su marido, la infelicidad de su hija con su marido, que se enamora de la vecina porque está muy buena, la hija a su vez se enamora de su jefe (Antonio Banderas, muy guapo para sus 50, muy majo, sí, pero tan mal actor como siempre) y éste que se enrolla con la amiga y el padre, que abandonó a su mujer, se casa con una putilla que le saca los cuartos. En fin, que tampoco es que la cosa sea muy original.
Para empezar, es una colección de tópicos y de personajes hechos: la rubia tonta con pinta de actriz porno, la casada cuarentañera insatisfecha, el cuarentañero que se niega a envejecer y se fija en la jovencita, el señor mayor que cree que tiene 30 y se enrolla con la rubia tonta, el mazacote del gimnasio sin cerebro, la artista progre... ¿Algo nuevo que aportar? Pues no, esta peli no aporta nada.
Y no es que la esté destripando. En la peli no pasa nada más. Y para más inri, el tío se permite el lujo de no acabarla. Presenta todas las historias y no cierra ninguna. Es como si dijera: "Tomad, retazos de mi arte. No cierro las historias porque no importa. Importa lo que construyo con mi visión, da igual lo que cuente". Pues no, Woody Allen no es Miguel Ángel y no puede permitirse no acabar sus esculturas -películas-, pues no son, ni de lejos, perfectas. Y no plantean nada original. Abusando de su pasión por lo psicoanalítico, pone a funcionar a todos los personajes por síntomas. Si alguien tiene histeria, se mueve por histeria y no hay más. Se acabó la complejidad del personaje. Ya está. Y eso aburre. Es todo tan plano... Además, creo que todos los síntomas son síntomas suyos: todos los personajes son pequeños Woodys moviéndose en casas bonitas, bebiendo cosas ricas y poniéndose ropa cara.
El narrador de las neurosis de la gente de pasta ha patinado esta vez. Y de qué manera. Ya lo siento, porque, con sus más y sus menos, Woody Allen siempre me ha interesado y me ha entretenido. Esta vez no me ha hecho ni gracia (el guión es sosísimo).
Lo mejor: los actores. Anthony Hopkins, Josh Brolin y Naomi Watts son geniales. Y Banderas... pues a Banderas mola verlo ahí, al chavalito de Málaga, tan majo, trabajando con los grandes. A mí me cae bien, y mola verlo hablar su inglés con deje del sur (del sur de España, quiero decir). Y el tío, para tener 50, ole cómo está... pero creo que es un actor con pocos recursos, pero, en este caso concreto, no importa. Total, pa lo que hace...
En fin, que la que necesitaba una hora de diván después de ver este dislate era yo.
Si os animáis, id. Si no, gastad los ocho pavos del cine en algo más productivo. Cerveza, por ejemplo.

jueves, 26 de agosto de 2010

Una de besos


"Culpo a Iker Casillas de mis altas expectativas en cuanto a besos inesperados". Ése era el grupo de facebook, y tardé en darle al "unirme" cero coma nanosegundos. Y es que ese chico le ha hecho mucho bien a nuestra vida afectiva y sexual, así, en general, además de a la selección española, a su sagrado equipo y al fútbol en general. Aplastados por este ataque insoportable de corrección, habíamos sucumbido a la tentación del qué dirán y nos habíamos guardado los besos, si los había, para el ámbito privado, que no está mal, y es ahí donde deben expandirse. Pero no me digáis que no tiene gracia un beso así, de sopetón. Pues fue darlo Iker Casillas a la envidiada y hermosísima Sara Carbonero y empezar a extenderse esta epidemia como la peste. Y todos tan contentos. "Total, si lo hace un campeón del mundo, por qué no voy a hacerlo yo", dicen ellos, tan hombretones, abrazados a su cerveza. Desde entonces hasta ahora, no voy a decir que mi cuenta de besos haya crecido desorbitadamente, pero sí que me he llevado alguno así, casi sin venir a cuento, para mayor sorpresa de mi asustadizo corazón y para mayor regocijo de los espectadores del momento.
Tampoco es cuestión de ponerse a explicarlos, pero el que más gracia me ha hecho de todos fue uno que nació de una conversación pedante a las seis de la mañana. Yo trataba de convencer a un amigo de mis aptitudes como profesora de latín. "Si quieres aprender latín, dímelo". Y juro que el sentido era literal y único, jamás figurado o doble. Seguí con mi charla -a los dos nos gusta Roma, los romanos y nos pone mucho el rollo de Julio César- y le expliqué en dos minutos, mientras un montón de gente a nuestro alrededor bailaba salsa en el único garito que quedaba abierto, los participios presentes y pasivos usando el verbo modelo amo, amas, amare, amaui, amatum.
No había llegado al acusativo plural de amatus, amata, amatum cuando mi improvisado alumno me lanzó un semimordisco al cuello.
"Te has pasado -dije airada-. Si fuera tu profesora de latín te suspendería".
"Si fueras mi profesora de latín, el latín dejaría de ser una lengua muerta", espetó él, todo vulgar.
No hay manera. Así jamás aprenderás a declinar, chaval.
Cambiemos de tercio y vayamos a los besos de otros, que también están dando que hablar. Uno de los mejores besos del verano (el de Iker y Sara no cuenta, ése será el mejor del año, de la década y quizá del siglo, quién sabe) ha sido el de Sookie y Eric. ¡Por fin! Ha habido que esperar hasta el capítulo diez de la tercera temporada... Pero, ¿era inesperado? Sí, Sookie acababa de reconciliarse con Bill... pero la pobre, aunque lo disimule, llevaba dos temporadas esperando este momentazo.
Primero en el minuto 34, ella, de nuevo, sueña con él. Me encanta. Ella dice algo así como "sé que esto es un sueño" y él dice "deberías disfrutarlo entonces". Qué bueno es el jodido vikingo. Pero luego viene la realidad, y es, para mí, uno de los momentazos de la serie: "Hay fuerzas más allá de mi control. Si llegase a morir sin ni siquiera haberte besado, Sookie Stackhouse, sería algo de lo que me arrepentiría", dice él con una mirada que quita el hipo. "¿Por qué esto suena como si estuvieses despidiéndote de mí?", pregunta, ingenua Sookie. "Porque lo estoy haciendo". Y hala, ancha es Castilla para Sookie y Eric. Pobre Bill, no sé cómo llevarán los cuernos los vampiros. Ya veremos en breve. Faltan cuatro días para el siguiente capítulo.
Que por qué este ataque de ternura, de repente, en el blog. Yo qué sé. No hay que buscar explicación a todo. Si lo hiciésemos, la mayoría de los besos no tendrían sentido. Y no podemos permitirnos ese lujo.

domingo, 22 de agosto de 2010

Salvada por los Hijos de la Anarquía


Atravesando un bajonazo infame, que espero pase pronto, me encuentro de repente haciendo algo que hacía tiempo quería hacer, pero no había llegado el momento. Ahora sí: ver "Sons of Anarchy". Acabo de empezar. Un piloto alucinante. Ni que esta serie estuviera hecha a mi medida. Además, saber que alguien muy querido para mí la veía, me ha animado aún más. Y ha llegado justo a tiempo. ¡Gracias!
Seguro que ya casi todos la habéis visto y me vais ganando, por lo que no os importará que hable sin tapujos de la trama y esas cosas. Además, como sólo he visto un capítulo, si alguno de vosotros no habéis empezado, tampoco os destriparé mucho contenido por una cuestión objetiva.
La cosa se sitúa en Charming, un pueblo ficticio de California, el club de moteros "Sons of Anarchy" controla cualquier iniciativa ilegal que allí suceda, es decir, son una especie de mafia, al estilo de "Los Soprano". Su actividad primera es el tráfico de armas. Sus enemigos, las fuerzas de la ley y los Mayas, moteros mejicanos, y un grupo de nazis llamados Nords. Los Sons of Anarchy son, objetivamente, unos sinvergüenzas, pero ellos se consideran una especie de salvadores de no se sabe muy bien qué.
En el momento en que uno empieza a ver la serie, le recuerda, inevitablemente, a "The Shield", grande entre las grandes, por su dinamismo, crudeza y rapidez. Y, claro, es que resulta que esta serie es una producción de Kurt Sutter, guionista de "The Shield".
En la trama de personajes, ya en el primer capítulo se plantea un abanico interesantísimo. El prota es Jax (Charlie Hunnam), vicepresidente del club e hijo de uno de los fundadores, ya fallecido. El presidente, Clay (Ron Pearlman, es ahora la pareja de Gemma (Katey Segal), la viuda y madre de Jax. Éstos son los principales. También aparece la ex mujer embarazada de Jax (Andrea Donna de Matteo, Adriana en "Los Soprano"), yonki para más señas, una ex que es enfermera y muy mona y los demás moteros.
Además de todos los negocios que mueven, las peleas y demás, supongo que el mayor interés de la serie recae en los tres personajes principales. Al padrastro se le intuye un hijoputa, a la madre una cabrona y al hijo, que además está como un queso, un corazón de oro. El chaval empieza sufriendo: su ex mujer, yonki (¿hijo, cómo se te ocurre?), está a punto de perder al bebé que esperan, por si eso fuera poco, encuentra un manuscrito de su padre en el que reflexiona sobre el club y parece que aquél, como fundador, tenía una idea muy distinta a lo que ahora es; y encima el chaval, aunque es un tipo duro (pedazo de hostias le calza al pavo que le vende los picos a su ex embarazada), se muestra reacio a cometer ciertos actos violentos e incluso sugiere ir aligerando el nivel de delincuencia de la banda. Esto, en un capítulo. Que la madre es una cabrona es una cosa que supongo. Es más, le auguro al rollito de la madre y su actual novio cierto carácter shakespereano (¿recordáis Hamlet?). No digo más, pero viendo el gestito que tiene con la yonki la veo capaz de cualquier cosa.
Bueno, que me lío.
Lo mejor: violencia sin miramientos, mucha crudeza, lealtades, traiciones, r'n'r, motos y mucho cuero. Pero, sin duda, lo mejor es el prota. Es de libro, sí, pero mola mazo: malote con corazón de oro, un irlandés de chupa de cuero y muy viril, todo un rubiazo de perilla y tatuaje. Él pasea con su moto y las chavalas suspiran. Y no es pa menos.
Ya veremos qué pasa, Jax, me temo que me vas a dar una buena temporada. Me voy a ver el segundo.

jueves, 19 de agosto de 2010

El final del verano


Me escribe un amigo: "Haz una entrada, por dios, o el blog se nos hunde". "Pues que se hunda", pienso yo. Son las nueve y no tengo ganas de na ni mucho menos se me ocurre nada de lo que escribir. Podría poner un relatillo, pero no me gusta ninguno, la verdad. A veces, releo lo que escribo y me da vergüenza. "¡Vaya cursismierdas que me da por contar algunas veces, sobre todo de un tiempo a esta parte!". Podría escribir sobre el noveno de "True Blood", pero últimamente me estoy pasando hablando de esta serie, y mira que este capítulo me ha gustado: qué canalla y qué sentido del humor más negro y más fino. O sobre las últimas pelis que he visto: "El escritor", que me ha encantado, y "Madres e hijas", que ni pena ni gloria ni todo lo contrario. Es de esas pelis que no dicen na de na, como esta entrada, hasta ahora.
Si no escribo en el blog es porque no tengo ganas de escribir, pero hoy ya toca, y no sé qué contar. La abulia se apodera de mí. Este verano ha sido uno de los mejores de mi vida adulta, sin duda. De hecho, no recuerdo un verano mejor desde aquel lejano 1997 (a los 20 años todo el mundo tiene buenos veranos, a los 33 es más jodido, bueno, miento, parece más jodido, pero en el fondo son mejores ahora que entonces). Pero me invade la sensación de que hoy se acaba. Hoy, y no el 21 de septiembre, es el último día del verano 2010. Y creedme: tengo mis razones para pensarlo, decirlo y sentirlo, pero sólo me atañen a mí y sería un coñazo contarlas. Además, no quiero, que es lo importante.
Pero hoy se acaba el verano: el verano del Mundial y las apuestas de fútbol, de las Coronitas y las pintas de Guinnes en el Mulli, de acostarse muy tarde entre semana porque los amigos "así lo han querido" y de la "Mafia del baile". Se acaba el verano en el que oí hablar por primera vez de "Kárate a muerte en Torremolinos" y Ford Fairlane. El verano en el que los amigos (gracias) han tenido más importancia que nunca. El verano del barrio:
Willy: "A veces, miro al barrio, y pienso: me piro de aquí, pero luego...".
Yo: "Ya, luego, pienso: ¿dónde mejor? ¿A qué barrio vas a ir en el que puedas llegar de currar, un jueves, a las ocho, hasta las narices, y meterte a tomar algo a un templo de la cerveza y el r'n'r (Cervecería Mulligan's), sin tener que quedar con nadie? Sólo tienes que llegar y estar".
Willy: "Ya, y que los amigos vivan a cinco minutos. Un toque y bajas a tomar algo, a charlar un poco".
Yo: "Claro, y el mercado es buenísimo".
Willy: "Sí, y todo el mundo es del Atleti, menos tú, claro. Pide otra, que nos quedamos en Carabanchel. Creo que por mucho tiempo".
Y así, suma y sigue, desde julio hasta hoy: mucho barrio, mucha birra y, sobre todo, amigos.
Si hubiera que ponerle una banda sonora a estas últimas semanas, podríamos ponerle ésta o ésta pero, aunque no es una de mis favoritas de mi adorado Loco, me voy a quedar con ésta, porque nosotros lo valemos.
Gracias, Javier, por la paciencia.
Gracias, Willy, a pesar de todo.
Gracias, Carabanchel, por ser un reducto de lo auténtico.
Gracias, Mulli, por ser cobijo y diversión.
Gracias, Alberto, por ser. Sin más. Ésta del vídeo de aquí abajo es pa ti.



P.D.: Rebe, Juan, María, Eva, Isa... no penséis que a vosotros no os tengo en mente, pero esto me lo debía.
P.D. 2: Y el verano se acaba tanto que me voy a mi pueblín y mi madre me dice: trae chaqueta.
Se acabó el calor. Una pena. Menos mal que pronto empieza la liga.

jueves, 12 de agosto de 2010

Gracias, capítulo 8


Retiro todo lo dicho. Retiro aquello de que la tercera de True Blood perdía intensidad, retiro eso de que el amor no existe y tonterías por el estilo. El amor existe y tiene forma de serie de vampiros. ¡Bendito sea el capítulo 8 de la tercera temporada! "Night on the Sun‎", queridísimos adictos al V, ha sido el capítulo que nos ha reconciliado con esta estupenda y divertida serie. Tanto, que casi me ha hecho olvidar los tropezones de la tercera y el hartazgo de la ménade en la segunda y me ha llevado a aquellos trepidantes capítulos de la primera. Sangre, sudor y lágrimas. ¿Alguien da más? Y si no has llegado al octavo y no quieres spóilers, no leas más, porque, desde aquí, no voy a tener piedad a la hora de destripar el capítulo, como Eric destripa a... Venga, por orden.
La cosa empieza con Sookie gritando espantada (a la pobre casi se la traga Bill, más vampiro que nunca, aunque luego le salva la vida) y, por tanto, rompiendo con Bill por enésima vez. A lo largo del capítulo, ambos, rotos por amor, se dedican a sus quehaceres: Sookie se despide el buenorro de Alcide y Bill entrena a una cada vez más seductora Jessica, que se niega a abandonar a su creador y pretende ayudarlo en todo. Por otro lado, tenemos a Eric metiéndosela doblada al rey de Mississipi y a éste preparando un ataque con hombres-lobo a la casa de Sookie. Los demás: Sam sigue intentando recuperar para una vida normal a su hermano (dentro de lo que un cambiante puede tener de vida normal), Jason ligando con la rara de Crystal y Arlene con su embarazo en ristre. Lafayette bregando con su madre y con su nuevo ligue y Tara hecha una histérica, queriendo acabar con Bill. Poco más.
Lo más interesante: Eric, mintiendo como sólo él sabe, consigue convencer al rey para que le deje entretener a Talbot, su histérico marido (descojonante esta parodia del matrimonio). Y al final... se la clava –la estaca–. Sí, después de unas escenas con un tono elevadísimo, Eric venga a su familia vikinga matando al marido del rey de Mississipi, que en ese momento andaba en medio de una cacería en casa de Sookie, pero, al sentir la muerte de Talbot... pues se pira, levitando, claro, que pa eso es un vampiro milenario.
Mientras Eric seducía y le endiñaba a Talbot, en Sookie's house la tragedia se esparcía en forma de sangre y vísceras por la cocina de la inolvidable abuelita de la nena: hombres-lobo con Debbie al mando vienen a por la chica de Bill, que se defiende como una jabata y que cuenta, además, con la impagable ayuda de Bill y Jessica, toda una máquina de matar. La que allí se monta es indescriptible. Al final, ganan los buenos, claro, pero lo mejor está por llegar: una habitación de adolescente cursi –la de Sookie– destrozada, con la puerta arrancada, todo por el suelo, sangre, unas tijeras que ella le clava a Debbie y su vampiro, rezumando sangre por la boca... I love you, Bill Compton, dice ella. I love you, Sookie. I'm sorry. Y a lo suyo, es decir, el sexo salvaje.
Fin.
Una pasada.
Lo mejor es que hemos vuelto a ver uno de esos capítulos de "True Blood" en los que de vez en cuando miras los minutos deseando que queden muchos. Uno de esos capítulos que no te dejan ni respirar y uno de esos capítulos estéticos: maravillosas las escenas de Jessica y Bill en casa de Bill, tan decadente, con ese sofá rojo, ella tan pálida... Qué bonito, por dios. Ah, impresionante ese striptease de Eric –la foto no da mucha calidad, son capturillas, pero, bueno, pa recordar... sirve).
Alan Ball, por dios, haz muchas temporadas.
Nos tienes locos.
Tanto, que hoy recupero este vídeo tan "sugerente". Pues así ha sido el capítulo 8 de la tercera, sugerente, trepidante, misterioso, bello... Ay (eso es un suspiro de amor... de amor por esta serie, claro).

lunes, 9 de agosto de 2010

Tres puntos de la tercera


Van ya un buen puñado de capítulos de la tercera de "True Blood" y mi felicidad empieza a crecer. Eso sí, esperaba que fuera aún mayor. Así que, en cierta medida, estoy algo decepcionada. Creo que la serie ha perdido algo de fuelle. Nada que ver con la brutal primera temporada, que es absolutamente genial: lo más divertido y canalla que uno puede echarse a la cara. La segunda fue estupenda, aunque la sobreexplotación de la trama "ménade" acabó saturando a los seguidores más ávidos de vampirismo. En esta tercera temporada, la sobreexplotación va por el lado de los seres sobrenaturales, y tanto es así, que aquí, salvo Arlene, la camarera pelirroja, no hay ni dios normal. Bueno, el pobre Jason, que sigue igual de tonto y continúa siendo uno de los contrapuntos divertidos al tono dramático que a veces tiñe la serie -sangre, crímenes, dolor-. Pero, con todo y con eso, "True Blood" me sigue pareciendo un gran hallazgo. A pesar de incurrir a veces, como apunta bien siempre Moltisanti, para mí, el que más sabe de series en la piel de toro, en un bizarrismo brutal, tiene unos chispazos de lo más inteligente.
Vampirismo aparte, sexo aparte, estética aparte y todos los apartes que uno quiera hacer, hay dos cosas de esta temporada que me están volviendo loca. Bueno, tres.
La primera, algunas frases sueltas que te dejan un no sé qué en el cuerpo. Destaquemos dos o tres. Una, la que el propio Moltisanti destaca en su último "Se lo que dijisteis...", y que es ésta: "Ese pequeño loco pretencioso de Adolf tenía razón en una cosa. Hay una raza dominante, sólo que no es la raza humana". ¿Es buena o no? Pues sí, mucho. Te quedas tiritando. Otra, Eric anda coqueteando con un vampiro, el marido del rey de Mississippi, exactamente, viendo unos grabados japoneses sobre sexo vampírico del siglo XVI. Hablan de sexo y suelta: "Vamos, Eric, tú y yo sabemos que no hay nada nuevo, sólo alguien nuevo". Revelador. No diré nada al respecto. Otra, que es escandalosamente emocionante, es cuando Eric, al ver llorar a Sookie, le suelta eso de "me haces sentir inconfortablemente humano". Dios. ¡Ese vampirazo rubio, tan duro, diciendo eso!
Y así, podríamos seguir hasta el infinito. Porque cada capítulo deja tres, cuatro perlas de este estilo.
El segundo punto que me está volviendo loca esta temporada es la banda sonora. Por dios, no quitéis la música de los créditos finales y afinad el oído en algunas escenas, como en el Merlotte. Y pillaréis maravillas como ésta, que es una verdadera pasada.
La tercera cosa que quita el hipo de la tercera de "True Blood" tiene nombre propio. Y no necesita presentación, claro. Y aunque este vídeo ya lo he puesto en alguna ocasión, repito ahora: no encuentro mejor forma de empezar la jornada laboral en este aciago lunes de agosto. Gracias, Alan Ball. Nunca te estaré lo suficientemente agradecida por haber creado este monstruo tan absolutamente delicioso.

lunes, 2 de agosto de 2010

Desmontando a Garcilaso


No creo que los poetas sepan de amor. Lo piensan, lo escriben, lo describen y lo adornan. Pero no saben de amor. Si supieran, no escribirían. Vivirían y ya. ¿Por qué digo esto? Pues no lo sé. Es lunes, tengo sueño, tengo que currar, me duele mucho la espalda, me aburro y no tengo nada mejor en lo que pensar tal día como hoy. Además, a excepción de Quevedo –por razones obvias, morales y físicas–, creo que casi todos los poetas que escriben versos de amor lo hacen para seducir jovencitas, empezando por Neruda, que me encanta a pesar de que las malas lenguas –que son todas– digan de él que era un pelín viejo verde aficionado a las demasiado jóvenes (uff, mejor no entrar en eso y quedarnos con sus inmensos e innumerables aciertos fónicos. Sí, porque el tan recurrente "me gustas cuando callas porque estás como ausente" no es más que un acierto fónico. No es precisamente una alabanza, pero bueno; seguro que más de uno atrapó en sus redes de araña a una mosca inocente con tan manido versito). Joer, a poquito que me ponga se me va el hilo y me enredo en la madeja, sobre todo con estos temas. Bueno, de Neruda a Garcilaso, uno de mis favoritos, o mi favorito incluso. Nadie habló de amor como habló él. Estoy segura. A mí me gusta de él todo. Absolutamente todo: su vida y su obra. Y a él lo imagino inmensamente atractivo, espigado y con barba. Me encanta que participara de las intrigas políticas de la época y que fuera un soldado. También que muriera luchando, como corresponde a un soldado del siglo XVI, que fuera un bravo y a la vez un refinado caballero y que estuviera en la Corte. Y ahí es donde yo lo imagino persiguiendo damas entre tapices (quizá ando influida estos días por "Los Tudor", donde el poeta cortesano escribe pa lo que escribe y para nada más). De Garcilaso me gusta todo, insisto, que fuera cortesano del gran emperador Carlos V y, a la vez, condenado al destierro (con lo que el ostracismo supone) por éste mismo por un "asunto personal", que no político. Qué pasaría o qué no pasaría entre el emperador y gran hacedor de sonetos (insisto, para mí de los mejores, junto a los de Quevedo. Son los más precisos, los mejor acentuados, los más redondos y los más hermosos, claro) para que el primero lo condenara al destierro. Jamás lo sabremos, aunque parece ser que el emperador se mosqueó porque el poeta participó como testigo –o similar– en la boda del hijo de un comunero. Sea como fuere, en sus 34 años de vida, Garcilaso tuvo tiempo de todo, hasta de morir heroicamente. Y dejó los versos de amor más hermosos que yo he leído jamás. Aunque creo que no sabía de amor y sí mucho de seducir. Porque el poema que hoy no se me va de la cabeza es una aberración, un atentado contra la razón: nadie se muere por nadie, y menos de amor; nadie nace para querer a nadie, ni mucho menos, y nadie le debe nada a nadie, y menos la vida. Es decir, que mi adorado Garcilaso, que no era tonto, escribía todo esto porque es bonito pero sabía que escribía falacias. Seguro que alguna dama cayó en sus brazos después de que él le declamara este soneto. Ay, inocentes: no os dejéis llevar por las palabras vanas.
Fuera como fuese, por la razón que él quisiera, por oficio, beneficio, incluso fornicio, con perdón, es tan bonito, tan, tan, tan bonito, que no me queda más que darle las gracias al amor, y al propio Garcilaso, por hacer brotar el milagro de la poesía. ¡Ay! (Eso es un suspiro).

Escrito’stá en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo:
vos sola lo escribistes; yo lo leo
tan solo que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto,
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero;

cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.