
Soy un poco mitómana. Lo reconozco y no me avergüenzo: es más, lo que me avergüenza es pensar que hay quien se refiere a mí con este término cargándolo de inquina o intención de insulto. No lo consigue. Para insultarme hay que hacer algo más que describirme. Soy mitómana pero no rozo, ni de lejos, la histeria. Es decir, me gusta Paul Newman, no falta en mi salón, enmarcado, admirado y piropeado cada mañana, pero no me conozco su vida al pie de la letra: algo sé de su cine, de con quién se casó y del día que nació. Poco más, salvo que, de haberlo conocido, me habría trastornado (aún más).
Me gusta James Dean. No tanto como Paul Newman. Pero me gusta mucho. Algo sé de él. Y otras cosas me las han ido descubriendo. A los quince lo llevaba en la carpeta y en una camiseta. Y hoy, a toro pasado, he sabido que, de no haber muerto, el pasado día 8 habría cumplido 80. Aunque unir la idea de cumplir años a la figura de James Dean es un oxímoron como la copa de un pino. También supe, no hace tanto, que a James Dean le gustaban los toros, y mucho. Y como mitómana que soy, he rastreado el google hasta hacerme con unas fotos de él toreando de salón, que he enmarcado convenientemente y ya velan por mis sueños en mi habitación.
De lo que sé de él, me gusta más lo que me imagino. Cuentan que decía que si fracasaba como actor quería ser torero y que dejaba empantanados los rodajes para irse a México a los toros. No tengo más datos de su afición a los toros que esto y cuatro fotos que he encontrado. Pero me lo imagino emocionado y palpitante. No veo a James Dean sentado en el tendido, tomando notas, en plan "aficionado cultureta" (con todos mis respetos a los aficionados enciclopédicos y bla, bla, bla). Lo veo latiendo, con los ojos brillantes, percibiendo el peligro, queriendo vivirlo. Fascinado por la altivez de los toreros, por la fuerza del toro, por la lucha y la muerte. Lo veo seducido y soñador.
Fue un gran actor, aunque breve. Habría sido un gran torero –quizá algo temerario, pero valiente y elegante–. Nos hemos perdido a los dos, pero hemos ganado ambos. Fue lo que fue y es lo que queremos que sea, para eso están los mitos: para soñar. De realidad ya está el mundo lleno.