
Carta abierta a un gran amigo:
Llegada es la hora, Manon, de decir las verdades a la cara. Después de semanas en un sí que no, en un "por favor, sal del armario, maja" y además te abro un grupo en "facebook" para que nuestros amigos vean que no osas a desvelar en tu blog tu secreto, o en un "hazlo por él, por el que mora, por su tristeza"... Querido amigo Manon, prefiero hacerlo por tu alegría, que también la siento mía.
El único motivo por el que en este blog he hablado de muchas de mis pasiones menos de una no es porque tema perder a mis estimadísimos seguidores, sino porque no estaba pensado para ello y ya hay blogs (sobre todo el tuyo) que dicen todo lo que hay que decir de este tema mucho mejor de lo que yo pudiera, siquiera, imaginar.
Pero todo lo que tiene que llegar llega. Y heme aquí sin saber por dónde empezar cuando ya debería estar acabando.
De todas las características del ser humano, hay una que admiro sobre todas las demás: la valentía. Y tú la tienes. Con la que está cayendo: que si crisis, que si no se venden libros, que si eso que nos gusta está muuuuu feo (y además unos y otros lo usan como arma arrojadiza política, lo que nos lleva a la náusea, que si los prohíben, que si los protegen, ¡qué pesados son todos y qué poco saben de arte!)... Pues eso, que en medio del chaparrón, vas tú y sacas un libro, y qué libro. Eso es echar la "pata'alante", maestro.
Desde el principio hasta el final, "Un día en Las Ventas" es un libro redondo. Qué bien te los conoces y qué bien los retratas, los días buenos y los días malos. Todos. Todos tienen más brillo si los capturas con tu objetivo; el más ágil a la hora de captar las emociones que se dan en una tarde de toros, que son muchas; de convertir el detalle fugaz en un recuerdo eterno. El que nos acerca la delicadeza de los bordados; la cara misma que tiene el miedo; la alegría, el llanto, el triunfo, la lucha, la muerte.
Unas estampas así sólo podían venir acompañadas por unos textos de altura, y aquí te sale al quite el maestro Esplá para derrochar sabiduría e inmortalizarla en tu libro, Manon. Mereces ese privilegio. Disfrútalo.
En los enrevesados caminos del laberinto que es la vida he tenido la fortuna de que me salga al paso la amistad, encarnada, en buena medida, en ti y en tu Mar, tan inmensa y tan salada. Aún me quedan muchos por hollar y sé que en alguno de ellos caminaremos juntos, y que al final nos encontraremos con el minotauro. Y ahí estarás tú para darle un pase, torero, porque con "Un día en Las Ventas" te has merendado el miedo.
Enhorabuena. Y a triunfar.
P. D.: Y sí, me gustan los toros. Mucho. Y en parte, gracias a ti –y a otros de cuyo nombre no puedo olvidarme–.