El blog de Luisa Tomás

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viernes, 30 de septiembre de 2011

A los afónicos del mundo...


...acatarrados, cogestionados, mocosos, febriles. A todos los que hoy padecemos las inclemencias de la falta de lluvia y la contaminación en forma de tos, dolor de cabeza y malestar general. Con el deseo y la ilusión de que el agua purifique pronto este ambiente y nos devuelva la tan necesaria salud.


“Cuenta la leyenda que en las noches de otoño ronda por las calles y plazas de Castilla el alma en pena de Lisardo, un mozo que fue muerto en duelo a manos de un despiadado marqués. El noble en cuestión había retado al zagal, pastor de oficio, por ganar el amor de Jimena, una campesina, cristiana vieja para más señas, que presumía, además de la belleza que natura le otorgó, de tener la más linda voz jamás conocida por aquellos lugares.

Esta gracia de la joven era tal, que el marqués, cegado por el deseo, había empezado a desatender su hacienda, su familia y hasta el recuerdo de su apellido, pues antes prefería don Álvaro, que así se llamaba, ver a todo su linaje ardiendo en el infierno y su escudo de armas vendido a un converso que dejar a Jimena en brazos de Lisardo.

El pastor, criado y crecido en las montañas, no conocía más armas que la honda, el cayado y la navaja con la que trabajaba las dulzainas y flautas que acompañaban a la simpar voz de Jimena, quien, amorosa, adornaba los quehaceres del muchacho con hermosas canciones. No dio tiempo a Lisardo a decir amén cuando, una fría mañana de enero, el marqués le arrebató la juventud y la risa.

Cuentan que Jimena, rota al ver la bella estampa de su amado inerte –los dulces rizos ensangrentados sobre la nieve–, destató en su blanco pecho un grito tan helador y doloroso que con él se ahogó el don que la divinidad le había dado, ya que de la boca de Jimena –fresca rosa– no volvió a salir sonido alguno.

Pasado un tiempo, el marqués, al ver que Jimena no recuperaba versos, suspiros, ni tonadas, la llevó a un monasterio de clausura en el que el silencio era la norma capital y el recuerdo de Lisardo el aliento que impulsaba su corazón hasta que éste, cansado y triste, se apagó en una noche de pálida luna llena.

El alma de Jimena sigue presa en la celda del monasterio a la espera de encontrar la voz que la lleve, alzándose en esperanzado y amoroso suspiro, hasta la de Lisardo. Será entonces cuando sus desnudeces se unan en un canto eterno, sin notas ni final, sólo perturbado por el suave mecer de la brisa.

Dicen los viejos que, cuando el cierzo sopla certero y el cielo anuncia frío, el alma de Lisardo deambula por las ciudades castellanas y busca abrigo en los labios de las damas más bellas, robándoles el aliento y la palabra en una búsqueda, desesperada e infructuosa, de la voz de Jimena, con el fin de liberar de su prisión el alma de su amada.

Cuando comprueba que la voz robada no es la de la dulce Jimena, el alma de Lisardo, con un beso fugaz, casi un suspiro, la devuelve a su legítima propietaria, víctima durante unos días de la privación de la palabra, cierta debilidad y algún desmayo.

Solitario y desvalido, el espíritu de Lisardo continúa con su constante y triste deambular, buscando, enamorado y paciente, otros cuellos, otras bocas, otras voces, en los que hallar el eco de la hermosa Jimena".


4 comentarios:

  1. Ah, me recuerda a una leyenda japonesa. ¿No es curioso? El amor no conoce de líneas y mapas.
    Algunas noches también lo oigo, si vuelvo tarde a casa, su voz, entre el rugir de los últimos coches.
    Besos.

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  2. Amor más poderoso que la muerte. Lo decía Quevedo. Supongo que es verdad. Gracias, Igor.
    ¿Una leyenda japonesa?
    Cuenta, cuenta...

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  3. Una historia muy romántica (en el sentido dieciochesco, sobre todo), me recuerda a esos cantares de ciego con las viñetas que iban apareciendo...

    Dentro de lo malo, tampoco está tan mal ser viento. Sopla dónde quiere ;)

    IUn abrazo :)

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  4. Eso sí, no está mal ser viento. Un abrazo, Explorador

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