El blog de Luisa Tomás

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martes, 8 de mayo de 2012

Batiburrillo de martes


Hubo un día en el que, sin pedir opinión a sus pobladores, el mundo se tiñó las canas de gris. Aplastados por la pesada cumbre, por el otoñal sombrero, los seres de a pie, nosotros, decidimos agachar la cabeza y asumir que el color es cosa del pasado, de un esplendor caduco.

Y las televisiones, los libros y las canciones se llenaron de lágrimas y nostalgias,  de cosas de andar por casa, ofreciendo el consuelo de la cotidianidad, del recuerdo, del "cualquier tiempo pasado...", de la cocina de la abuela, los chascarrillos del Cuéntame...  No soy dada a la tele –sólo veo series, muchas, y la mayoría online. Ninguna española, dicho sea de paso–, pero la salud me ha tenido castigada un par de días y he dado unas vueltas al mando: anuncios de hogar y para el hogar, familias que sonríen y un resurgir de las viejas glorias: Tony Leblanc, Gila... y hasta un movimiento de cómicos que traen ahora, al año 2012, las risas de entonces, de los ochenta.

Cada tiempo tiene sus miserias. Y ha de tener sus gracias. Una sociedad que mira al pasado es una sociedad deprimida. Seguro que todos tenemos cerca a alguien que habla continuamente de su infancia, de su vida hace 20 años... Y la actual, ¿qué? ¿Dónde está? ¿Me cuentas qué haces hoy? ¿O qué tienes previsto hacer mañana? ¿Qué hiciste el fin de semana pasado? ¿El nombre de la última persona a la que has besado? El regodeo en el pasado es un síntoma claro: no hay presente. No hablemos ya de futuro, no, que es algo impreciso e incierto.

Odio esta sensación general de "me apaño como hacíamos entonces". O "me acuerdo yo cuando...". Paso, paso. Me niego a vivir sin presente.

Y si busco un esplendor pasado me voy de cabeza al cine clásico. Es lo único en blanco y negro que me interesa (y no quiero ningún antimadridista –no quiero señalar a nadie– recordando nuestras cinco Copas de Europa en blanco y negro :)). Pero ni siquiera el cine me dio tregua ayer, ya que me dio el que pensar (¡menuda novedad!). Empecé a ver un documental de Marilyn. Y después "Niágara".  Y cada día soy más consciente de que Marilyn es el tipo de mujer que deploro.  Entono el "mea culpa": bolsos, cuadros, pósters... Sí, Marilyn anda por casa como si fuera la suya, porque Marilyn también es cine. Y adoro el cine. Pero hablo de la Marilyn mujer, no la soporto.

Va de "pobrecita-sexy". Y no se puede ir así por la vida. Va de "mírame, estoy buena, pero doy lástima. Tengo los ojos tristes y te suplico que me quieras. Soy sexy y necesito compasión. Soy sexy y doy pena, pero sin dejar de exhibir mis redondeces". No me gusta, lo siento. Me va más Rita Hayworth. Rita dice: "Soy sexy y me da pena que me mires porque te voy a devorar. Partiré tu corazón en pedazos y se lo arrojaré a los perros. Y si muestro mis redondeces es porque me da la gana".

También prefiero la belleza de Rita Hayworth. Y la de Katharine Hepburn, por ir a otro extremo. Incluso la delicadeza de Audrey o lo etéreo de Grace Kelly. O la mirada pérfida e implacable de Lauren Bacall. Y sí, Marilyn es un icono. Pero es sólo eso: imagen.

Dicen de ella que era tremendamente lista. No se le nota: era totalmente dependiente de los hombres. Que era tremendamente guapa. Es verdad. Aunque Norma Jean no tenía tanto poder sexual. Conquistaba ofreciendo sexo con el gesto, con el peinado, con la voz, con la boca. No era una mujer de armas tomar. No mordía, ni siquiera arañaba. En cambio, Rita Hayworth era toda una vampiresa. ¡Pobre del que cayera entre sus colmillos! Marilyn era una mujer a la que todo el mundo utilizó. Y si no la utilizaban, se sentía más inservible y desgraciada. Su valor era ése: que podías usarla. Y cuando no la usaban, no tenía nada. Y se deprimía, ¡pobre!

Alguien así no podía envejecer. Su vida era su físico. No soportaría que el espejo le devolviera arrugas ni patas de gallo. Su belleza era su consuelo, su única arma.
Marilyn, yo te habría pagado un psicoanalista. Y habrías pasado de los 36. Seguro.

Ahora, eres carne de póster, protagonista de algunas películas geniales y una mujer cuyos ojos inspiran pena. No ternura. Pena. Y la pena es algo demasiado triste. Y yo no estoy pa tristezas.
Prefiero a esta pájara.

4 comentarios:

  1. Ay, Margarita...uffff ;)

    Marilyn sí me gusta, pero ha quedado como la imagen de mujer prefabricada. Y no creo que la culpa sea enteramente suya.

    Las series españolas van de reírse de lo cutres que somos, y cuanto más cutres, mejor. O si no, de tratar al espectador como a un idiota con tramas infantiloides de deseo no consumado. Que les den mucho a todas :DD (a lo mejor hay alguna que está bien, y todo ;PPP)

    Un abrazo ;)

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  2. Pedazo de pájara...

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  3. La Bacall, también irónica, era mi preferida. ¿Por qué ese mirar atrás hoy que Europa -a pesar de la K- es mejor que hace 50 ó 60 años?
    Y fíjate que lo que sale de ciencia-ficción son distopías a punta pala.
    ¿Por qué?
    Besos.

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  4. Me ha encantado tu entrada y la suscribo de principio a fin. Estoy harta de ¿ese tiempo tan feliz? pasado todo pasado, no hay un atisbo de presente y ni hablemos de futuro, bueno la verdad es que tampoco me paro mucho a pensar en él, es todo tan relativo.
    En cuanto a la rubia de bote es que nunca la he soportado y no entiendo como se la considera- aba, un icono de belleza si es lo + artificial que he visto nunca, la típica como excelentemente tú la has descrito y de su trabajo como actriz, sin comentarios.
    Donde esté la Bacall, la Bette Davis o la Ava Gadner, ni punto de comparación.
    Saluditosss!

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