Hace demasiado tiempo que no escribo en el blog. Tanto, que hasta yo misma creí que lo había abandonado. Pero eso no es lo peor, lo peor es que el abandono había causado la muerte de varios seres que pululaban por aquí y que a mí, al menos, me hacían gracia. Una era la Bruja de las Palabras, esa mujer oscura y triste, voluntariamente presa en su torreón, aquella que arrojó su corazón al foso del olvido. ¿Os acordáis? Ay, no, no fue el corazón, era la llave de la cajita que lo contenía. Ni yo misma me acordaba. Pobre mujer.
Luego estaba Cruela la Vil, ésa me gustaba, me caía bien. Era un poco más zorra y despiadada. Tenía gracia y sabía herir con la palabra, escupía puñales de vez en cuando, aunque se adivina cierto candor detrás de esos dardos que no son más que sobrada prevención por si el día o la vida se presenta hostil.
Ha pasado demasiado tiempo desde entonces, desde las dos. Y ni siquiera sé cuál de las dos voces hablaría en un día tan raro como el de hoy, en una época tan abandonada al abandono como la presente, tan desilusionada y tan fría y tan gris.
Ha pasado demasiado tiempo desde entonces y ha pasado demasiado tiempo desde esta mañana, cuando sonó el despertador. También ha pasado demasiado tiempo desde que lo de ser joven es una convención y no una realidad. No me preocupa. Si me preocupara, acabaría loca u operándome hasta no reconocerme: envejecer es a la vida la vida misma. Sirva la perogrullada.
Ha pasado demasiado tiempo desde que fui adolescente y ha pasado demasiado tiempo desde el primer pudor. Ha pasado demasiado tiempo de una película, no de las mejores, pero sí de las que todo el mundo ha visto que se llama "Dirty Dancing". Ha pasado demasiado tiempo de aquellos bailes, un tanto ridículos, que simulaban una cópula (para qué los eufemismos). Ha pasado tanto tiempo que hasta el protagonista ha muerto. Sí, los macizos también mueren, Patrick Swayze. Y la suya fue una de esas muertes que conmocionan, porque él con "Dirty Dancing" y Josh Brolin con "Los Goonies" y "Los jóvenes jinetes" y Robin Wright con "La princesa prometida" son parte de mi adolescencia con más poder y presencia que mi primer novio; de ellos me acuerdo, de mi primer novio a duras penas y de casualidad (que me perdone quien tenga que hacerlo).
Ha pasado demasiado tiempo desde que una joven payasona se dejara enseñar a copular
–perdón, a bailar– por Johnny Castle (Patrick Swayze), el primo de Zumosol del pringao del complejo turístico donde la payasa veranea con su burguesa familia. Y es allí, cuando lo ve por primera vez, contoneándose, cuando ella suelta la frase. Él llega poderoso, sudado, la plebe lo aclama como si fuera el dictadorcillo follador de una república bananera, baila vestido pero desnudo, ella lo mira avergonzada y febril y para más inri se entera de que la jaca rubia que lo acompaña en tan poco sutil movimiento no es la destinataria de su fulgor sexual y de la potencia de sus riñones. No. Y ahí se dibuja el hombre perfecto: está bueno, sus movimientos son una promesa y además es medio casto. Y un chulo. Muy, muy chulo. Y entonces se te acerca, a ti, sí, a ti, virgencita de barrio bien, hija de médico, doctora de causas perdidas, voluntaria del Domund, falda hasta la rodilla, miembro del coro parroquial. ¿Y tú qué dices, chata? "Traje una sandía". No, no es la frase con la que esperas impresionar a nadie, y menos al tío bueno. Pero es la frase que te perseguirá toda tu vida.
Ha pasado demasiado tiempo de aquella película y de aquella frase. Ha pasado demasiado tiempo desde mi adolescencia, pero siempre, siempre, siempre, que tengo que decir algo para impresionar a alguien o hacerle una gracia o un yo no sé qué... ¿Que qué le digo? Pues eso: "Traje una sandía". O cualquier simpleza similar. Hay que ver, con lo ocurrente que soy otras veces y que tú aún no lo sepas, rey ;)
Ha pasado demasiado tiempo de casi todo y lo único que queda claro es que la edad no nos hace mejores, sobre todo en lo de que a relacionarse se refiere; hacemos las mismas tonterías con 15 que con 40. Y con 50. E incluso 60. Y con 70, con una mano en el bote del Viagra y la otra sujetando el marcapasos. Sí, hacemos las mismas gilipolleces. Porque la edad no nos hace más adultos, sólo nos hace más viejos.
A mi amiga Arancha, y a sus sandías ;)
El blog de Luisa Tomás
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Sólo más viejos. Gran verdad. Y sólo mejores en algunas cosas.
ResponderEliminarEl blog. Te tiene que divertir, ni que sea un poquitín. Yo echo de menos tus entradas, y más las afiladas.
En fin. Besos.
Hola, amigo. Volveré. Te lo prometo. Gracias por seguir pasando por aquí.
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