El blog de Luisa Tomás
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miércoles, 14 de marzo de 2012
Sin amaneceres ni estrellas. Historias rurales para no dormir
“Tengo algo malo, ¿verdad? Dígamelo sin miedo. He vivido lo suficiente como para saber que casi nada me asusta. Tampoco la muerte. Sé que ese sabor metálico que llena mi boca al amanecer, la falta de apetito, los mareos... no van a traerme nada bueno. Me lo noto al andar. Me fatigo. Y no es sólo la edad. Es la vida, que empieza a irse. Pero no se acongoje, hombre. Sé que me tiene cariño y que este momento es más duro para usted que para mí... ¡Pero no se preocupe usté! Dígamelo sin más, como si fuera uno cualquiera. Olvídese de mi nombre y deme los resultados de mis pruebas, y que sea lo que Dios quiera. Es la vida. Y yo tengo que dejarla ir, y viajar con ella, allá, donde me lleve. Mi cuerpo pide reposo.
Esta mañana, mientras me vestía para venir a su consulta, estaba pensando que saldría de aquí con mi certificado de muerte a cuestas, y no me ha importado. Cuando me afeitaba, miraba mi cara en el espejo, ya tan vieja, y pensaba que mi camino está llegando a su final. Lejos de ponerme triste, he pensado que, si supiera escribir como Dios manda, como escriben en los periódicos, o los novelistas, aprovecharía estos últimos días para contar mis memorias. Aunque luego he pensado: ¿y Raimundo, tú qué vas a contar? No he escalado montañas, no he liberado pueblos ni inventado vacunas. No he hecho películas ni he ganado batallas. Mi nombre no se recordará. No perdurará mi huella en el tiempo. Pero contaría que me voy tranquilo porque he amado. La quise tanto que no tengo recuerdos de antes de conocerla. Amé a su vida más que a la mía. Y cuando murió, hace hoy 48 días, supe que se llevaba consigo mi salud, el hálito, la llama. Estoy apagado, muerto por dentro. Para mí no hay amaneceres ni estrellas.
Así que no sufra. Usted es una de esas personas que sentirán mi muerte, como Amalia, la de la farmacia. Y Sátur, el del bar. También Jacinto, Vicente y Alfredo. Ahora tendrán que buscarse a otro para la partida. Mis hijos también. Aunque ya no vengan mucho por el pueblo sé que me quieren. Y también mis nietos. Vendrán todos al entierro. Dígales, por favor, que me voy tranquilo. Y ahora deme ese sobre y deje de mirarme con pena”.
Lo acompañó hasta la salida y lo vio marchar calle abajo con su andar tranquilo y los papeles bajo el brazo. Tenía en sus pasos el orgullo de la tierra y en su pecho el latido de una vida plena que se apagaba. Vio cómo se levantaba levemente la boina para saludar a Amalia, que barría la puerta de la farmacia. Y cómo dirigía sus pasos al bar de Sátur a tomar un chato. Antes de entrar, se giró para despedirse de él con una generosa sonrisa: “Adiós, doctor. Y gracias”. El médico lo despidió agitando su brazo y se sentó en la acera a llorar, no sabía si por la pena de saber que aquel hombre moriría en breve o por la emoción de haber conocido a alguien tan de verdad.
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Hale, a llorar otra vez.
ResponderEliminarCuchilla, no llores más, hombre :)
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarAlguien tan de verdad, en estos días de burbujas y photoxopes. Y en estos días en que barremos la muerte debajo de la alfombra, alá, como si en realidad no estuviera allí.
Debo confesar que notar la proximidad de la muerte tan de cerca asusta un poco. Suerte que el protagonista se va tranquilo, pensando en qué ha hecho, en qué es lo que deja.
Buenísimo cómo describe el hombre la sensación de que la vida se le escapa. ¿Será verdad que lo percibimos? Yo creo que sí. Esas sutilezas e intuiciones. Hasta me he acordado del Gatopardo.
Y así me quedo, con el corazón dobladito como una servilleta.
Besos.
Besos a ti, Igor. Y gracias.
ResponderEliminarLa vida se escapa un poco cada día. Andar este camino con pasión e inquietud es lo que nos salva de la abulia permanente.
Yo me planteo a veces, cuando veo a los viejecitos, qué sentirán al ver que se mueren sus amigos, sus parejas, que ellos tienen esa edad... en fin. Los jóvenes no nos planteamos la muerte. Pero en ellos debe de ser inevitable, ¿no?
Bueno, qué cosas
Un beso
"La verdadera vida está ausente". Pero podemos aspirar a ser como ese hombre. Y poder mirar al frente. Ay, que fácil es decirlo...
ResponderEliminarUn abrazo :)
Otro para ti.
ResponderEliminarY si aspiramos a ser como él, será una buena aspiración.
Bs
Muy emotivo. Estoy como Cuchilla.
ResponderEliminarEl amor es una fuerza que se sobrepone a todo. Estamos hechos así: mortales y amantes. En ese orden por naturaleza, pero no por inclinación.
NO SE LLORA A QUIEN HA TRANSCURRIDO NOBLEMENTE TANTOS AÑOS DE SU VIDA Y HA DEJADO SIMIENTE EN ESTE MUNDO... SOLAMENTE TE DEJA ATONITO LA TRUNCA VIDA DE UN JOVEN QUE HUBIESE PODIDO DEJAR MAS HUELLAS...
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