
"En cada ser humano hay un lado oscuro. Todos queremos ser Obi Wan Kenobi y en gran medida lo somos, pero también hay un Darth Vader dentro de nosotros. No se trata de que tengamos que elegir entre una cosa u otra porque estamos hablando de dialéctica, del bien y del mal, que coexisten en nuestro interior. Podemos huir pero no escondernos. Seguid mi consejo, enfrentaos a la oscuridad, cara a cara, y hacendadla. Como dice nuestro amigo Nietzsche, ser un ser humano ya es bastante complicado, así que dadle un buen abrazo a la oscuridad del alma y gritad el eterno sí". Chris Stevens.
Ayer, después de terminar "Antigua Vamurta", me vino a la cabeza esta cita de Chris Stevens. Y es que, independientemente de los valores literarios del libro, amén de la imaginación del autor y la estructura, impecable (bien dispuesta, cada cosa en su sitio; cada cosa en su lugar: cada hilo vertebrado en una línea de capítulos alternos), quizá lo que más destaco en él es la construcción del héroe (que lo es, en su imperfección), Serlan de Enroc.
De hombre poderoso a fugitivo vencido y desterrado -(creo haber visto, quizá me equivoco, en ese capítulo un guiño al Cid)-; de gran señor a aventurero –cazador (pescador) de animales casi mitológicos–. De las causas nobles a las tabernas. De protector a protegido (no quiero ni acordarme de su capitulito con la mujer de los dientes afilados en la isla). Y de valiente, incluso temerario, a hombre atenazado por el miedo (tema que se manifiesta en las últimas líneas del libro). Y, por fin, desde el miedo... renace el gran capitán. Y ahí nos quedamos, para mayor ansiedad de mi mente. Y no soy más explícita contando para no joder a quienes no lo hayan leído. Ah, y algo sobresaliente: la relación entre Serlan y un murriano –su natural enemigo, es algo así como el prejuicio inicial que un merengue tiene hacia un culé y viceversa ;)– que evoluciona desde el recelo a la admiración y/o la amistad una vez que caen las máscaras y se descubren los corazones, con sus más y sus menos.
Y por qué Serlan me llevó a la cita que pongo arriba.
Pues porque mi mente trabaja –por decir algo– así.
Y porque Serlan es perfecto en su dualidad. Es decir, está tan bien construido como personaje que presenta las aristas que ofrece cualquier ser humano, los más y los menos, las dudas y los aciertos, la valentía y el temor. Porque no siempre somos luminosos ni debemos serlo. Porque si siempre parecemos perfectos estamos ocultando algo. Porque no me creo que haya gente que no se enfade, que no patalee o que nunca se deje poseer por la ira. Porque todos alguna vez caemos –sólo los verdaderos héroes se levantan de nuevo–. Porque el modelo bueno/malo sólo tiene validez en los culebrones y en las pelis españolas malas. Ah, y en los amores baratos, donde uno se ciega por la idealización y no se enamora de verdad. Para amar, hay que querer por igual las virtudes y los defectos. Lo demás es falacia.
Y porque de falsedad está el mundo lleno, y buscamos autenticidad. Me encantó hallarla en Serlan.
Enhorabuena a su autor, Igor Kutuzov. Y, como consecuencia, a los que podemos compartir esta lectura.
La foto es lo primero que sale al buscar en Google Imágenes Serlan Vamurta. Creo que es del propio blog de Igor Kutuzov. Si estoy robando, por dios, que alguien me avise antes de que el FBI venga a por mí.