Para caminar juntos por Praga ni siquiera tuvieron que dejar atrás sus melancolías, sólo cogerse de la mano y abandonarse a una ciudad sin relojes. Desayunaban de noche y dormían de día, después de amarse entre sábanas a las que les arrastraba una lluvia incesante, que todo lo envolvía.
Su minúsculo universo de amantes carecía de pasados. Y el futuro no era más que la puerta del próximo café. Mínimo y recoleto. Pequeñas mesas redondas que acercaban su abrazo.
Almorzaban besos y cenaban poesías que se deslizaban por sus figuras entrelazadas. Hasta que una llamada impía les devolvió a una realidad cruel.
Era la voz de su jefe, que reclamaba la presencia de Rodrigo en el despacho. Otra vez, como tantas mañanas de otoño, Rodrigo estaba dedicando su jornada laboral a soñar que se escapaba con Jimena, a la que apodaba "La Bella" y a la que jamás se atrevió a declarar su amor.
Años después, un lunes de octubre, cuando Jimena se sentó en su mesa de trabajo dispuesta a comenzar su anodina tarea, encontró sorprendida una postal de Praga con una escueta nota: "Siempre pensé que para ser la ciudad perfecta le faltas tú".
Nadie la firmaba. Jimena sonrió y telefoneó a su marido para contarle entre risas la anécdota. Luego la clavó con una chincheta en su corcho, donde fue condenada al olvido entre notas y recortes de periódico y donde cada día Rodrigo la contempla entristecido y la ve ajarse, amarillear y envejecer, como envejece él, pero no su sueño.
Y cada mañana de otoño, cuando la lluvia acompasa sus soledades, Rodrigo se abraza a su taza de café y pierde su marchita mirada en los dibujos que las gotas trazan en los cristales. Y a veces desliza por ellos su dedo índice con los ojos entrecerrados, y esa frialdad inerte se le antoja calidez y tersura.
Y dibuja un corazón en la delicada espalda de Jimena, a la que ve cruzar presurosa la calle y lanzar un beso a su marido, que la despide desde el coche.
Empiezan a sonar teléfonos, la insoportable voz de la secretaria recita su letanía de quejas y "buenos días" fingidos. Y vuelve esa realidad implacable que todo lo aplasta y destruye, excepto su sonrisa, que atraviesa el umbral y llena el día.
El blog de Luisa Tomás
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Joé, qué vuelta de las vacaciones. En la mano una rosa hermosa, en la otra una navaja de afeitar. Pues me ha sorprendido este doblel nivel. El romántico ya era bonito en sí mismo, hasta perfecto. Iba pensando, "estas cosas les ocurren a muy pocos". Hasta que sonó el móvil y nos devolviste a la realidad. Esa losa.
ResponderEliminarAgridulce, el sueño pervive y Jimena olvida.
Besos, ¡¡¡bienreintroducida Luisa!!!
Bienvenidísima ;) Quedan las gotas de lluvia en los cristales. Queda el castillo envuelto en niebla. Quedan las sábanas. Queda el puente decarlos y el gueto...no todo se lo lleva el olvido. Ni el sonido cruel de un teléfono.
ResponderEliminarUn beso :)
Gracias por un blog interesante! Bienvenidos a mi blog, don Gerardo de Suecia en: http://turbeng.wordpress.com/ donde hay un poco de todo, anécdotas, humor, naturaleza y mucho, mucho más.
ResponderEliminarCordiales saludos desde Suecia!
¡Me gusta mucho! ¿Has estado en Praga? Yo estuve y es una de mis ciudades favoritas que he visitado... Tienes una forma de escribir un tanto parecida a la mía, a medida que vas leyendo te vas endulzando cada vez más hasta que llegas al final y le das un giro a todo chapoteando con la realidad. Me gusta! Sigo tu blog, que lo sepas! Saludos
ResponderEliminarPaula
Gracias, chicos.
ResponderEliminarSí, Paula. Conozco Praga. Es preciosa. Gracias por pasar por aquí.
Bs
Bien.
ResponderEliminarEl tiempo y el miedo se han aliado. Parece que Rodrigo nunca saldrá de ese cristal en que se ha encerrado, y en el que encierra a su Jimena entre corazones que no son prisiones, sino deseos.