El blog de Luisa Tomás

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miércoles, 8 de febrero de 2012

La triste mano del adiós

"Sólo las palabras me ayudan, me guían y consuelan. Éstas, tan sencillas, tan sinceras, ocupan a veces el espacio en el que no estás, el hueco que dejas. El vacío que no pueblas. Otras, más vanas, matan el rato y se dispersan, solitarias. Son éstas, las palabras vanas, las que mueren en el mismo instante de nacer, pues carecen de sentido y de hondura. Están un instante, y se van y no perduran, como las personas cuyo rostro y nombre olvidamos y que ahora, desde que tú te has ido, de vez en cuando pueblan mis noches. Esas palabras salen de mí, a veces, como dagas envenenadas, pero no son sino disparos frustrados, fruto de la presión y la incertidumbre, de la rabia que me produjo tu adiós y el dolor que me causa tu olvido. Nunca he deseado que lleguen a alcanzarte, pero me cuesta medirlas como me costaba no mirarte cada amanecer. Hay otras palabras que asesinan soledades, alimentan compañías. Palabras que desean consumir relojes"...

Juan dio una calada a su cigarrillo y apuró su copa mientras releía lo que acababa de escribir. Lo odiaba. Se odiaba. Arrugó el folio con rabia y lo dejó caer al suelo. Desde que ella se fue no había sido capaz de redactar una línea en condiciones, y el director del periódico le había dado un ultimátum: o enviaba su colaboración o prescindirían de su columna de los domingos.

El frustrado escritor, abandonado por el amor y las musas, se sirvió otra copa y se sentó frente a la ventana desde donde la vio marchar aquella fría madrugada para no volver jamás. Triste, recordó aquella imagen con precisión: el insolente reloj del vecino acababa de anunciar las tres. Ella se despidió con un beso mientras abotonaba su abrigo. Escuchó el ruido de sus tacones bajando los dos pisos, un portazo. Y corrió a la ventana para verla marchar. Bajo la farola, y protegida por el cuello de su abrigo, encendió un pitillo y anduvo por la solitaria calle firme y acompasada, con una sensualidad que hería. Al humo de su cigarrillo se unió una lluvia ligera. Como siempre, al girar la esquina, ella volvía la cabeza y le decía adiós. Él le correspondía tras el cristal. Su delicada mano, con el cigarro entre los dedos, fue lo último que vio de ella. Entonces no sabía que ya no habría más noches. Que Ana lo estaba abandonando para no volver jamás, clavando en su retina un blanco puñal con forma de caricia, de forzada sonrisa, de acostumbrada y huidiza despedida.

Él nunca la perdonó. Enjugó sus lágrimas y bebió un último trago. Bajó la persiana con la intención de olvidar aquella imagen y se sentó a escribir. Abandonado, tecleó con rabia y dolor. El título de su columna aquel domingo fue "La triste mano del adiós". Jamás había recibido tantas felicitaciones, jamás los lectores le habían mandado tantos mails celebrando su columna. Nunca había recibido tantas flores, tantos bombones, tantas palabras regaladas, tantas palmadas en la espalda.

Aquel triste domingo por la mañana, mientras tomaba su taza de café, Ana leyó aquellas desgarradoras palabras y rompió a llorar. Su marido pensó que sus injustificadas lágrimas se debían a algún trastorno hormonal, la besó con ternura y se metió a la cama: la guardia en el hospital lo había dejado agotado.

10 comentarios:

  1. A parte de la clara calidad del relato, gracias por cambiar el blog para que el artículo completo se pueda leer en Google Reader :-)

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  2. Me ha encantado el doble, triple juego de las palabras.

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  3. Me sumo a las felicitaciones del redactor de la columna de los domingos. Qué precisión en lo impreciso, que claridad en lo difuso; el mar de los sentimientos. Un relato redondo, que no requiere de antecedente alguno y continuación. Cualquiera que haya vivido situaciones parecidas habrá sentido que se mira en el espejo, que recuerda, que lo revive. Si además lees o escribes, todavía se entiende mejor. ¿El arte? ¿La escritura? Lo importante es la mano de ella, tan frágil como el corazón partido del redactor, frustado doblemente.
    Saludos, ¡oh! Luisa Tomás.

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  4. Lo irónico es que desde el dolor siempre salgan las mejores lineas. Como si la literatura realmente se alimentara de las malas vibras para transmutarlas en palabras.

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  5. Miércoles, gracias a ti.
    Pilar, me alegra saber que te gusta.
    Igor... Gracias, sobre todo por ese vocativo final
    Damián... sin desamor no hay poesía.
    Bs a todos

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  6. Atí como le pasó a Juan,creo que tambien te mereces muchas felicitaciones, !!!QUE BONITO¡¡¡
    Gracias, por estos ratos que nos haces compartir.
    Paquita.

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  7. Es enorme. Y bueno, supongo que en cualquier relato se nota si hay verdad o no, y es a lo que podemos aspirar, a escribir con ella, aunque a veces cuesta. Enhorabuena. Me he identificado con el escritor al que no le gusta nada lo que ha escrito, supongo que es bastante común. Espero que todo vaya bien...y enhorabuena de nuevo. Wow.

    Besos!! :)

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  8. Paquita, Explorador... ¡mil gracias a los 2!
    Sí, Explorador, todo va bien. Como siempre.
    bS

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  9. Hay que empezar a seleccionarlas y publicarlas todas en un libro de relatos cortos... Piénsalo seriamente... Muy bueno como siempre...

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  10. Todo llega, Anónimo. Todo llega

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