El blog de Luisa Tomás

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domingo, 16 de febrero de 2014

Por dejarlo latir

Dice la canción, ésta, que "peor que el olvido fue frenar las ganas de verte otra vez", entre otras lindezas, y añade ella que "me sobran motivos, pero me faltas tú sobre la cama,y ahora las calles están llenas de bandidos cuando necesito de tu madrugada". Y a este corazón, encogido por el frío del invierno y la suma del recibo de la calefacción, le entran unas incontenibles ganas de romperse llorando por no se sabe bien qué.

Seguro que por nada. O por todo, por esta canción y por otras. Por Ilsa Laszlo y Rick Blane, porque siempre les quedará París. Por los amantes condenados a no encontrarse. Por la lluvia cansada de Praga y su grisura. Por cien noches de soledad.

Y no es hormonal, sino sensible. Y es esa cualidad de sensible la que hizo que un novio que tuve, no hace tanto, viniera a decirme que prefería follar con la cabra de la Legión antes que volver a ver el más mínimo asomo de brillo húmedo en mis ojos por leer a Garcilaso, escuchar a Quique González o ver "Casablanca" (sí, exagero, pero ésa es la gracia). Y yo no entendía nada, o entendía poco, porque, cegada por la pátina engañosa que cubre los encuentros del amor, pensaba que era esa sensibilidad que me define lo que le había hecho venir a mí. Y no. No fue tal. Quizá fingió que le interesaban mis cosas atraído por algo menos íntimo, más a flor de piel, que fue muriendo al mismo ritmo que muere ya este despiadado invierno, espíritu de los impíos.

Y he pensado, o pienso ahora que escribo -porque jamás pienso lo que voy a escribir hasta que lo escribo y nunca lo corrijo y jamás lo leo-, que yo misma me gané la herida por empeñarme en que anduviera hacia adelante una unión que no daba ni un solo paso a compás. Y que no hay herida que no cierre ni vida ni beso que no salpique dolor.

Y como este zarpazo, hay cientos, que cruzan furiosos por delante de nuestras narices silbando al aire. Y que a veces alcanzan la piel: horas de luz pálida de enfermería después de haberle regalado la femoral al destino a cara o cruz, a gloria o abismo.

No hay caricia que no esconda puntos de sutura y el escozor del alcohol (mejor si es de reserva).

No hay llaga que no cauterice a fuego y sal. Porque peor que tener un corazón hecho de cicatrices es no dejarlo latir.

2 comentarios:

  1. Es verdad, aunque debo reconocerte que con los años al mío lo he blindado con mimo y paciencia hasta convertirlo en un Panzer Tiger... Y no. Es mejor dejarlo latir, exponerse a la intemperie de los sentimientos. En fin, vivir.
    Que puntazos poéticos que dejas, eso también deja cicatrices y puntos de sutura.
    Besos.

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