El blog de Luisa Tomás

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jueves, 29 de julio de 2010

Contra la prohibición, verónicas de Morante

Periódicos aparte –casi vomito con todos ellos; ¡líbrenos Dios de esos titulares, de ese amarillismo!–, tengo buenos y entendídismos amigos, amantes apasionados de la tauromaquia, que dicen, y yo los creo, que los toros en Cataluña no hace falta prohibirlos, se estaban muriendo solos. Que si las plazas estuvieran llenas, nadie habría osado a prohibirlos. Que el problema es que lo que pasa en el ruedo, la mayoría de las tardes, no interesa a casi nadie. Y tienen razón. En resumen, que la fiesta, cada día más deslavazada, se estaba agotando: la ausencia de verdadera bravura, en los bichos y en los hombres que los lidian, es pues la primera culpable. Con todo lo que ello acarrea: los que crian esos toros, las figuras que piden lidiarlos, los empresarios que cierran los carteles, el público que piensa que lo que allí pasa es un circo y no un rito, casi mitológico, y el carácter cada vez más chabacano y menos serio de las tardes de toros. Si a eso le sumamos los Jesulines, Cordobeses y los coqueteos taurinos con el papel cuché... pues ¡que paren el mundo, que yo me bajo!
De acuerdo con todo ello.
A esto hay que sumarle que, para mí, y a mi modo de ver las cosas, esta prohibición, además de ser una aberración estadística –me encanta esa expresión– (sí, aberración estadística: 140.000 firmas de todo el mundo –no de Cataluña ni de España ¡de todo el mundo!, que alguien me diga a mí qué opinión puede tener un noruego de esto– han conseguido llegar al Parlamento y conseguir que se prohíban las corridas de toros con una diferencia mínima de votos, pero así es la democracia, o el democratismo; más bien lo segundo que lo primero y nunca viceversa), tiene un marcado carácter político. Entrar en por qué aborrezco cualquier tipo de nacionalismo, sea el que sea, me llevaría demasiado tiempo. Lo resumo en cuatro, cinco, palabras. El nacionalismo es premoderno, romántico, preilustrado –incluso–, cateto, provinciano y se alimenta de la injusticia y la desigualdad.
Y sí, creo que en Cataluña, independientemente de que la fiesta esté o no en decadencia, se ha votado prohibirla para significarse del resto de España.
Ahora bien, si veo, leo o escucho, las voces que defienden la tauromaquia, me dan ganas de pedir el exilio. Y es en serio. No porque fuera de España yo fuera a estar más feliz –lo dudo, estando lejos de todos los que quiero–, sino porque las cosas me dolerían menos. Ahí tenemos al señor Rajoy diciendo rajoyadas y a otros tantos de su estirpe haciendo de esto una cuestión de bandera, sin darse cuenta de que los que lo han prohibido han hecho exactamente lo mismo. Tanto monta, monta tanto. El mismo lema, cinco siglos después. La evolución es para otros, no para el género humano, está claro.
Para opiniones, me quedo con ésta de un amigo, con el que, en esta ocasión, estoy muy de acuerdo. También, con las fotos de éste, que siempre saca lo mejor de las tardes de toros, y con sus comentarios. También con la certeza absoluta de que si por algo podemos luchar en esta vida es por tener una muerte digna, y que la muerte más digna para un toro bravo es en la lucha. Ahora bien, que no le toque a un pinchauvas desgraciao.
De todas las tardes de toros que veo, la mayoría son un aburrimiento. Ego confieso. Una minoría... bueno, se dejan querer, saborear. Pero hay algunas, pocas, las menos, que te marcan para siempre. Son ésas que no se olvidan, que la boca no te da ni pal ole, que no sabes si estás de pie o sentá. Las que se quedan en el alma.
Hoy, en solidaridad, no ya con los aficionados, sino con los morantistas catalanes –que los hay– pongo un trozo de una de esas tardes. La música resulta un poco friki, pero, qué coño, en estos tiempos y gustándome los toros, friki es lo más suave que se me puede decir.

6 comentarios:

  1. Ya veo que más o menos tod@s andamos tratando de entener el porqué de la noticia estrella del verano.
    Creo que el mundo del toro ha pecado de soberbia y eso también se paga, en fin, qué pa'tó tenemos.

    Preciosa faena de capote.

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  2. Preciosa faena, sí, Pilar. Emocionantísima. Gracias

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  3. Hola,
    Te contesta uno desde Barcelona, con deseo de apostillar algunas cosas. No ha votado Catalunya, han votado los políticos. Eso hay que tenerlo muy claro. Con sentido oportunista (¿político? Esa palabra les viene grande). Ya ves, tengo la impresión de que todos estamos hartos.
    Nacionalismos: son lo mismo de un lado a otro, todo depende del punto de vista. Yo creo que hay que sumar, no restar. ¿Soy un pardillo? Quizás sí, pero si una sociedad no es abierta, generosa, creo que no prospera, sea cual sea su bandera. Y, hoy, nuestros parlamentarios olvidan las grandes líneas. Y hablando de puntos de vista, si lo elevamos, el futuro es Europa en un mundo de gigantes multipolar. Ni Alemania tiene suficiente tamaño para competir.
    Te estoy pegando un rollo que pa que.
    Bueno, los toros. Prohibir. Menuda estupidez. Las sociedades que más prohíben son las más corruptas. Y menuda hipocresía, cuando los que sufren de verdad son los animales destinados a la mesa. Personalmente, la Fiesta me causa total indiferencia, pero jamás la prohibiría. Es una tradición. Sumar, no restar. A este ritmo de prohibiciones nadie se va a levantar de la cama.
    Saludos.

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  4. No, ningún rollo. Es interesante lo que dices. En cuanto a la tendencia prohibicionista... es la moda.
    Saludos y gracias

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  5. Para gustos los colores :) Menos mal que no nos gustan las mismas cosas a todo el mundo, si no todos viviríamos en el mismo tipo de casa, con el mismo modelo de coche, vistiendo igual..
    Será por eso que donde algunas personas ven arte y bravura yo veo sufrimiento y tortura, siempre dentro del respeto por el otro punto de vista, aunque me cueste trabajo entenderlo. Yo no estoy en contra de la "fiesta" de los toros, pero si de que se maten animales por placer, y eso incluye a lo anterior.
    Ahora mismo me muero de curiosidad por saber la opinión de los aficionados respecto a la gente aficionada a las peleas de gallos o perros, por ejemplo. Simple curiosidad.
    Tradiciones.. estoy en contra de casi todas, empezando por la religión.
    Prohibiciones.. ¿prohibido prohibir? toma paradoja, jaja.
    (También soy de Bcn, y me miro la guerra de los trapos de colorines desde un lado, los límites extremos no suelen ser buenos)
    Y gracias por compartir tu punto de vista, me ha ayudado mucho en poder reflexionar sobre el mio ;)

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  6. Tu punto de vista, Xavitron, es respetable, claro, aunque, obviamente, no lo comparto. Y tampoco considero que sea exacto definir como placer el hecho de ver morir a un toro bravo luchando. Es otra cosa, es algo más solemne, pero lógicamente, no tienes que compartirlo. No estoy de acuerdo con la prohibición y, por lo que expresas, tú tampoco. Igor, en su comentario, decía algo así como que los toros no los prohíben los catalanes, o Cataluña, sino los políticos. Y es algo muy acertado. EStoy casi convencida de que ni un tercio de la población está a favor de la prohibición. Paradojas estadísticas, caprichos del democratismo.
    Gracias por colaborar a los dos. Vuestros puntos de vista también me hacen pensar a mí.
    Saludos

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