Quiso Dios, que todo lo puede, que un amanecer dorado los caminos de Rodrigo y Jimena se cruzaran, o más bien se abrazaran y enrevesaran, como el lazo de una muchacha o la soga de un ahorcado.
Jimena no era una dama al uso: no bordaba por las tardes, no conocía los bailes de moda en la corte, no tocaba el arpa y no gustaba de recepciones ni de las constreñidas fiestas de palacio. A mayor disgusto de su recto padre, una mañana le confesó que no volvería a reunirse con otras mujeres de la nobleza en casa de la condesa viuda de González, también que no quería un ajuar sino un caballo y que antes destruiría el Beato de Liébana que volver a cenar con el duque de Hernán.
El dulce viento del alba arrastraba un murmullo de pinos y luna llena, el susurro del arroyo, el silencio roto de la noche. Y a lo lejos, la premura de un caballo. El ladrido de los perros la arrancaron con violencia de los brazos de Morfeo a la vez que la puerta del castillo crujía abriendo paso a la bestia y su jinete.
Curiosa, y cubierta tan sólo por un fino camisón de algodón, Jimena irrumpió de golpe en el ventanal de su cuarto. Y entonces lo vio. Las primeras luces acariciaban con mimo su tenue perfil, como esculpiéndolo. Libre del yelmo, recolocaba sus cabellos escurriéndolos entre sus dedos. Jimena sonrió: aquel peinado era antiguo incluso para la época. Pero él era tan guapo, tan fuerte... En ese momento, y aun poniendo en peligro su honra y la reputación de su apellido, le habría tirado las trenzas, de haberlas tenido, claro, pero se las cortó en la última luna llena: arrebato hormonal (y eso que esta palabra, entonces, ni existía).
Lo miró descabalgar con destreza. Recomponerse. No había visto jamás varón con más porte ni más gallardo: lo supo capaz de surcar mares, vencer batallas y no rendirse jamás... "Salvo a la blancura de tus pies", le confesaría él tiempo después antes de esconderse tras un tapiz por miedo a ser descubierto y su amor, entonces, destruido.
Pero no vayamos al futuro. Regresemos al amanecer en el que se encontraron: ...y no rendirse jamás... aunque no hallara su cuerpo tregua ni su alma descanso, pues palpitaba en su cálido pecho una sangre ardiente, vigorosa, que respondía al honor de su linaje, curtido y defendido en mil batallas, victorioso o vencido, mas nunca entregado, rendido o humillado.
Contra toda norma, regla y/o convención -escrita, cantada o tatuada a fuego-, Jimena y Rodrigo, que así se llamaba el muchacho, como bien habrá averiguado el desocupado lector por el título del post, empezaron a amarse a escondidas, a besarse a deshora, a perder la razón y a arriesgar su buen nombre.
Rodrigo, aguerrido guerrero, buscaba el refugio de la noche, tras el fragor de la batalla, para soltar su pluma -aclaración que viene a(l) cuento: hablamos de pluma como herramienta para escribir, por entonces no tenía más acepción que ésta y la que se refiere a las piezas que cubren el cuerpo de las aves-:
"Vuestro padre no lo dice, no;
mas me mira mal...
mas me mira mal...
¿Quién es el hidalgo
tan raro que os hace temblar?
Y cualquier alba, los perros
del castillo de vos"...
tan raro que os hace temblar?
Y cualquier alba, los perros
del castillo de vos"...
¡Aj! Rodrigo despesperaba, tachaba, arrugaba y jamás enviaba sus escritos a Jimena. Desconocía entonces que, siglos después, estos manuscritos, encontrados en la biblioteca de un monasterio, inspirarían a un trovador de esos que, andando el tiempo, vinieron a llamarse rockeros.
Mientras, Jimena, mujer poco dada a los desmayos, alimentaba su fortaleza con el recuerdo de su piel. No lloraba. No se lamentaba. En ocasiones se preguntaba si él no preferiría otro tipo de dama, una de las muchas que lo pretendían, alguien como la joven hija del Alvar Gómez (Jimena la había sorprendido más de una vez mirándolo de forma pecaminosa), que contaba, entre otras virtudes, con la de saber escabechar perdices, hilar y preparar las fiestas más abundantes y con los invitados más selectos de la comarca.
Jimena no poseía ninguno de esos dones, pero se habría enfrentado a una legión por verlo sonreír. Una tarde de primavera, que se empeñaba en parecer otoño, supo que nada le alegraba más que su alegría; nada le dolía más que su dolor. También supo que habría cambiado todo el ámbar del orbe conocido por su dicha. La seda por su candor. Y supo que tendría fuerza y valor para soportarlo todo. Todo menos verlo sufrir, reconocer en sus ojos la pena y el llanto callado. Y que haría todo lo que estuviera en sus manos y su imaginación para despertar en su latido la alegría.
Empezó por garabatear una nota que tituló "Cuento de Rodrigo y Jimena" y que ordenó llevar a galope a su querido Rodrigo. No esperaba respuesta. Tampoco la halló. Pero tenía una certeza: aquella epístola con forma de cuento, un tanto absurdo, un tanto infantil, le había hecho reír. Y durmió tranquila, reconfortada, abrazada a su ausencia.
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado, sin dragones ni princesas ni castillos encantados.
P. D. 1: ¿Continuará? Quién sabe. Hay quien afirma que las mejores historias no tienen ni principio ni final. En cuanto al batiburrillo verbal y temporal, no hay más explicación que aquella que define a la intención y el deseo de hacer de nuestra capa un sayo, o lo que es lo mismo, lo que nos dé la gana, que es lo que acabo de hacer yo, despropósitos aparte.
P.D.2. Sé que no es el descojone padre, pero espero haber provocado alguna sonrisa, sobre todo "al Rodrigo" al que va dedicado este post. De no ser así, amenazo con contar chistes. Y tengo menos gracia que la duquesa de Alba bailando la lambada (por decir algo, no sé, que igual la baila de puta madre y tengo que comerme mis palabras, como tantas veces).
P.D.3. Ahora sí: Fin.
¡¡Caramba!! Felizmente descolocado. Me podía esperar muchas cosas, pero esto no. Pues, creo yo que en buena hora, has arrancado más de una sonrisa. Y una carcajada sonora con esta adaptación a los tiempos de Álvar Fañez andd Corporation el buen trovador de Loquillo, cuyos cantos aún resuenan por la dura meseta.
ResponderEliminarA mí me ha divertido y entretenido. Pero no sólo eso, también es una historia de amor incondicional (supo que nada le alegraba más que su alegría; nada le dolía más que su dolor), bella, hermosa como la mismísima Jimena.
Y ya dicho esto, çichyendo mi espada, decir que Mío Cid es algo injustamente olvidado. Es pura épica, y además contado con cierta, bastante verosimilitud. Solo le falta un poco de márqueting y una adaptación fácil para la gente de hoy.
" De los sos ojos tan fuerte mientre lorando tornava la cabeça". ¿Algún poema épico arranca tan bien?
Un beso.
No sé por qué, compa Luisa, pero siempre había sospechado que, tras las letras de Loquillo, se debía encontrar alguna "inspiración" extraña (que, hasta ahora, e ingenuamente, había achacado a los excesos con los porritos...): ahora ya lo tengo perfectamente claro. Buenas risas que me he echado con ese punto, y bien que me ha gustado todo el relato, fresco, liviano, bien trovado. Sigue, sigue, que por aquí andaremos, al tanto...
ResponderEliminarUn abrazo y seguimos trasteando.
Igor: "De los sos ojos tan fuerte mientre lorando tornava la cabeça, e estávalos catando, vio puertas abiertas...". Qué hermoso el Cantar del Cid. El primer libro que me compré con mi dinero. Me gusta tanto... De hecho, si algún día tengo un hijo, le pondré Rodrigo.
ResponderEliminarEn cuanto a esta historieta de anoche... no sé, es una tontería para hacer reír, pero me siento un poco mal: creo que "el Rodrigo" al que va dedicada no la ha leído... Me reconforta haber hecho reír a vosotros, mis incondicionales lectores, que en el fondo sois la razón de este blog. Por cierto, he de agradecerte tu historia de Ermessenda, en cierta medida, me inspiró. Gracias.
Manuel, me alegra saber que te has reído. Seguiré, seguiré. Escribir, no sé si mal o bien, es de las pocas cosas que me reconfortan.
Gracias.
Me he reído mucho, y no esperaba que fuera humorístico al principio, así que ha sido una agradable sorpresa. Shrek en España con sauntrak de Loquillo :D
ResponderEliminarEnhorabuena por el cuento y por lo bien que lo debes haber pasado escribiéndolo, presumo ;)
Un abrazo
Lo he pasado bien, sí, Explorador, escribiéndolo.
ResponderEliminarMe alegra saber que te has reído.
Es divertido imaginar, soñar y fantasear. No nos privemos de ello.
Gracias, Explorador
Buen finde
los caminos del señor son inescrutables
ResponderEliminarAnónimo, te he pillado. ¡Eres tú!
ResponderEliminarJe, je. Tarde pero cierto..
Abrazo
"acuérdate de lo que un día yo escribí, pensando en ti"...