El blog de Luisa Tomás
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viernes, 22 de junio de 2012
Batiburrillo veraniego. Parte I
"A mí no me gusta cocinar. A mí lo que me gusta es escribir relatos", creo que ésa fue ayer mi frase del día. Pero no estoy muy bien de imaginación últimamente. Y tampoco de tiempo (o es que no quiero encontrarlo).
Había pensado calzar hoy aquí un relato de aquellos de la dolorosa y solitaria Bruja de las Palabras, el alter ego más gris de Luisa Tomás, pero tampoco tengo el ánimo para sombras: navego hoy más por océanos de luz.
El otro día, viajando por las carreteras rurales de la Sierra de Cuenca, me invadió de nuevo el Orgullo Pastor. Volví a ser consciente de lo que significa pertenecer a esa selectísima y mínima (por número) estirpe de ganaderos trashumantes. Subía de Cuenca al pueblo y, en aquellas soledades, en aquellos caminos olvidados, al girar, se alza orgullosa la escultura de un pastor. Un imagen altiva, oxidada, una metáfora de lo que el paso del tiempo ha supuesto para esta profesión. Un guardián de los caminos y los bosques, con su morral a cuestas.
La radio insistía en la crisis, la prima de riesgo, en el rescate... Y el pastor permanecía impasible, pues no tiene ni tendrá jamás más que lo que lleva encima. Un pastor trashumante, por tener, no tiene ni tierra. Va donde el pasto le lleva. Camina donde los animales encuentran su alimento. Y así vive, se alimenta y ama. La vereda es su única patria.
Y mientras el mundo navega enloquecido en un bravo vaivén de inestabilidades y economías, el pastor mira resignado al cielo esperando sol o lluvia. Le pueden desposeer de todo porque en realidad no tiene nada: su andar es su camino. Al pastor trashumante ni siquiera le gusta que le llamen ganadero. Él dice de sí mismo que es pastor. Y en esa sencillez se encierra un orgullo a prueba de siglos y gobiernos, de fronteras y de dioses. De quiebras y dolores. Un pastor vive y muere siendo pastor. Que es, en el fondo, ser mucho.
Os lo digo yo, que de SER no sé mucho, pero de SER PASTOR... algo me ha llegao.
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Ante tu post, yo me pregunto: ¿cuántos siglos lleva la prima de riesgo, la falsa economía financiera sobre la tierra y cuántos el pastor que mira el cielo?
ResponderEliminarHombre, los relatos vienen y van. Y como dijo Machado, "el que espera sabe que la victoria es suya".
Buen fin de semana y san Juan.
Besos.
Sabes que entiendo especialmente bien esto que dices ;) Es curioso, pero dejar de ver las noticias unos días relaja muchísimo. No es el fin del mundo, joder. A veces, nos regodeamos en las desgracias. Y para desgracia, tener que alimentar y cuidar un rebaño de animales, si vienen mal dadas. Que flojuchos nos hemos vuelto.
ResponderEliminarUn abrazo ;)
Para ese y todos los pastores la única prima a la que temen se llama sequía y se ha instalado en este país como la otra, pero claro, cada uno piensa en lo suyo.
ResponderEliminarRelato rural que nos hace poner los pies sobre la tierra, lugar del cual nunca debieron de despegar.
Saludos y buen fin de semana.
Cada vez veo menos rebaños removiendo las tierras como burbujitas. Ahora los ovinos parecen lombricillas sin sus lanas. Son tan miedosas, pero tan curiosas.
ResponderEliminarEntre los precios, los ladrones, los lobos, los jabalíes, incluso los buitres, van todos a desanimar al más tenaz pastor.
Caerán las más altas torres y el pastor seguirá ahí, bajo el cielo.
ResponderEliminarQuerida Luisa Tomás, ¡hable de las misas! ¡hable de las hazañas!
Besicos.