"No es amor el amor que cambia cuando una alteración encuentra, o que se adapta con el distanciamiento a distanciarse. Sino que firme perdura hasta en el borde del abismo. Si esto es erróneo y se me puede probar, yo nunca nada escribí, ni nadie nunca amó". W. Shakeaspeare.
La Bruja de las Palabras cerró el libro después de leer estos versos. No necesitaba más. No quería más. La noche se mecía sosegada y fría sobre su altivo y desolado castillo; el aire helado se había aposentado en los muros de la fortaleza y de su alma desde el desesperado día en el que decidió no volver a regalar sus palabras, no pronunciar su nombre, entregar su silencio al olvido.
A lo lejos, el murmullo del agua arrastraba una voz dolorosa que le arañaba el alma y susurraba su nombre. Y así, sin quererlo, sus pálidos labios recordaron, sin voluntad, sin pensamiento que los acompasara, las palabras que un día le ragalaran y que ahora yacían en la tumba donde descansan los corazones abandonados: "AMOR es poner ROMA al revés".
Quizá él nunca las escuchara, ni su rima lo envolvieran, pero la Bruja de las Palabras volvió a mirar su espejo, compañero de ostracismo y soledades, y éste le mostró en su reflejo que era la más hermosa del reino, no por su blanca piel ni sus ojos verdes, ni por su altivez ni su talle, era la más hermosa por custodiar en su pecho el tesoro de los amores que no huyen cuando una alteración encuentran.
Presa de la belleza del verbo, que con tanto celo encerraba en su boca, se refugió bajo la luz de una vela y comenzó a escribir la carta de amor más bella jamás cantada. Concluida, la rasgó y arrojó al fuego.
Pero su eco no pasó inadvertido, y el viento, heraldo negro, la arrastró por caminos y callejas, hasta convertirla en canción de juglares. Y de éstos a los nietos, y de los nietos a los hijos de los otros, y de los hijos de los otros a los biznietos. Y así hasta hoy, donde aún se tararea, se canta, se sufre y se goza, pues sus versos son lágrimas de amor y de vida. Unos los llaman "Dime que me quieres"; otros "Y sin embargo", pero todos coinciden en que, aun sin saber dónde nacieron, sus estrofas hablan de la hermosa existencia de los amores que no mueren, esos que no cambian cuando una alteración encuentran.
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Me tiro, compa Luisa, siglos sin aparecer por aquí, y, para mi alegría, compruebo, a la vuelta, que tu verbo no ha perdido un ápice ni de su calidez ni de su calidad. Qué bonito texto sobre el amor, una maravilla. Y todavía habrá después quien diga que las palabras no tienen magia…
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y buen fin de semana.
Si dejamos la belleza a un lado del arcén, me asombra cómo trazas este círculo sin alteración.
ResponderEliminarMe gusta esa referencia a la poética o canción oral, que se transmite, en la que algunos meten baza, sin autores, pues es de todos.
Besos.
Gracias, chicos. Besos a los 2
ResponderEliminarVaya, que historia mas triste. Afortunadamente la cancion deja buen sabor de boca :) y es tan bonita que deja cierto calorcito en el cerebro y en el alma. As usual ;) Y tambi'en me encanta imaginar a esos juglares desconocidos.
ResponderEliminarBesos!! :)
ESa canción es genial, Explorador. Espero que su eco te llegue a Irlanda.
ResponderEliminarBs