El blog de Luisa Tomás

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miércoles, 17 de marzo de 2010

Adiós a Delibes


Al concluir el funeral, el ataúd lo portaron sus nietos –desde el interior del templo al coche fúnebre, poco más–. Pero antes, desde el Ayuntamiento, donde se veló el cadáver, hasta la Catedral, Delibes dio su último paseo por Valladolid en un vulgar coche fúnebre. Visto el despropósito, un anciano, entre el público asistente, se atrevió a gritar: "A hombros, a hombros. Hay que llevarlo a hombros".
Y tenía razón.
En nuestro desmedido empeño de construir un mundo sin emociones, somos cada vez más pusilánimes, más asépticos, más higiénicos. Nada se toca. Nada se abraza. Nada se quiere. Un muerto es ya no es un hombre, sólo un muerto. O un nombre sobre el que escribir, llenar páginas y, en este caso, reeditar. Y no digo yo que esto esté mal. Sólo reivindico la necesidad de dignificar los acontecimientos, incluso la muerte, sí, como el acontecimiento final, y quizá el más importante, de la vida. Sin desmesuras, sin dramas, pero con honor.
En nuestro desmedido empeño por no sufrir, negamos lo evidente –que caminamos por la vida con la muerte como compañera certera–, giramos la cabeza ante determinadas noticias y, por supuesto, vemos como patético cualquier signo que manifieste emoción, por temblorosa que sea, como portar un ataúd a hombros.
En mi pueblo –una diminuta aldea cada vez menos aldea y menos encantadora, aunque igual de diminuta–, hasta no hace mucho, todos los muertos subían al cementerio en los hombros de los que los querían y respetaban. Era emocionante –porque en la muerte también hay emoción– y los familiares que atravesaban el trance de la pérdida de un ser querido tenían, en ese gesto, algo más que el apoyo físico de aquellos quienes trasladaban al difunto. Era una especie de comunión. Un abrazo final. Una muestra de respeto. De la iglesia de mi pueblo al cementerio, hay cinco minutos, yendo despacio. Pero no importa: todos los difuntos ya son trasladados con el coche fúnebre. Lo peor de todo no es eso. Lo peor es que en mi pueblo, la mayoría cree que esto es un signo de modernidad. ¿? (Ah, es verdad: emocionarse ya no se lleva).
Pero bueno, éste no es el caso que nos ocupa, nos ocupa Delibes. Y no digo yo que haya que tirarse de las barbas, partirse la camisa y contratar plañideras –era un señor de 89 años, su muerte puede ocasionar tristeza, no drama–, pero que el último camino de un hombre como él sea en un impersonal coche de una funeraria, donde tanto da que vaya él o cualquier otro, en lugar de sobre los hombros de los suyos, me da que pensar. Y que lamentarme.
Vivimos como si no hubiera muerte y, cuando ésta se asoma, la bañamos con lejía, la protegemos con cristales y le tapamos la cara. Y a otra cosa. En esta pusilanimidad física y espiritual empieza, para mí, buena parte de nuestra decadencia moral. ¿Tendrá algo que ver el miedo? ¿El miedo a lo desconocido –muerte–, a perder lo que tenemos en esta vida? ¿Dónde están los héroes que vencen ese miedo?
Y ahora podría seguir y extenderme, para mayor regocijo de mi amigo Manon, que me reprocha no tocar aquí determinados temas que ahora, creo, vendrían a cuento... Pero no, con Delibes empiezo y con Delibes termino:


"Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales". Miguel Delibes

Hasta siempre, maestro

5 comentarios:

  1. Pues sí venía a cuento, sí. De hecho, creí que ibas directa a eso. Otra vez será. O no.

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  2. Si es que ya me estaba quedando un post muy largo y, si seguia, nadie se lo iba a leer. De hecho, creo que sólo lo has leído tú.

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  3. Yo también. Y me ha parecido fantástico, esa asepsia que parece contagiar todo esconde unos miedos a lo que somos, y no nos queda más remedio que ser: somos mortales, y moriremos. si tenemos una vida tan plena como parece haber tenido Don Miguel, tampoco creo que tengamos que quejarnos ni temer tanto.

    Magnífica entrada, de corazón te lo digo, ojalá te hubieras extendido, bueno, para la próxima ocasión. Un saludo.

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  4. Sí, sí. La muerte es tabú. Con Miguel Delibes (no lo sabía, no había estado atento) veo que ha pasado lo mismo.
    ¡Cuánta razón tenía el anciano! ¡A hombros!

    Y en lugar de velatorio, donde puedes realmente despedirte, una empresa funeraria. "pusilánimes, más asépticos, más higiénicos". Tienes toda la razón del mundo. Toda.
    Un saludo.

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  5. Explorador, Igor, gracias por vuestras palabras y por entender las mías. A veces me cuesta hacerme entender con estos asuntos.
    No me extendí más porque, si lo hago, nadie se lo lee.
    Además, me habría ido por otros derroteros. Cuando empiezo, es difícil parar.
    Un abrazo a los dos

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