El blog de Luisa Tomás

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miércoles, 10 de marzo de 2010

Los amantes. Una historia de tantas.


...Y como cualquier otra.

"No debo quererte porque no puedo tenerte". Él la miraba con ternura, como lo hacía siempre, con un chispeante brillo en los ojos, mezcla de amor y tristeza. Y la escuchaba, paciente, mientras fumaba un cigarro tras otro. "No puedo hacer las cosas de otra manera. No quiero esperarte, no quiero despedirme de ti de madrugada. No quiero esconderme. No quiero ocultarte. No quiero herirte. Por eso he decidido dejar de llamarte. Creo que no quiero verte. Quizá sea mejor así para los dos, para los tres, mejor dicho. No creo que ella merezca lo que estamos haciendo. Ni tú, ni yo, ni nadie. Vivo con un peso insoportable. Llena de culpa. Terriblemente angustiada por la sensación de haberme dado cuenta demasiado tarde de que te quería. Odio el momento en que por primera vez me abrazaste. El primer beso. Deploro tu recuerdo cuando te vas; el espacio que dejas. Tu ausencia. Tengo la sensación de haber llegado tarde a algo, de haber empezado a amarte cuando no me correspondía. Creo que este espacio que estamos compartiendo no nos pertence, no es tuyo ni mío y que...".
Álvaro la abrazó y dejó que llorara en su pecho, mientras él, en silencio, acariciaba su cabeza y besaba su pelo castaño. Se sentía invadido por una pena indescriptible. Tenía la sensación de estar perdiendo, en aquella despedida, una parte de su vida que amaba intensamente. Pero no podía hacer nada. Estaba paralizado. Y eso no iba a cambiar. Elena lo sabía y él también. Su amor era reciente, pero tardío. Llegó quince años después de conocerse, cuando él estaba casado; y ella, cansada de ir de un corazón a otro sin tener donde pararse. Los unió la vida, las tristezas y las dichas. A ella le gustaba que con él no tenía que disimular: no fingía ser mejor, más paciente, más transigente o más guapa. La había visto contenta, triste, enfadada. Él había escuchado mil veces su carcajada, conocía sus lágrimas y su risa. Se la sabía de memoria. Y le gustaba.
Ninguno de los dos sabía cuándo pasó. Pero sí que no era su momento, aunque quizá ya nunca hubiera otro. Quién sabe.
“No es que no te quiera. Sabes que sí –continuó diciendo con la frente hundida en su pecho; las manos, cogiendo su cintura. La mirada, fija en el suelo, perdida–. Pero no quiero convertir esto en sufrimiento. No quiero esperar nada que no sé si vas a darme ni sé si quiero tener. No quiero pedirte nada. No deseo sacrificios ni dramas cada vez que te vea marchar. No quiero llorar en el umbral de la puerta de madrugada mientras oigo tus pasos bajar la escalera. Temo que esto que tanto amo no sea más que una ilusión. Voy a echarte tanto de menos que me asusta. Pero todo pasará. Y esto, igual que llegó, se marchará. Supongo. Facilitará mucho las cosas, creo, que esté un tiempo sin verte. No me llames”.
Cogió su chaqueta y su bolso y caminó hacia la salida. “No intentes buscarme. Quizá esto, aunque doloroso, sea lo mejor. Siento no haber sabido antes que te quería. Ahora que lo sé, creo que la mejor forma de quererte es dejarte. Ojalá algún día sienta que he acertado”. Cerró de un portazo y se marchó.
Si volvieron o no a verse, si esto fue sólo una escenita, si ella anduvo diez minutos y regresó a abrazarlo desesperada o, en cambio, como dijo, salió de su vida, sólo el tiempo –y quizá ellos, si existen– lo saben. Pero Álvaro, al verla cerrar la puerta y marcharse, lloró sus lágrimas más amargas, con una tristeza, hasta entonces, desconocida.

6 comentarios:

  1. qué bonito!!!!! y qué duro....

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  2. No es eso exactamente. Creo que en la vida hay que luchar por disfrutar, principalmente. Y hacer cosas que nos gusten y nos hagan disfrutar. Ahora bien, pensar que la vida es un camino de rosas es algo muy ingenuo, propio de pusilánimes. La vida es dolor, alteza –dijo el dulce Westley en "La princesa prometida"–, y quien diga lo contrario miente. La vida es dolor y también gozo. Sufrir es parte de vivir. Y gozar también. En la vida hay sacrificio, entrega, alegría, satisfacción, disfrute, pena y muerte. Vivir es, a veces, sufrir. Si no, seríamos los osos amorosos y jugaríamos a tirarnos por un arcoiris. Y no. En la vida amamos, sufrimos por amar, nos dejan, sufrimos porque nos dejan, dejamos, sufrimos por dejar, lloramos, reímos y perdemos a seres queridos. Esto es así. Conclusión: carpe diem.

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  3. Gracias!!! Eres muy amable, anónimo. Me encanta que te encante

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