
De todas las series posibles, las hay malas, regulares, buenas, muy buenas, superlativas y adictivas.
De las malas paso. De las regulares, también. De las buenas, tipo "CSI", "House"... bueno, veo algún capítulo, pero como ando tan jodida de tiempo y tengo más cosas que hacer, me voy directamente a las muy buenas, superlativas y adictivas.
No hace falta nombrarlas todas: "The Wire", "Mad Men", "Los Soprano", "Perdidos", "Roma"... Pero sí tengo que decir que a veces que hay entre todas ellas dos o tres que me quitan el sueño, y es literal. No sólo porque me acueste más tarde de lo debido porque no puedo dejar de verlas, también porque me paso medio día pensando en ellas.
De todas, todas, todas, y eso incluye series que me encantan, como "Mad Men" y "Los Soprano", hay dos, que, quizá sin tener esa inconmesurable calidad, me han generado verdaderos problemas de ansiedad: "Roma" y "True Blood".
Con "Prison Break" a veces me pasa –estoy viendo la primera–, pero creo que no es comparable.
Con "Roma" creí que iba a fallecer. A mi ya afición por los romanos, los latines y todo lo que sugiera Antigua Roma se une el desparrame de calidad de la HBO. Y, aunque tengo algunos reproches que hacerle a esta serie, sobre todo por el modo en que trató la figura de Marco Antonio, es, probablemente, la serie que más me ha gustado jamás (dios, perdóname por decir esto. Tú también, Tony Soprano. Y perdonadme, McNulty, Don Drapper, Chris Stevens, Seth Bullock, Bill Compton...). Además, es una de las que saben a poco –sólo dos temporadas–: series largas, como "Mujeres desesperadas", acaban abandonadas por repetitivas y por carecer, a mitad de la sexta temporada, de interés (en esa temporada las tramas ya son que mi niño no me come y el mío no me aprueba, y yo paso).
Claro, lo que acabo de decir de "Roma" se me viene un poco abajo cuando pienso que llevo un mes contando –y es verdad– los días para que se estrene la tercera de "True Blood", y eso de tachar los días en el calendario sólo me ha pasado con otra: "Lost".
¿Que por qué esta serie de Alan Ball me gusta tanto, aun cuando está siendo acusada por muchos de ser un producto menor? Pues no sabría decir, o sí: es ingeniosa, rápida, canalla, amoral, divertida, irreverente, impactante, atípica, poco convencional, sangrienta, sensorial, pecaminosa, original... y tiene un humor negro que me encanta.
Por ejemplo, la escena en la que Bill va a comprar ropita para la adolescente que le ha tocado en suerte transformar en vampiresa (odio que en los subtítulos y los propios libros de "True Blood" digan vampira y no vampiresa, soy una clásica, chicos) y la dependienta intenta seducirlo. Y ahí aparece Eric, Bill le piropea el "look" y la dependienta piensa que son gays. Pero eso no es lo mejor, lo mejor es que Eric lleva ese corte de pelo porque su preciosa melena rubia se estropeó mientras se comía a un tío que tenía como esclavo en el sótano del "Fangtasia"... ¿Es o no es salvaje?
De esta escena hay tres o cuatro cosas (pinchad aquí para verla, no se puede insertar), además, que me encantan: el modo en que Bill dice "Jessica", la voz que pone cuando dice "I'm a vampire" (jamás la veáis, doblada, por favor) y la sonrisa de Eric cuando la dependienta se va espantada (le encanta tomarles el pelo a los humanos).
Ah, y la cara de pringado que se le queda a Bill al final. Donde se demuestra la supremacía del vampiro vikingo sobre el vampiro sureño. Ay, cómo mola. Venga, sólo quedan 17 días. Exactos. Y, además, de regalo, una promo de la tercera.