
"La última vez que vi a Miguel Desvern o Deverne fue también la última que lo vio su mujer, Luisa, lo cual no dejó de ser extraño y quizá injusto, ya que ella era eso, su mujer, y yo era en cambio una desconocida y jamás había cruzado con él una palabra. Ni siquiera sabía su nombre, lo supe sólo cuando ya era tarde, cuando apareció su foto en el periódico, apuñalado y medio descamisado y a punto de convertirse en un muerto..."
No, no es mío. Ojalá. Es el principio de la nueva novela de Javier Marías, "Los enamoramientos", que se publica el día 6. Y ya tengo un motivo más para seguir viviendo. Sí, esto es exagerado, o no tanto. La vida se compone de pequeñas cosas que se van sumando y que al final conforman el motivo por el que respiramos y salimos de la cama cada mañana: viaje en familia este fin de semana a los sitios de la infancia, a los tiempos que se fueron, para mal y para bien, a los amigos a los que no vemos, a paisajes humanos que guardan dolor, a las sonrisas soleadas de aquellas gentes campesinas, tan gratas, tan generosas; un café a media tarde de un martes tonto; una palmera de chocolate después de natación; la banda sonora de True Blood; llenar mi terraza de flores; estrenar un vestido. Y él, y su libro.
Hace años que Javier Marías se convirtió en mi escritor favorito, al menos de los vivos, por encima de tótems como Vargas Llosa y García Márquez. Y ya lo digo sin ningún pudor, liberada como estoy de lo políticamente correcto y de frases como "reconocerás que tal escribe mejor o que cual juega mejor al fútbol". Pues mire usted, caballerete, la que esto firma reconoce lo que le da la gana que para eso le dotó dios, natura, cultura o costumbre del libre albedrío y una lengua un poco larga que saco a paseo en el blog, en el trabajo y en la barra del bar, viendo el fútbol o en una cena rodeada de psicoanalistas argentinos mostrándome el camino.
Que por qué me gusta tanto Javier Marías. Si lo supiera o pudiera explicarlo, no sería una pasión, pero podré dar algunas razones. Porque escribe mejor que nadie sobre el pensamiento. La mente de los personajes queda perfectamente en evidencia, con sus contradicciones y sus caos, con sus dudas e inseguridades. Porque sus personajes son próximos, urbanos, y sienten y piensan por las calles de Madrid con gabardinas y sombreros, en las tardes de lluvia. Porque lejos de no pasar nada, en sus novelas pasa todo: el amor, el duelo, la pena, la muerte. En resumen, la vida. Pero filtrada y expuesta desde el pensamiento de los personajes. Porque no busca exotismo ni sordidez. Porque es cinematográfico y dibuja escenas con precisión, como recién sacadas de una película de cine negro. Por todo eso y mucho más, mi nombre por aquí es uno que se repite en muchas de sus novelas: Luisa. Y he dado un salto de alegría al ver que ese nombre, el mío elegido, que no impuesto, aparece en la primera línea de "Los enamoramientos" (el apellido de por aquí se lo debo a otro de los héroes vivos, de nombre de pila José).
Y revelado ahora a mis pocos pero selectísimos lectores el secreto de mi nombre (cómo reflexiona Marías sobre los nombres y los rostros, lo que decimos y callamos), revelaré también que estoy deseando ir a la firma de libros para que vuelva a escribirme esas cosas tan bonitas que me escribe. Y también que, además de ser un magnífico escritor, es un inmenso madridista –imposible olvidar aquello de "los madridistas, por definición, somos unos incomprendidos" o el fabuloso artículo "Caído del cielo", dedicado al gol de Zidane en la Novena–...
Que por qué calzo esto ahora. Fácil: recapitulemos. Unas líneas más arriba decía aquello de que "la vida se compone de pequeñas cosas que se van sumando...". Pues sumo: primavera, las estrellas, madridismo, mi terraza y ¡Mourinho! Sí, vale, y los sueños, sueños son, pero dejé a mi psicoanalista y a alguien tendré que contárselo. ¡Dios santo qué alegría más grande! Claro, ahora, pícaros, os preguntaréis que qué hacíamos Mou y yo en mi terraza una noche estrellada, rodeados de flores y tomando una copa de vino... Pues qué vamos a hacer: ¡Hablar de madridismo!
No, es broma, para hablar de madridismo ya está Javier Marías. Mou es un hombre de acción y, tras el delirio onírico y el puto despertador, me he dado cuenta de que me tiene loca. ¡Este portugués, qué atractivo es!