El blog de Luisa Tomás

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miércoles, 22 de febrero de 2012

La canción de Robert y Francesca


Cada amanecer era una puerta abierta al recuerdo del que sólo se alejaba a través del trabajo. Desde que él se marchó, los besos sabían a rutina. Y la comida, al pan nuestro de cada día. La vida en aquella alejada y, en otros días, soñada granja de Iowa se convirtió en un suceder de pasos cansados, de soleados atardeceres, de sonidos, zumbidos, silencios y música. Noches y mañanas. Inspirar y expirar. Sístole y diástole. Sin más emoción ni trémula caricia. Primavera, verano, otoño, invierno. Un año, y otro, y un lustro y una década. Y la vejez y la muerte. Y en la mirada, el único brillo de los días que tuvieron juntos. Sus palabras como dagas: "No quiero necesitarte porque no puedo tenerte".

¿Por qué extraño capricho del destino aquel fotógrafo había ido a parar a su remota cotidianidad de madre entregada y esposa fiel? ¿Por qué las flores, y el té y las cervezas y los puentes y un vestido nuevo? ¿Por qué la vida, una vez que parece encauzada y concluida –aunque le queden mil años– se empeña en desviarse hacia caminos imposibles? Francesca no tenía respuesta, sólo una pregunta: ¿Y por qué no? Y una pena: si aquel día volviera a suceder, con la tormenta y el semáforo, y la camioneta y la duda... se habría bajado del coche y habría corrido hacia él.

A Robert se le fue apagando la vida cada vez que soñaba su nombre, con la cruz que ella le regaló abrazada a su pecho. A ella, le fue consumiendo la muerte en cada pequeña cosa, en cada sonrisa, en cada palabra, en cada tristeza. Se desvaneció en su dolor, pesado y gris, como una lágrima, como la lluvia, como aquel día. El último.

En las cálidas noches de verano, cuando las luciérnagas sobrevuelan los puentes que un día se tendieron a sus pies y ella temió cruzar, el eco de su amor resuena emocionado en un susurro que arrastra el aire. Una radio suspira un jazz, tristón, sensual y emocionado. Y en la barra de madera de un bar lejano, en cualquier rincón del mundo, alguien que conoce su historia, alza su vaso y brinda por ellos, por Robert y Francesca, por "las noches antiguas y la música lejana".



P.D.: Película mental que acabo de montarme partiendo de la extraordinaria película real de Clint Eastwood "Los puentes de Madison", que él protagoniza junto a Meryl Streep. Uno de mis grandes títulos, de mis pilares y mis referentes. No puedo evitar pensar qué se le pasaría a la pobre Francesca por la cabeza cuando decidió no irse con Robert. Cosas que pasan. Grandes amores que, aunque no concluyen, hacen del mundo algo mejor, puesto que en el éter palpitan. Estoy convencida.

8 comentarios:

  1. ¿Seguro que es Clint Eastwood? Si no lleva un 45 en las manos!!! Je je je... Muy bueno como siempre...

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  2. Anónimo: ¡los chicos siempre hacéis esa bromita! Sí, es Clint. Gracias por lo de bueno :)

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  3. Quizás Francesca pensó que por mucho que te empapes, al final el amor es eso, un recuerdo colgando de un retrovisor y un puñado de secretos que no nos queremos llevar ni a la tumba y qué diablos! que no todos los coches del mundo son como la pick-up de Robert, con ese intermitente tan rojo, como un corazón que palpita y que a veces la valentía es no abrir la puerta, que no todos triunfamos ...

    Perdón por la retahila ... suelo leerte a menudo, casi siempre desde la sombra sin dejar rastro, pero hoy no he podido evitar comentar. llevaba mucho tiempo sin ver esa escena ...

    Excelente pelicula, la real y excelente pelicula la mental. Sin ninguna duda me imagino a Francesca pensando lo que cuentas. Tienes talento.

    Un saludo.

    Angel

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  4. Hola, Ángel, gracias por participar, y por leerme, claro. ¿El amor, el amor? No sé lo que es, ni qué queremos de él, pero sí sé que hay que ser valiente a la hora de vivirlo, como con todo.
    Entiendo a Francesca, pero no dejo de lamentar que no se atreviera a bajar del coche. Prestó su vida a su hogar.
    Por lo demás, la escena es perfecta, la lluvia y la tormenta, las lágrimas y el tormento interior de ella. La duda. El intermitente rojo, palpitante, la cruz a cuestas... Y la condena. Todo pasa en cuestión de segundos, lo bueno y lo malo.
    Un abrazo, Ángel
    Eres más que bienvenido

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  5. ¡Bueno! Como se nota que esta película te atrapó, la literatura que te ha provocado es bella, es cálida.
    No sabes cuántas discusiones he tenido por este film. Es de las mejores de amor, de las pocas veces llevado a la cotidianidad sin que la magia de esa locura, el enamorarse, se pierda. Es buena, tan buena como El Paciente Inglés.

    Ah, y en cualquier parte del mundo, en cualquier bar, incluso ahora mismo, en una barra...
    Besos.

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  6. ¡Besos y salud! Brindemos pues. ¡Cheers!

    Esa película me fascina. Me parece una historia preciosa, con un amor irrealizable y bello, sincero, una película donde palpitan los miedos que todos tenemos, las emociones que todos sentimos... Me encanta.
    ¿El paciente inglés? Qué bonita, por dios. Me encanta cómo él habla del cuello de ella. Me sugiere algo así como un rincón de piel donde almacenar la lluvia con los besos.
    Gracias, Igor

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  7. Una peli que me emociona un monton, en especial esa frase de "los viejos suenyos eran buenos suenyos. No se cumplieron, pero me alegro de haberlos tenido..."

    :(

    Un abrazo :)

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  8. Es una gran frase, una gran película... Y tú un gran Explorador
    Besos

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