El blog de Luisa Tomás
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lunes, 11 de abril de 2011
Del consuelo de los otros
"Y así, tarde o temprano, la persona triste se queda sola cuando aún no ha terminado su duelo o ya no se le consiente hablar más de lo que todavía es su único mundo, porque ese mundo de congoja resulta insoportable y ahuyenta".
Javier Marías. "Los enamoramientos". Abril de 2011.
Con Javier Marías me pasa más frecuentemente que con ningún otro escritor aquello que muchos definen como poesía, es decir, "leer lo escrito como si alguna vez hubiésemos querido decirlo nosotros". Identificarse. Sentirlo. Vivirlo como propio. Como si en ese momento el escritor nos lo hubiese robado.
La frase que pongo arriba no es, ni mucho menos, la mejor de Javier Marías. Tampoco expresa nada nuevo o que no conozcamos, pero me gusta verlo escrito, porque así son las cosas. Y esa frase reafirma lo que en el lenguaje de la calle viene a decir lo de "que cada palo aguante su vela".
No es que uno no pueda contar con otros cuando le ocurre una tragedia o desgracia o tan sólo los pequeños dramas diarios: "Mi novio no me quiere, mi marido me engaña, en el trabajo me pagan poco, me he quedado en paro o mi hijo fuma porros". Puede contar con otros, pero sólo un rato. Si el otro es muy cercano, dos. Si es familia, tres. Al cuarto le dará una larga.
Eso de "llámame y me cuentas" sólo pasa en las películas –o en las series españolas, tan moralistas y malas–. Te llamo y te cuento, pero cuando lleve media hora contando que "fíjate, y al final no la deja, y a mí me quiere, y lo sé, pero es que... no sé, yo lo entiendo a él. Claro, es difícil... Y vamos, yo estoy... que ni duermo, hija. En un sinvivir. Ayer lo vi. Estaba... no sé, raro. Tristón..." el interlocutor en cuestión ya está sacando la ropa de la lavadora, pensando que ese detergente no deja las camisas como le gustaría, o colocando el lavaplatos o rebozando el filete pensando que debería tomarlo a la plancha en vez de frito porque engorda menos. Y así.
Y no, no es que seamos egoístas –o sí, quizá sea lo natural– o que no nos interesen los otros, que sí nos interesan. Es que no queremos tristezas. Y ver a alguien que está pasando un mal momento no es que nos pese –a veces lo hacemos encantados– pero no puede darse un día tras otro, sobre todo cuando uno deja de sentirse necesario pues ha sabido que nada puede hacer por aliviar el dolor del otro. Escuchar sirve una vez. Abrazar sirve otra. Empatizar es imposible, sobre todo porque en la naturaleza humana está latente eso de "él tiene una desgracia y yo no, estoy a salvo, y a lo mejor hasta la miro y la contemplo sin más, como cuando miramos desde la ventanilla del coche el accidente que han tenido otros".
Cada cual tiene sus dramas, sus dolores, y salvo que el otro esté atravesando una tragedia sin parangón, de las que no se superan (la muerte de un hijo, por ejemplo), el bienintencionado amigo o hermano que intentó y se sintió necesario como consuelo o apoyo, rápidamente enciende su mecanismo de defensa interior: "Joder, a mí también me va mal en el trabajo y mi mujer me dejó hace un mes y no ando llorando por las esquinas". Y ese mecanismo de defensa le impide quedar otra vez, otro día, para la misma cantinela (a no ser que seas Lydia Bosch y Emilio Aragón en "Médico de familia" y seas feliz escuchando pacientemente que estás fatal de los fatales porque Chechu ha copiado en un examen en el cole... ¡Dios, cuánto daño ha hecho esa serie y su cabeza visible (Aragón) a la ficción española! Él y su tribu son en parte responsables de que España sea un país pervertido por la moral. Y aquí me paro, que si no, empiezo a hablar de una cosa y acabo en las series, la HBO, Los Soprano y etc, etc, etc).
Quizá sea sentido práctico de las cosas o quizá tenga la culpa la crisis (uno no sale para llorar, más bien para lo contrario: si me cuesta tanto ganar 40 euros... no me los voy a gastar en kleenex, prefiero gastarlos en cerveza y reírme un rato... Bastante lloro ya todos los días a las ocho, aplastado por la realidad y las rutinas, tan poco satisfactorias), pero lo cierto es que por generoso, buen amigo y comprensivo que intentes ser... al final la "congoja resulta insoportable y ahuyenta". O lo que es lo mismo, "cada palo tendrá que aguantar su vela".
Conclusión: si no eres capaz de hacerlo por ti mismo, nadie lo hará por ti. Así que deja de hacer el plasta, cómprate algo y sal a la calle a fumarte la primavera, sobre todo si no quieres que la primavera –con su otoño y su invierno, y también el largo y cálido verano– te devore a ti, cual tragón Saturno devorando a sus vástagos.
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Luisa, en buena hora te conocí cinxendo prosa.
ResponderEliminarMultiusos, multisignificados. Mi cabeza arde, por unos minutos.
Primero: la frase de tu amado. Es excelente y acota una sensación vaga que todos hemos tenido, la materializa. Definición de gran escritor: "¿cómo no se me ha ocurrido antes a mí?". Definición de escritor genial: "esto sólo se le puede ocurris a tal", como es el caso de Xekspir.
Dos: toda la razón del mundo. Y he pensado en Punset, fíjate, en un libro de entrevistas. Había algo así de que el cerebro humano está diseñado para la supervivencia. Entre muchas esa sería un razón de que cuando nos vienen repetidamente con dolores, los obviemos. ¡No está mal la idea y nos libera de malas conciencias! O no.
Fumarse la primavera, y la Pe y la Jota, que diría Corcovado (un cantante más raro que yo que sé). Me gusta, me anima. Hoy, al menos, me la fumaré.
Saludos.
Igor, la primavera, el verano, el otoño y el invierno. No es cuestión de llevarse to por delante (o sí), pero o nos comemos la realidad o la realidad nos come y entonces sólo nos quedan los ansiolíticos. Porque cuando estemos hundidos, no habrá nadie ni nada. Nadie podrá ayudarnos, y el que lo intente dejará de sentirse necesario –al verse incapaz– y abandonará tan noble cometido.
ResponderEliminarMi amado, mi amado... Cómo estoy gozando con su libro. Deseando estoy que firme para ir a verlo. Ahora me toca pensar qué me pongo (nota frívola, sí, pero divertida).
Besos y gracias, Igor. Tú también eres primavera, por luminoso.
Ciao
Es que es muy difícil escuchar, y poder compartir una pena grande es imposible, me parece. siempre está bien intentar que el otro pueda aliviar un poco su dolor, o sentirte útil con amigos...pero al final, hay un muro. Así que hay que concienciarse para ayudarse a uno mismo. Y si puede ser, no ser tan quejica (no sé si es cosa mía, pero creo que todos nos hemos vuelto, o somos, muy muy muy quejicas)
ResponderEliminarMe gusta la frase de Marías (a ver si le leo ya jejejeje), me recuerda a un libro hermoso pero desolador, "Una pena en observación" de CS Lewis, sí, el de Narnia.
Voy a disfrutar de la vida un rato, a pesar de mis pesares, que aún soy rico en tiempo. Luego te cuento que tal. ¡Besos! :)
Y si te gusta Quique González, recomendación de lunes: "Nadie podrá con nosotros...pero estuvieron muy cerca ayer"
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=4P7W4UmXM0w
;)
Explorador... escuchamos un rato, pero hay dolores que no se alivian por ser escuchados. Entonces, el que escucha deja de sentirse bien por empezar a sentirse inútil, se cansa y abandona.
ResponderEliminarMarías, Marías.. hay tantas cosas en él, tantas frases....
Ah, y me encanta Quique González, y esa canción me gusta muchísimo.
Gracias
Hola, Luisa!
ResponderEliminarCayó en mis manos por casualidad un libro de Javier Marías, un libro de relatos cortos titulado "Cuando era mortal". Me ha encantado, lo he leído en dos tardes :-) Me acordé de ti jeje.
Sobre el tema que planteas, a mí me parece un poco egoísta estar lamentándose siempre y hacer que recaigan nuestras penas sobre los demás, aunque a veces todos lo hemos hecho. El punto está en la justa medida.
Un abrazo!!!
Sí, ese libro es genial.
ResponderEliminarY también es egoísta lamentarse, y hacerse la víctima. A veces uno se siente reconfortado con un café y un amigo, pero no hay por qué estar llorándole, basta su compañía.
Un beso