El blog de Luisa Tomás

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martes, 17 de noviembre de 2009

Podemos huir, pero no escondernos


A veces uno se levanta de mal humor y no puede hacer nada para remediarlo. Está de mal humor y punto. Y todo molesta: el ruido de la fotocopiadora –industrial pero blandito, repetitivo, insistente, como un goteo impertinente–, las voces que pega el compañero de al lado cuando habla, los teléfonos, el ruido de fondo de la radio, con esos presentadores que se creen divertidos y hacen absurdos programas-despertadores por las mañanas, fingiendo risa, dando paso a los oyentes que cuentan anécdotas tontas que a nadie importan.
Sí, estoy de mal humor y el día no ha hecho más que empezar. Será la luna, que no llueve o algo hormonal. No me importa. Estoy de mal humor y punto.
Y me siento irascible, y todo me molesta. Me recuerdo –salvando las distancias, que son muchas– a Tony Soprano cuando se mosquea.
No soporto que me tosan. Hoy no, no es el día.
Y la más mínima chorrada me hace estallar.
Tranquilos, se me pasa pronto. Y no tengo nada de mafiosa, aunque sí cierta fascinación por la estética gángster, de sombrero y abrigo largo, por el cine negro y, cómo no, por Los Soprano. Una de las grandes entre las grandes.
¿Os habéis preguntado por qué –una vez metidos en harina, es decir, en ficción– empatizamos con alguien como Tony? No deja de ser un capo del crimen organizado.
¿Será que, sin llegar a ciertos extremos, también reconocemos en nosotros esa parte oscura que convive con la parte luminosa dentro del ser humano?
¿Recordáis la entrada de Chris Stevens en la que hablaba de esto, de esa especie de doble naturaleza humana? Él concluía con algo así: "estamos hablando de dialéctica, del bien y del mal, que coexisten en nuestro interior. Podemos huir pero no escondernos".
Pues eso, que cuando uno se levanta con su "lado negro" en to lo alto, lo mejor es dejarlo estar. Al fin y al cabo, es tan nuestro como la sonrisa que regalamos al amante al despertar, al bebé del carrito en la cola del supermercado, al camarero que nos sirve el café. Ni lo pensamos ni lo decidimos. Sale natural, como la vida misma.
Feliz día (a los que podáis).
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