
Y le robo el título a Rubén Darío. Y espero que no le importe, porque lo necesitamos.
Lo necesitamos porque hemos olvidado el sabor del pan y de las fresas, el brillo del sol y el olor a lluvia. Y los amaneceres y la risa. Se lo robo, y que don Rubén me perdone, pues de buen grado Darío daría sus versos si de mejorar este mapa colectivo emocional se tratara. Sugiero, por un momento, desactivar las alarmas, apagar los miedos y agarrarnos a la vida. Despertarnos con Tchaikovsky y no con Francino o con Herrera o con Jiménez Losantos.
Y no, no abogo por la ignorancia ni el desconocimiento. Tampoco se trata de "hacerse el loco", se trata de no atraer más nubes que las necesarias para refrescar los campos y que crezcan las flores en la terraza. Alguien dijo que "no podemos controlar las circunstancias, sólo nuestras reacciones", y reivindico la vía del individualismo para mejorar lo colectivo. Ir de lo concreto a la abstracto. De lo particular a lo general. Yo no voy a acabar con la crisis, ni tú, desocupado lector, ni me jefe, ni Rajoy, ni Merkel. Y yo qué sé en manos de quién está. Digo más: ¿y a mí qué coño me importa? Es algo que no está a mi alcance, mis dedos ni siquiera acarician en sueños la posibilidad de mejorar, no digo ya cambiar, el mundo.
Tú y yo sólo podemos medir nuestros miedos y controlarlos y vivir con ellos sabiendo que, si mañana nos despiden, pasado, quizá, estemos en otro sitio, con otra gente, haciendo otra cosa. Y así será. Pues al nacer nos es encomendada la más difícil, y a la par elemental, de las tareas: vivir. Vivir o sobrevivir, con todo lo que tenemos, es decir, nosotros mismos, que es lo único de lo que no podemos ser desposeídos. Todo lo demás es accesorio. ¡Ábrete el pecho y registra! Lo mejor está por llegar y es todo tuyo.
Guardemos la poca fe que nos queda en creer en nosotros mismos. Principios del XVII. El imperio más grande jamás conocido empezaba a resquebrajarse, desangrado y empobrecido. Un viejo soldado manco cumplía pena en una fría prisión castellana acusado de quedarse con los impuestos que había recaudado –por compasión, al haber servido a mayor gloria de su majestad luchando contra el turco infiel, le dieron a don Miguel el puesto de funcionario-recaudador. Bondadoso como dicen que era, se ha escrito que era incapaz de coger el dinero de los campesinos empobrecidos por los excesivos impuestos que se necesitaban para costear los gastos imperiales–. ¿Acaso se pasó Cervantes su cautiverio quejándose amargamente de los hados, el destino, la justicia y el rey? No, no dice eso la historia, ni la literatura, que se postran ante él por haber creado la más rica historia jamás contada, la más rica y compleja novela. La que recoge en sus páginas todas las tradiciones literarias conocidas hasta la fecha y adelanta otras. Una historia capaz de desnudar al hombre de sus miedos y complejos y ponerlo a desfacer entuertos por las desoladas llanuras manchegas. Y con el viento en contra.
No esperemos que venga nadie, ni el padre-Estado, ni el cambio de Gobierno, ni los mismísimos hijos de San Luis a sacarnos de ésta ni de otras. Y sin recurrir a Cervantes, esta vez me quedo en mi barrio y cito a otro sabio, no de la literatura, pero sí de la vida, Rosendo Mercado: "No hay sitio que controles mejor que lo que abarcan tus brazos". Hasta ahí llegamos. Y no es poco.
Es más fácil rendirse que seguir en la batalla, entregarse al desaliento, dejarse llevar por las inercias de un mundo desolado y sin perspectivas de futuro. No hay nada más sencillo que dejarse arrastrar por la masa. Pero quién coño quiere ser masa. ¿Acaso lo fue don Quijote?
Os sugiero reiniciar el sistema, el nuestro. Que al otro no alcanzamos. Levantarnos cada día pensando que éste será mejor. Echar a patadas de nuestra vida a los gafes y cenizos, taciturnos, victimistas y mártires.
Hecho esto, lo que tenga que ser será. Pero podremos por ello. Nuestra meta: vivir sin miedo, que es el mayor enemigo de la libertad. Y ésta, nuestro don más preciado. Y si no, recordad a don Quijote: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres". Parte 2. Capítulo 58.
P.D.: Nuestro cautiverio ahora se llama crisis, ¿lo aprovecharemos, como don Miguel, para crear Quijotes?
Y vuelvo a citar al hidalgo: "El que hoy cae, puede levantarse mañana". Parte 2. Capítulo 65.
No lo olvidéis.