Cada martes, salía de la consulta complacida. Compraba un helado en el Palazzo de la esquina y cruzaba el parque de El Retiro. Los niños me hacían sonreír. Los ancianos me inspiraban ternura. El alegre trino de los pájaros me reconciliaba con la creación. El césped, las flores, el estanque... ¡Ay, gracias a la vida, que me ha dado tanto...!
Pero la crisis llegó a mis bolsillos. Y con ella, los recortes: adiós al yoga, al teatro con Luis –mi dentista, tan aburrido como un empaste de porcelana–, a la música clásica con Jaime –tan pesado como dos horas de música barroca–. Y adiós a mi psicoanalista. Ciao, equilibrio.
En mi primer fin de semana de frustración, me bebí todo lo que quedaba en casa salvo el quitaesmaltes; bajé todo mi armario al contenedor de Cáritas y llamé a Juan –un compañero con el que de vez en cuando me acostaba– a las tres de la mañana para decirle que era un verdadero cabrón. Vale, bien, estaba borracha cuando lo hice, pero no me arrepiento. Es un cabrón. Y ya era hora de que su mujer lo supiera.
Ahora vuelvo a vestir de negro, llevo escotes de pico y altos tacones de charol que me joden la espalda pero me da igual: me estoy tirando a mi masajista, un tipo tatuado que tiene un grupo de rock. Si el bueno de Freud levantara la cabeza... Tanto dinero invertido en terapia cuando en realidad quería gastármelo en bourbon.
Mis compañeros dicen que no me reconocen y mis amigos, incluidos Luis y Jaime, mis fans históricos más incondicionales, ya no me llaman. La gente dice que he cambiado y en el trabajo hay quien me hace el vacío. Pero en realidad no he cambiado. Es que, por primera vez desde los quince, vuelvo a ser yo.
La única a la que no he sorprendido es a mi madre, que me conoce desde que me parió y sabe muy bien qué soy y qué quiero: básicamente, divertirme.
P.D.: Esto es un relato de ficción. Cualquier parecido con mi realidad –todo el mundo sabe que no soy de bourbon sino de tequila– es pura coincidencia. ¿O no? Mujer bipolar vale por dos.
Pues no sé, compa Luisa, cual de las dos "polos" me da más susto; de cualquiera de las dos maneras, las dos están muy bien descritas y narradas, que te conste. Buen relato, bueno...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y seguimos trasteando.
Muy chulo. A veces es mejor desfasar un poco para liberar angustias, temores y deseos, ponerse un escote de pico (lo ando pensando :D) y sobre todo, querer divertirse, sin más. ¿Por qué tendrá tan mala fama la simple diversión? Espero que sólo sea una impresión mía...pero de veras me lo parece. Lástima de dinero despediciado...pero bueno, que más da. ¡A comerse la vida! Juer, me he contagiado de la prota del relato xDD
ResponderEliminarEl inicio me ha recordado a...
http://www.youtube.com/watch?v=vzFQGlYwJHQ
Saludos ;)
Ser siempre como hay que ser, además de agotador, supone el permanente riesgo de dejar de serlo, y pagar los platos rotos, (cielo que valijja más espantosa)
ResponderEliminarManuel, ésta es una historia de extremos. Los dos polos dan un poco de pavor. Lo único es que el segundo polo se divierte más.
ResponderEliminarOtro abrazo. Gracias
Explorador, ¡qué bueno lo que recomiendas! La moderación es un aburrimiento. Una línea recta. Hay que huir de ahí. Gracias.
Pilar, ser como hay que ser según lo que quieren los demás es dejar de ser uno mismo. Eso sí que es agotador y absurdo.
Mil gracias.
se podría decir que la crisis te ha abierto los ojos
ResponderEliminarA garrotazos con los prejuicios para que se quiebren sin posibilidad de recomposición, a empellones con los dias para que dejen cicatrices en las carnes, a tropezones con la vida para evitar la senda recta... ¡A por ello Luisa! Y un recordatorio:
ResponderEliminarSi la vida te da la espalda, tócale el culo.
Saludos
Nacho, la crisis a la prota del relato le ha sentado de puta madre. Creo yo.
ResponderEliminarDemián, tomo nota de tu consejo.
Gracias.
Abrazos
Buenísmimo, buenísimo Luisa Tomás, incluído la p.d final con traca.
ResponderEliminar¡Sin coñas! Uno de los grandes problemas que tenemos casi todos es que vivimos con demasiadas mentiras. Unas pocas, vale, se puede tolerar, pero muchas.... Y este relato lo cuenta muy bien, no sé si era la intención. Lo cuenta muy bien y te partes la caja.
La escena casi campestre del heladito en el Retiro está genial, pero lo que viene después, mejor. Negro, escotes y talones. ¡Mujer fatal, siempre con problemas...! Que decían los Burning.
Y, ahora que no nos oye nadie, también me ha gustado este fondo como diciendo "a la mierda, voy a ser yo".
Sí, intentaré recordarlo.
Un abrazo.
¡Los Burning! Qué buenos recuerdos me has traído al recordarme este grupo. Siempre me ha gustado. En cuanto a lo demás, sí, la intención es mostrar que vivimos permanentemente constreñidos, sometidos al estereotipo, alimentando mentiras, sobre todo llegada una edad. Quizá la mía, o quizá un poco más tarde. Ahora que lo de los 30 es ya una anécdota sobre la que pasan cuatro, la sociedad te pide boda con chico bien, "look" a lo Ana Patricia Botín o Letizia Ortiz y zapatos castellanos. ¿Y si una quiere vestirse de cuero dónde está el problema? En que tiene que enfrentarse a un montón de ojos que la censurarán. Ahí empezará a ponerse a prueba su valentía.
ResponderEliminarAdemás, parece que llegado un momento uno tiene que dejar de divertirse. Y hay que rebelarse. Que en nuestro epitafio ponga: ¡Hay que ver lo mucho que se rió!
Pues eso, que te rías mucho este finde.
Besos y gracias
he vuelto a ver a la pequeña Luisa con este relato, JAJAJAJA , cuanto me has hecho reír hermosa!! GRACIAS!! SRA. Jesusa.... terremoto ha vuelto, y este no cabe en la escala!!!
ResponderEliminarJe, je. Oido esos looks. Me ponene muy nervioso, sólo veo replicantes en todas las esquinas.
ResponderEliminar¡Esto es un asedio de pelos lisos y botas de 200 euros!
Anfrolia, me alegra saber que te has reído. La risa es lo mejor de mundo.
ResponderEliminarIgor, yo también odio esos looks, me parece patético: pantaloncito beis, camisa rosita, un pañuelico al cuello, perlitas en las orejas... Madre de dios, que vomito, así, por la mñana temprano.
Hola, un gusto. He sonreído, me he sentido cómplice, he disfrutado de este humor ácido y puntiagudo para finalmente sentir que, con o sin terapia, en definitiva lo que buscamos es sentirnos lo más felices posibles, con crisis o no. Un camino individual donde podemos transitar de polo a polo y transformarnos infinitamente.
ResponderEliminarTe dejo un saludo fraterno desde el confín austral!
Ah!... y siempre, mañana, será otro día...
ResponderEliminarHola, Eva, bienvenida. Me alegro que este minirrelato te haya hecho sonreír. Era la idea.
ResponderEliminarUn abrazo