El blog de Luisa Tomás

El blog de Luisa Tomás

jueves, 27 de octubre de 2011

In memóriam


Por fin este otoño ha dejado de ser una primavera encaprichada de los atardeceres tempranos: llegó la lluvia, el arrogante porte que regalan las gabardinas, el deseo de compartir el frío y la tibieza de las cafeterías. Al final, el destino me ha respetado y me regala una última semana de octubre de tonos grises y botas altas. Lo contrario me habría resultado exótico. No imagino un 29 de octubre sin hojas en el suelo ni buñuelos en los escaparates. Y de tanto que me gusta el otoño hasta al adoptado Halloween lo quiero como propio, aunque siempre he preferido su correspondiente patrio, el Día de Todos los Santos, aun a sabiendas de que éste es más propicio para el duelo que para el disfraz de vampiresa sexy. Pero siempre he tirado más para el becqueriano Monte de las Ánimas que para las calabazas de maléfica sonrisa; crianzas castellanas, a las que tanto miro en estos días.

Con el paso de los años, he sabido que el otoño en mí es un estado de ánimo, y no necesariamente melancólico. Sólo pronunciado en lo emocional. Faltan dos días para celebrar mis 35 octubres y todo lo que rodea ese día lo vivo como una fiesta, pero no una fiesta de matasuegras y gorrito, ni conga ni borrachera. Una fiesta en sí que me lleva directa a los brazos de mi madre.

Hay quien me tacha de egocéntrica –no digo yo que no– por lo mucho que me gusta mi cumpleaños, y los regalos y los pasteles y las migas que me hace mi padre y un vestido nuevo y las hojas en el suelo y las setas y la lumbre. Y el recuerdo de mi abuela y su forma de hablar, regañar y coser. Su figura de luto subiendo al cementerio cada 1 de noviembre y la certeza con que afirmaba que, desde que murió su hija –un implacable noviembre de posguerra a falta de medicinas en aquella fría y olvidada Sierra de Cuenca–, a la dulce e inexperta edad de nueve años, ella jamás había vuelto a reír con ganas. Y la creo: nunca cubrió su cuerpo otro color que no fuera el negro. Pero no llenó nuestros días de penas; su procesión –tan castellana– latía por dentro. Y cada 29 de octubre bajaba con mi abuelo y su regalo: pañuelos de flores, billetes de mil pesetas. Una taza de chocolate al salir de la escuela. Me pregunto si me gustan tanto las uvas blancas por lo mucho que le gustaban a ella.

En su honor y en el de mis otros tres abuelos, que descansan en el cementerio que ella tanto visitó –y yo con ella; supongo que ahora en estos tiempos de lo políticamente correcto, le habrían quitado la custodia de abuela–, con crisis o sin crisis, a dios pongo por testigo que tengo mucho que celebrar y pienso hacerlo. El 29, en familia, allí, en las frías raíces. El 28, con amigos, en Madrid, donde tengo las alas. Quizá no estén todos los que son, pero sí son todos los que van a estar; incluidos los que viven en el recuerdo y cuyos nombres me hacen camino al andar.

16 comentarios:

  1. Me has hecho llorar...

    ResponderEliminar
  2. Por los abuelos y por ti, muy emotiva la narración ... Felicidades por tu prosa y por anticipado por tu cumpleaños

    ResponderEliminar
  3. A quién no le guste un beso, un abrazo de alguien querido y un regalo... Es que no se mira bien al espejo y miente.
    Me sugiere eso del otoño como estado de ánimo, no melancólico. También hay fuerza y viento en esta estación.
    Dos días, que no son nada. Y los 35, bueno, un breve preámbulo. "directa a los brazos de mi madre". Ah! La mía es como un enorme portaviones en el océano.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  4. Gracias, Anónimo. Por todo. También por felicitarme. Bs

    Igor, las mamás son lo mejor del mundo. 35. Sí, 35, que no son pocos. Y los que me quedan. Gracias

    ResponderEliminar
  5. Luisa,
    te lo tengo que decir: muchas veces no estoy de acuerdo contigo, con lo del madridismo o con lo de los toros, por ej. Pero me encantas! Me gustó tu entrada sobre Sexo en NY, coincido casi en todo y ahora me he emocionado con el recuerdo de tus abuelos: encima somos de la misma quinta. Bienvenida a los 35! Felicidades, cómete un buñuelo a mi salud :-) Yo aún prefiero nuestros "panellets" y castañas que las calabazas agujereadas.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  6. Hola, Dona. Es normal. No tenemos que estar de acuerdo en todo. Y menos en las aficiones. Pero reconforta saber que ahí, al otro lado, hay alguien que me lee y experimenta alguna emoción
    Sí, 35. Que no son pocos, tampoco muchos.

    ResponderEliminar
  7. Antes la gente sabía llevar sus penas sin tener la necesidad de contárselas a todo Dios, y me parece my digno. Ojalá podamos seguir su ejemplo. Que vivan todos ellos en tu recuerdo muchos años.

    Uf, el monte de las ánimas. Como me gusta :) Un abrazo.

    ResponderEliminar
  8. Y a mí también me gusta. Y sí, nuestros abuelos tenían mucha dignidad. Y unas vidas a veces muy dolorosas. En fin... nos dejaron mucho

    ResponderEliminar
  9. Muchas felicidades en ese día tan especial para ti! ;)

    Besos.

    ResponderEliminar
  10. Sin duda el mejor modo de afrontar el futuro, con los pies bien asentados en el pasado.

    felicidades anticipadas.

    ResponderEliminar
  11. Qué bien escribes, da gusto leerte.

    ¡Muchas felicidades!

    ResponderEliminar
  12. Gracias, Pilar.

    Juanjo, eso es un piropazo.

    Mil gracias

    ResponderEliminar
  13. Como dicen en mi pueblo, no hay santo sin abuela, así que, escrito queda: ¡¡ Felicidades en tus 35 octubres pasados no hacen tantas horas¡¡¡

    Al calor de la lumbre, recogiendo en el regazo migas y pasteles; regalos y abrazos, luce tu cuerpo de bambú, en incansable flamear, bajo la alfombra hojarasca de bronce, crujiente, como tu beso encandilando mis labios.

    ResponderEliminar
  14. hiii .. Nice Post ..

    For More ENtertainment ..

    www.ChiCha.in

    www.ChiCha.in

    ResponderEliminar