Cierto es que no me hace falta la primavera para sufrir todo tipo de alteraciones, que las tengo, de sobra y todos los días, incluso los lunes. Va con mi carácter. Y no, esto no significa una vida al límite, ni mucho menos. Visto desde fuera, mi día a día resulta de lo más convencional, pero son las pequeñas primaveras diarias las que lo hacen diferente. La última de ellas tiene formato de serie, una temporada, siete capítulos, una joya, un nombre: Downton Abbey. La conocí, vi el primer capítulo y no lo dejé hasta que mi módem a punto estuvo de echar humo cual barbacoa primaveral con amigos y cerveza fresquita (ay, qué rica).
Creo que la serie la está emitiendo ahora Antena 3, pero os recomiendo que la veáis en versión original con subtítulos, la voz del mayordomo es todo un poema y dudo que en el doblaje se alcance ese nivelón. La historia comienza el día que se hunde el Titanic y acaba el día en que Inglaterra entra en la I Guerra Mundial. Con ese trasfondo, se pone de frente a una adineradísima familia, con sus pequeños grandes problemas: herencias, hijas casaderas... Y en paralelo, la otra familia: la de los sirvientes, con sus envidias, sus rivalidades y sus afanes de medro, algo que se da también, sin duda, entre duques y elevados señores de la alta sociedad inglesa. Convenciones, bajos instintos y criadas que son las más señoras. Un pequeño gran culebrón (si Aristóteles levantara la cabeza brindaría por lo bien que se aplica a veces su poética) que recuerda a las grandes historias de Jane Austen o Wilkie Collins.
En cuanto a emociones negativas, os traigo dos películas, mis dos últimos desaciertos: "En el centro de la tormenta" y "Los chicos están bien". De la primera se salva la excelente banda sonora (Nueva Orleáns) y Tommy Lee Jones. Y también el planteamiento: asesinatos de hoy mezclados con los crímenes racistas de ayer, pero enseguida la línea principal se diluye hasta perderse. Y llega un momento en el que nada importa: sólo que se escuche una nueva canción. De la segunda, salvo a Annete Bening y nada más. Es una historia demasiado snob sobre los nuevos modelos de familia. Tan guay, chachi y modernita, que no pasa de ser convencional.
Por lo demás, ya se sabe: sale el sol, la casa se llena de flores, tengo trabajo extra de jardinera torpe, la difícil tarea de alentar a los rosales, tengo que empezar a preparar una lista de frases incómodas para echar a la gente de la terraza, sobre todo una vez finalizada la cerveza, el vermú y hasta el agua de riego, llega el Madrid-Barça, la final de Copa, las semis (si pasamos), las torrijas (literales y figuradas)... Cosas que se repiten y cosas que nunca cambian, como la alegría de verte –lea aquí cada cual lo que quiera, lo pongo porque me viene bien. Y hago esta aclaración porque, aunque me leen más desconocidos que conocidos, hay quien se empeña en ver en todo lo que escribo autobiografía, y no, ¿entendido, Javier?–.
Retomo: "Cosas que se repiten y cosas que nunca cambian, como la alegría de verte y las alergias. ¿O acaso pensabas, honey, que volvería a ponerme cursi?". Esta vez no. Esta vez sólo series, un poco de cine y un recuerdo: la serie de siempre, la que nunca cambia pero no se repite, ya que siempre vuelve, al menos a mi mente, renovada y cargada de significado y vida, de primavera.
Sí, muy bien. "Doctor en Alaska", la serie que supuso el principio de mi eterno idilio con las series de calidad, el lugar al que siempre vuelvo. Cicely me dio las raíces, Los Soprano me dieron las alas. Por eso hoy, que llega la primavera, vuelvo a la tierra. A Cicely y sus magníficos personajes, con la certeza absoluta de que la vida deja de renovarse el día en que dejamos de soñar.
Qué grande es esta serie mi madre... enhorabuena por el blog, y por la primavera...
ResponderEliminarBienvenida la primavera, espero que las alergias sean más leves y que por favor, no lo perdamos todo ante el Barça, sería demasiado duro.
ResponderEliminarCoincidimos disfrutando de la terraza
Chris, esta serie es lo mejor. Bienvenida a tu casa.
ResponderEliminarPilar, la terraza es una maravilla, mi pequeño lujo urbano con tumbonas y cientos de flores. Y disfrutarla con amigos no tiene precio, aunque haya que echarlos de casa... :)